Aquellas carreras de la abuela

María Carmen Álvarez Guerrero es la primera piloto de rallies en Almería

En 1970, fue seleccionada para el Nacional, pero era madre de cuatro hijas, no fue y se retiró

Con dos de sus hijas, junto a Eva Ruiz y Juan y Medio, de Canal Sur
Con dos de sus hijas, junto a Eva Ruiz y Juan y Medio, de Canal Sur / Diario De Almeria

María Carmen Álvarez Guerrero, inquieta y vitalista, recibe clases de pilates dos días a la semana, martes y jueves, en Aguadulce, a donde acude a los mandos de su coche, un utilitario nuevo. Su historia no pasaría de ser una más, la de una jubilada, de 72 años, alegre y pizpireta, si no fuera porque su espíritu aventurero y rompedor, acaso extemporáneo, le ha situado como la primera piloto de rallies del automovilismo almeriense

María Carmen logró el carnet de piloto con 25 años, cuatro años después de haber aprobado el de conducir, cuya edad mínima se situaba en la década de los 70 en los 21 años, junto con la obligación de tener el servicio social cumplido. "El examen lo hice en la PIPA con mi coche, un Mini, y consistió, entre otras pruebas, en realizar un derrapaje. Vinieron varias personas desde Sevilla para supervisarlo", evoca con una gran lucidez.

La licencia expedida por la Federación Española de Automovilismo, firmada por el Conde de Villapadierna, presidente entonces del RACE, informaba de la edad del piloto, su dirección y grupo sanguíneo que, en el caso de esta almeriense, es el de cero negativo. Con ella en su poder, se había proclamado ganadora del Campeonato de Almería, uno de los entorchados que adornan su carrera deportiva, y el Automóvil Club de Almería, presidido por Ramón Gómez Vivancos, le propuso para participar en el Campeonato de España. El Nacional se disputaba entonces por pruebas entre tres capitales, Madrid, Barcelona y Bilbao.

Corría 1970 y la piloto almeriense desechó este ofrecimiento, por cuestiones sentimentales. "A mi novio, luego mi marido, no le gustaba nada las carreras de coches y no fui. Después me alegré de no haber ido porque resulta que no podía llevar mi coche, ya que era SIMCA´-marca francesa de fabricación de automóviles- la que ponía los coches", recuerda a Diario de Almería.

Antes de su despedida voluntaria, participó en los principales rallies del calendario provincial. Así, tomó la salida en los de la Alpujarra, Espejo de Mar, las subidas a Macael o Mojacar, cosechando premios y buenas clasificaciones. "De joven no le di importancia porque tenía cuatro hijas a las que criar. Pero ahora a la vejez, sé que todo aquello tuvo mucho importancia", valora entre orgullosa y resignada.

En un mundillo, el de las carreras de montaña, dominado por el género masculino, asegura que su talante un tanto transgresor no tropezó con la incomprensión y el rechazo. "Me han respetado mucho. Pero lo que no me gustaba era lo del rally femenino, porque no había ninguna prueba de velocidad y todas eran de regularidad, que era una especie de paseo, una exhibición. Me aburría mucho, participé en una carrera y ninguna más", rememora con suficiencia.

Divertida y risueña, se muestra rotunda y tajante en la entrevista con este periodista. "Me gustaban los coches a rabiar, y me siguen gustando a mi edad y cada día más. Me han salido los dientes entre coches. M parece que, en lugar de sangre, llevo gasolina en las venas", comenta.

Lo hace con naturalidad de la misma forma que reconoce sus pecados de juventud con el volante. "Cuando tuve el carnet yo me creía una Fittipaldi. Recuerdo que pasé la Calle Gerona a toda hostia. Me salió un coche por la izquierda y me rozó todo el capó del coche, un Seat Sevilla. Si hubiera ido más despacio aquello no habría pasado. Llamaron a mi padre y al del seguro y, si mi padre no me dice que cogiera el coche otra vez, no lo habría hecho más porque me asusté mucho", descubre sin aspavientos.

Y es que esta almeriense entró en contacto con el mundo del motor a muy temprana edad e incluso llegó a conducir sin el preceptivo carnet." Comencé a conducir cuando tenía 14 años y fue mi padre quien me enseñó con un Topolino. Luego lo hice con un Wansall, un modelo inglés con volante a la derecha y más tarde con un Land Rover".

La afición por las carreras le venía de serie, ya que la había mamado en su propia casa. "Mi padre, Antonio Álvarez Torres, fue un buen mecánico y corría en carreras de motos. Y mi hermano, José Álvarez Guerrero, el siguió y en la primera carrera que participó lo hizo con un Seat 600 preparado. El coche corría más que el que peso tenía y se le partió el techo antes de salir. Al final, logró ganar la prueba, aunque ya no volvió a correr más", señala con nostalgia.

Mira atrás y recupera sus primeros pasos hasta situarse en su bautismo de fuego. "Desde el Automóvil Club de Almería, donde mi padre era socio, me propusieron para correr en carreras, lo que me encantó. La primera fue la Carboneras-Mojacar, sobre una carretera que, entonces, era horrorosa, con grava y muchas curvas. Salían los coches de minuto en minuto. Paco Navarro me ganó por un segundo. En la subida a Enix y Félix fui primera y la otra mujer participante, una francesa, fue la tercera o cuarta".

A lo largo de su larga trayectoria al volante, nuestra entrevistada asegura que "no me han quitado ningún punto ni he tenido ningún roce en una rotonda". Y destapa un secretillo personal. "Cuando me siento apurada, piso fuerte para salir del atolladero. De Almería a Aguadulce, rara vez piso el freno. Meto mis marchas para que el coche no sufra. Conducir bien no consiste en pisar el acelerador. Cuando no puedo correr, no corro. Y si me dan un buen coche, le piso aunque me pongan una multa", confiesa con una risotada de complicidad.

"Me gustaría hacerme con un Mini antiguo. Ahora tengo un clásico, Opel Kadett, con 50 años, que me dejó mi padre porque sabía que lo iba a cuidar mejor que mis hermanos. Lo restauré para la boda de una de mis hijas y lo saco de vez en cuando", finaliza con orgullo.

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