Kina Jiménez, la gran profesora de danza que es admirada en Almería
Danza
A sus 80 años, esta almeriense que ha sido la guía para muchas estudiantes de Danza, pasa sus días en un cortijo que se compró en Gádor, cuidando sus olivos y con sus gallinas y sus perros

En un cortijo que tiene en Gádor, Kina Jiménez pasa muchos días cuidando sus olivos, recogiendo sus pimientos y visitando a sus gallinas que en un rincón del corral ponen los huevos. Esta mujer, que lleva ya unos años jubilada es la figura clave de la danza en Almería durante las últimas décadas.
Kina Jiménez es una persona querida y admirada por varias generaciones de alumnas de Danza, las cuales aprendieron mucho con ella. Vive un momento glorioso, puesto que el nuevo Conservatorio de Danza de Almería que está en una fase de construcción avanzada, llevará su nombre.
Nacida en Almería en el año 1941, Joaquina Jiménez Sánchez, conocida como Quinita, vino al mundo en la calle Regocijos. Eran dos hermanas, aunque su otra hermana falleció ya hace tres años. “Mi niñez fue bonita porque estábamos bien situados. Cuando vendimos la casa heredada de mi abuelo, mi padre compró un camión y puso un taxi en la parada. Fue un tiempo que nos cambiamos mucho de casa. Pero yo era una niña que me sentía bien, porque jugábamos todos en la calle, ahora ya eso es impensable”.
Estudió en el Colegio Ave María y luego durante dos años estuvo en las Jesuitinas. “Yo bailaba y montaba teatros en la cochera de mi padre, porque he sido muy creativa. Mi madre de hecho me decía inventora. Yo bailaba mucho ante los vecinos y me cantaban ‘La Tani’. En ese tiempo no pensaba para nada en dedicarme a bailar, me encantaba como proyecto de futuro hacer ATS”, dice.
“Antes de tiempo me puse a trabajar en una librería en el Paseo de Almería que era de mis tíos. Luego estuve trabajando con un dentista y puedo decir que sé más de dientes que de baile. En la adolescencia como no había donde divertirse, me fui al Grupo de Coros y Danzas y empecé a bailar. Luego me hicieron profesora de baile, todavía conservo las nóminas, me pagaban 2.000 pesetas”.
Seguidamente se fue al Conservatorio de Danza de Málaga y le dijeron que tenía muchas facultades para el baile, pero tenía que ponerse a ello, porque ya tenía 30 años. “Cuando termino en Málaga comienzo a dar clases en mi casa, concretamente en mi alcoba. Las primeras alumnas que tuve fueron las hijas de Carlos Pérez Siquier. Luego decido comprar un local en la calle Padre Santaella en el centro de la ciudad. Corrían los inicios de los años 80”.
Cuando se inaugura el Real Conservatorio de Música y Danza, Kina Jiménez es consciente del gran avance que supuso para la ciudad. “Al poco tiempo de la apertura del Conservatorio éramos conscientes, que aunque nos llevábamos muy bien con la gente del Conservatorio de Música, no podíamos estar juntos, porque nos estorbábamos. En uno de los claustros solicité la separación de la música de la danza, porque cuando ellos tocaban una melodía se escuchaba el zapateo de las alumnas de Danza y si nosotros estábamos enseñando El Lago de los cisnes y se escuchaban las trompetas, y eso, pues no podía ser”. Kina ha estado más de 20 años dando clases en el Conservatorio.
Ahora con el nuevo Conservatorio se abre una nueva etapa. Eso sí, Kina Jiménez quiere unas instalaciones modélicas. “ Quiero que en el conservatorio nuevo haya un preconservatorio, lo que quiere decir que las alumnas con siete años puedan ir al conservatorio para formarse e iniciar sus estudios con ocho años. Es necesario que haya conservatorio de danza para mayores y también espero que haya una cafetería y un restaurante donde podamos comer”.
Hace unos años encontró un lugar de paz en Gádor. “Hace más de 20 años que compré un cortijo en Gádor. Lo he arreglado y transformado. En este cortijo vivía un señor que era el capataz que estaba tísico, es decir, persona que tenía problemas en el pulmón. Cuando lo compré nadie me dijo nada, luego descubrí que en el porche hicieron el trato para sacar la manteca del niño para curarle la tuberculosis. Es lo que se denomino el crimen de Gádor”, confiesa Kina.
A sus 80 años, Kina Jiménez quiere centrarse en ese cortijo que ha diseñado a su gusto. “Estamos a punto de iniciar a recoger la oliva y aquí vivo entre mis plantas, mis animales y los campos de aloe vera. También voy al Conservatorio, visito las aulas y veo como bailan. Somos como una familia y a principios de curso sigo llevando un bizcocho grande con tabletas de chocolate. Eso solo se hace en este Conservatorio”.
“Me entra sentimiento al pensar que el Conservatorio de Danza llevará mi nombre. También me produce una enorme alegría y encima que lo esté viendo como se construye. Todo el mundo me recuerda porque se lo pasaron muy bien en mis clases. Transmitía alegría, ilusión y energía a los alumnos. Pero al margen de eso, me pregunto qué he hecho yo para merecer que mi nombre lo lleve el Conservatorio”, confiesa la profesora mientras mira algunas fotografías de cuando era una niña y luego una adolescente.
Cuando se le cuestiona si hay algo de lo que se pueda arrepentir en esta vida, Kina Jiménez apunta que “si yo fuera joven ahora, tendría hijos. Ahora que se pueden tener hijos siendo soltera”. La vida ha cambiado mucho en opinión de Kina. “Me duele que la gente haya perdido la comunicación. La gente se comunica a través de los móviles y ya no salen a la calle a encontrarse con otras personas y charlar, simplemente hablar”.
Kina Jiménez ha creído en el amor, aunque nunca se ha casado. “Cuando dices estar enamorado sufres un descontrol mental que luego se pasa”, asegura al tiempo que confirma que “los animales me apasionan pero me dan miedo. Tengo perros pero reconozco que me dan miedo, porque me han mordido. Pero tengo mucho amor a los animales”.
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