No te sueltes cuando el mal acecha

Nunca te sueltes | Crítica

Halle Berry y los niños Percy Daggs IV y Anthony Jenkins, en la cabaña.
Halle Berry y los niños Percy Daggs IV y Anthony Jenkins, en la cabaña. / D. S.

La ficha

*** 'Nunca te sueltes'. Terror, EE UU, 2024, 101 min. Dirección: Alexandre Aja. Guion: Kevin Coughlin, Ryan Grassby. Música: Robin Coudert. Fotografía: Maxime Alexandre. Intérpretes: Halle Berry, Percy Daggs IV, Anthony Jenkins, Matthew Kevin Anderson, Christin Park, William Catlett. 

Lo mejor de la filmografía de la irregular filmografía de Alexandre Aja -director francés con amplia carrera en Hollywood- tiene que ver con la reclusión. Puede tratarse de una granja aislada como en Alta tensión (2003), una zona restringida donde se han desarrollado experimentos como en su remake de Las colinas tienen ojos (2006), un centro comercial como en Reflejos (2008), una catástrofe meteorológica como en Infierno bajo las aguas (2019) o, en su versión extrema, como la no apta para quienes padecen claustrofobia Oxígeno (2021).

A esta constante vuelve en esta película de título suficientemente expresivo: porque no solo se trata de la aislada cabaña en la que viven una madre y sus dos hijos protegidos de una presencia maligna, sino de la necesidad de no soltarse, de estar cogidos, literalmente atados unos a otros cuando salen de ella.

Buena idea del guión de Kevin Coughlin y Ryan Grassby, llena de posibilidades, esta del conocimiento adulto de un mal (¿real o imaginado?) que los hijos ignoran, induciendo a su protección e incluso sobreprotección. Ya sea la maldad y los peligros del mundo real o los que se representan simbólicamente en los cuentos y los relatos de terror como este. Un conocimiento de los peligros y del mal -reales o imaginarios- que obliga a llevarlos de la mano -en este caso atados- para que no se pierdan o sean arrebatados.

Viendo esta película recordé la conmovedora forma con la que Victoria Asunción, al doblar a Rita Tushingham, le cuenta a su tío Yevgraf Zhivago como, siendo niña, se soltó de la mano de Komarovsky -o fue soltada por él- durante un bombardeo, perdiéndose para siempre de Lara, su madre. Por desgracia no todos los monstruos son imaginarios. Lo recordé por la fuerza de la idea guía de esta película -que tantos terroríficos cuentos infantiles evoca- no del todo lograda pero tampoco desechable. Manos que se sueltan de otras manos o de aquello a lo que se aferran para salvarse cuando el peligro o el mal acechan son temas que pueblan el inconsciente colectivo suscitando una inmediata respuesta emocional.

Es muy difícil, en este género, tanto mantener la tensión como graduar los efectos. Esta película solo se logra, realmente, en su primera parte, como también suele ser habitual. La sombra de otras obras de tema similar y más logradas, sobre todo de la extraordinaria Un lugar tranquilo (Krasinski, 2018), oscurece inevitablemente esta película que, insisto, no carece de interés.   

Espléndida Halle Berry, que maneja a la perfección tanto los registros de la tensión como los de la ambigüedad (no olviden lo que Goya dijo sobre el sueño de la razón). Y muy bien los muy jóvenes Anthony B. Jenkins y Percy Daggs IV.

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