La Capilla o Altar Mayor de la Catedral de Almería
V Centenario Catedral
Tabernáculo, programa pictórico y el calvario que preside el retablo son sus elementos más destacados
La Capilla o Altar Mayor es el culmen espiritual de la seo consagrada a La Encarnación. El lugar singular que orienta su eje al Este, hacia el nacimiento del hombre al cristianismo. Majestuoso y único donde celebrar las solemnidades de mayor calado litúrgico, teológico o de índole civil. Poseedora de un rico historial protagonizado por su Cabildo capitular y la Diòcesis. Plena de belleza clásica y arquitectónica. Con piezas de incalculable valor: retablo, tabernáculo, programa pictórico y púlpitos; en igualdad de excelencia con otras catedrales de parejo tamaño y demografía. En este especial el lector comprobará las acertadas iniciativas del obispo Claudio Sanz y Torres durante su mandato (1761-1779).
Con el suelo más elevado y protegido por reja forjada, dos décadas duró la construcción del presbiterio octogonal (1528-1550), siendo el primero en bendecirse. Techado por espléndida bóveda estrellada, se diseñó como una concha cerrada, hasta que en 1709 (durante la prelatura del dominico fray Manuel de Santo Tomás y Mendoza (1707-1714) el maestro José Sánchez abrió los cinco arcos que la comunican con la girola; cambiando radicalmente la concepción espacial de la cabecera del templo, no sin antes retirar el retablo que la presidía. A expertos en arquitectura religiosa le sorprende, no obstante, la configuración lateral y no central del altar mayor en relación a su pórtico principal. Las vidrieras coloristas o rosetones iluminan el templo fueron policromados en talleres leoneses y catalanes; siendo escasamente valorados en la bibliografía al uso.
Programa pictórico del Altar Mayor
Acertadamente, Rosario Torres argumentaba (“Cuaderno de Arte e Iconografía”, Madrid, 1993): “El ciclo de pinturas de la vida de la Virgen del presbiterio de la catedral de Almería es el más importante y el único conservado completo de los realizados para este templo, constituyendo, asimismo, uno de los episodios más brillantes en un modelo cargado de la decoración barroca del edificio.
Las vicisitudes que rodearon a este espacio sacro y la manera de gestarse su programa iconográficos nos llevan a la conclusión del significado historicista de este programa artístico, en tanto que basado en un modelo cargado de prestigio, como el de la catedral granadina”. De 1755 a 1757 se llevó a efecto tan simbólica secuencia por indicación del arcipreste Ruíz de Vides al obispo Gaspar Molina y Rocha, quien le dio crédito, encargándosela al lorquino Antonio García, al cual obedecen asimismo otros óleos conservados en el convento de Las Puras. Respetaron el grupo escultórico del Calvario procedente de la catedral antigua como único adorno que la hermoseaba.
El 4 de julio de 1755 el Cabildo levantaba acta: “Que el moldurado de la capilla mayor sea por lo respectivo a la pared de oro y color blanco; que se repare el retablico del Santo Cristo (¿se trataba del Escucha?) que está en su capilla mayor por razón de tener algunas fisuras en la tablazón y que se encargue de ello el pintor de Su Ilustrísima D. Antonio García”. Definitivamente, el murciano fue el responsable de las pinturas, el diseño de los cuadros y el dorado; todo adornado de jarrones, guirnaldas, flores, cenefas, frutas, etc. Para ello contó con la ayuda del maestro Andrés Ales.
En total cinco paños encuadrados entre los arcos de medio punto. El programa iconográfico, de gran formato y ajustado a las medidas preconcebidas, comprende el ciclo dedicado a la “Vida de la Virgen”, distribuidos en dos series, apaisadas y verticales. En el inferior -de izquierda a derecha- la Inmaculada Concepción, la Natividad de la Virgen, los Desposorios de Nuestra Señora y la Visitación. En el registro superior: la Epifanía, la Purificación de María, la Huida a Egipto y Asunción de la Virgen. En resumen: “Su resultado contribuyó de manera importante a incrementar el ambiente barroco del actual espacio”.
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