Esos jóvenes que 'cuidan y miman' al Festival de Vélez-Blanco

Música

La directora del festival, Cándida Martínez, destaca el papel de los voluntarios que "se han criado en él"

Este año son once jóvenes, contando a los dos coordinadores

El equipo técnico, los ‘otros artistas’ tras los focos del festival de Vélez Blanco

El equipo de voluntarios del Festival de Vélez-Blanco, frente a la iglesia del convento de San Luis. / Javier Alonso

Cada año, cuando llega el mes de julio, se olvidan de sus vacaciones por unos días, o buscan huecos en su apretada agenda laboral para ponerse pantalón y camisa negra y echar una mano en todo lo que haga falta. Son los voluntarios del Festival de Vélez-Blanco, un grupo de jóvenes —casi todos ellos residentes en el municipio u oriundos de él— que han crecido viviendo muy de cerca este evento cultural.

“Podríamos contratar una empresa que se encargase de la labor que ellos hacen, pero no sería lo mismo”, dice la directora del festival, Cándida Martínez. “Ellos viven el festival, lo miman y lo cuidan. Saben cómo atender a la gente con cariño, cómo resolver los problemas que pueda tener cada persona... El festival es de ellos”, concluye.

El equipo de este año lo conforman once personas. Helena Martínez y Diego Gázquez son las caras más visibles, porque además se ocupan de la coordinación artística y académica, respectivamente. El resto realiza multitud de tareas, tanto en los cursos como en las conferencias y conciertos. Son Ana Martín-Gaitero, Ignacio Martínez, Sonia Díaz, Lidia Gázquez, Belén Gázquez, Noelia Gázquez, Ana Navarro, Inés Zapico y Mario Alesina, la única cara nueva con respecto a los años anteriores.

Su labor consiste en facilitar la vida de artistas, alumnos y profesores. Dedican muchas horas de su tiempo libre de manera totalmente altruista para que todo sea un éxito.

“Está siendo una experiencia muy enriquecedora”

Mario Alesina es la última incorporación al equipo de voluntarios. Tiene solo 16 años, pero hace ya tiempo que estaba pensando en unirse: “Siempre me había llamado la atención”, asegura. Estos días está realizando labores de todo tipo, como el resto de sus compañeros. Ya es uno más. “La experiencia, sinceramente, está siendo muy buena en todos los aspectos. Es muy enriquecedora ya que conoces a mucha gente, incluidos los compañeros y con los cuales pasas la mayoría del tiempo y a demás aprendes a desenvolverte en situaciones que tal vez no se nos dan todos los días”, explica el joven voluntario. Por eso, tiene claro que el año que viene volverá a repetir. “Sin duda es un placer participar por muchos motivos”, añade. Forma parte de esa cantera de voluntarios que lleva años formándose, con adolescentes de 14 o 15 años, como Ana, Sofía e Inés. El caso de esta última es curioso: es la hija del profesor Aarón Zapico pero, en vez de pasar estos días en la piscina, prefiere colaborar.

Ser voluntario tiene algo que engancha, porque la mayoría de ellos repiten año tras año. No solo son compañeros, sino que son amigos, y eso se nota. Otros, directamente son familiares. Aunque el grupo también ha ido variando y en los últimos años ha habido algunas salidas (por motivos laborales o familiares) y algunas incorporaciones.

Algunos de ellos se podría decir que se han criado en el festival, como son los casos de Helena Martínez y su hermano Ignacio. Desde muy pequeños han estado ayudando en esto y lo otro. De hecho, Helena ha orientado su vida laboral a ese campo (ha estudiado Musicología). Diego también es uno de los veteranos, pues lleva más de una década colaborando con el festival en diferentes tareas.

Ana María Martín-Gaitero se incorporó en 2021 y desde entonces no se pierda una edición. Llegó como para hacer las prácticas de un máster de Patrimonio Musical de la Universidad de Granada, pero cada vez tiene más responsabilidades. Este año lleva las riendas de las redes sociales del festival, por lo que no es raro verla enganchada al móvil todo el día, ideando publicaciones que capten el interés.

Ana María Martín-Gaitero se encarga de las redes sociales. / Javier Alonso

Sus labores son muchas: desde la gestión de las entradas para los conciertos —de la que se encarga Ignacio— hasta imprimir partituras para los estudiantes de los talleres. Pero también mueven instrumentos, colocan sillas, controlan los accesos a los edificios, reparten los programas de mano, colocan fotocopias de Diario de Almería en las puertas y hasta mueven tronos de santos, si hace falta. 

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