Las mujeres en la historia protagonizan el paseo de los ministriles por Vélez Blanco
Festival de Música Renacentista y Barroca
Los músicos recorrieron el Convento de San Luis, la Ermita de la Concepción, los Caños de Caravaca, la Casa de los Arcos y los Caños de la Plaza
El acto sirvió como homenaje a Dietmar Roth, autor de los textos que falleció recientemente
Muchas han sido las mujeres que han marcado la historia del municipio de Vélez Blanco durante los últimos 500 años. Sin embargo, a menudo ha sido olvidadas, casi ausentes en los libros. Por eso, el Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez-Blanco ha querido hacerlas protagonistas del ya tradicional paseo musical de los ministriles del castillo por las calles de la localidad este miércoles.
La arquitectura velezana ha sido el hilo conductor para relatar las vidas de mujeres que invirtieron sus recursos económicos de forma desinteresada en beneficio de su ciudad o comunidad. El Convento de San Luis, la Ermita de la Concepción, los Caños de Caravaca, la Casa de los Arcos y los Caños de la Plaza (junto a la iglesia), fueron los puntos de parada. Allí se relataron sus aportaciones, a través de unos textos escritos por Dietmar Roth (recientemente fallecido y cuyo recuerdo está marcando toda este edición del festival), y a los que dieron voz tres mujeres: Helena Martínez, Ana Sánchez (la esposa de Roth) y Alicia Alesina.
Pasadas las 12:30, una comitiva de músicos callejeros (ministriles) salía del atrio del convento de San Luis. La música de sacabuches, chirimías, flautas de pico y percusión hicieron retroceder a las decenas de espectadores varios siglos atrás, de la mano de Bruno Campelo, Jorge Enrique García, Antonio Rosano, Juan Francisco Vázquez, Toni Lloret, Juan José Saborido, todos ellos bajo la dirección artística de Francisco Blay.
Cándida Martínez, directora del XX Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez Blanco, tomó la palabra al inicio del paseo musical para rendir homenaje a Dietmar Roth, una persona muy vinculada al festival desde hace años y que murió hace apenas unas semanas: “leyendo sus textos sentimos como si lo tuviésemos aquí”, aseguró la directora.
En el Convento de San Luis, Helena Martínez habló sobre la beata doña Juana Pérez de Ruescas, perteneciente a una de las familias más acaudaladas de Vélez Balndo, siendo oriunda de Caravaca, la cual socorría con importantes sumas de dinero y su trabajo personal a los pobres. En su testamento estipuló que fuera enterrada en el convento de San Luis. El grupo de ministriles tocó Rondó, de Tylman Susato, y la Danza de las Hachas, de Gaspar Sanz &A. Martin, con un grupo de baile oriental. Después interpretaron Fata la parte, de Juan de la Encina, y La Cortigiana, de Giovanni Gastoldi.
La siguiente parada fue en la ermita de la Concepción, a escasos metros del convento. Allí se exaltó la figura de Mencía Fajardo, contemporánea de Santa Teresa de Ávila e hija del II marqués de los Vélez don Luis Fajardo y de doña Leonor Fernández de Córdoba. En 1577 mandó levantar la ermita de la Concepción según planos de Gabriel Ruiz Tahuste, arquitecto del fracasado canal de Castril a Cartagena. Además la dotó de importantes obras de arte, como es la tabla de la Virgen de Guadalupe pintada por el murciano Ginés de la Lanza (1578) y que se encuentra ahora en la iglesia de Santiago.
Desde el coro de la ermita los ministriles tocaron Pavana de la guerra y Gallarde, ambas piezas de Claude Gervaise.
A no muchos metros, en los Caños de Caravaca, Ana Sánchez leyó el texto escrito por su marido Dietmar Roth sobre doña Lucía García de Barahona Torrente de Villena, la cual en su extraordinario testamento de 1891 legó a los pobres de solemnidad de Vélez Blanco una casa en la calle Buenavista número 18 con un solar colindante “y para atender a la reparación y conservación de dicha casa y pago de sus contribuciones designo el producto del molino harinero que poseo en la Rambla de Chirivel”. Además, Doña Lucía mandó repartir 4.000 reales para los pobres en la puerta de la Casa de los Arcos.
La música en esta ocasión fue Bransle Bourgogne, primero, y Bransle Official, antes de reanudar la marcha.
La última de las paradas de este paseo musical fue en los Caños de la Plaza, a los pies de la Iglesia de Santiago. Al son de la música de los ministriles, un grupo de danza mostró sus habilidades con el abanico y las telas, lo que dio pie a contar un suceso ocurrido en el mesón en 1602. Pedro Gómez de Talavera le dijo a unos labradores que habían guardado trigo en el mesón “que aguardasen un poquito y verían bailar a una de aquellas mozas forasteras que bailaban muy bien […] y así empezaron a tocar la guitarra y bailar”. Otros testigos puntualizaban que “había en el lugar unas forasteras hermosas y que estaban bailando”. Entre los espectadores y unos mozos que habían irrumpido en esta función se intercambiaron insultos, según las averiguaciones del alcalde mayor, Diego Fernández. Los jóvenes alborotadores se solían juntar con guitarras por las calles “dando pesadumbres a los vecinos con cantares deshonestos y al fin con personas de mal vivir y que tienen cometidos delitos muy graves”.
Así, con la interpretación de Bransle de Chevaux, de Thoinot Arbeau, la Vieja alemanda de Claude Gervaise, Amor que me cautivas, de Thoinot Arbeaua, Alemanda de T. Susato y Il Ballerino de Giovannni Gastoldi se puso fin a un paseo musical que trasladó a Vélez Blanco durante casi dos horas a su pasado más glorioso.
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