Diario de un bibliotecario de Tombuctú

análisis

El libro es la transcripción del primer diario que Ismael Diadié escribió en el contexto de la implantación de la sharia y del islam más riguroso e intransigente en la región

Diario de un bibliotecario de Tombuctú
Diario de un bibliotecario de Tombuctú
Antonio Llaguno Rojas - Representante de la familia Kati en España

04 de febrero 2018 - 02:31

Diario de un bibliotecario de Tombuctú, publicado por la editorial Almuzara, es el último libro de Ismael Diadié Haidara, una crónica de la salvación de un riquísimo patrimonio cultural atesorado en los cientos de miles de manuscritos de la ciudad mítica de la Curva del Níger, que tanto él como Kadiri, el director del Instituto Ahmed Baba, y Abdel Kader Haidara, de la Asociación Savana, lograron salvar de la barbarie de la intransigencia yihadista que asoló el norte de Mali a principios de 2012.

Recientemente, Joshua Hammer, en su obra Los contrabandistas de libros y la epopeya para salvar los manuscritos de Tombuctú, da cuenta de la salvaguardia de las dos primeras bibliotecas, la del Instituto Ahmed Baba y la de Abdel Kader, pero sobre el destino del Fondo Kati poco se ha escrito desde 2012, tan sólo unos artículos míos para concienciar a la intelectualidad española del drama que se estaba viviendo en la ciudad maliense (Tombuctú: Una hoguera de manuscritos y Arde Tombuctú). Con la publicación de este libro de Ismael Diadié se rompe este silencio sobre los avatares de la única biblioteca de origen europeo que se conserva en Mali.

El autor es, sobre todo, un filósofo, un poeta, un humanista y un intelectual

El libro es la transcripción del primer diario que Ismael Diadié escribió en este contexto de la implantación de la sharia y del islam más riguroso e intransigente en Tombuctú y su región por grupos ultraortodoxos como Ansar Dine (Defensores de la Fe), de los combatientes de Monoteismo y Yihad en África Occidental (MYAO) y la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI), que se asociaron temporalmente a los tuaregs separatistas del MNLA (Movimiento Nacional para la liberación de Azawad). Este primer Diario abarca desde enero a julio de 2012, y tendrá su continuación en un segundo libro que irá desde principios de 2013 a 2017, pudiendo entender con ellos uno de los dramas más lacerantes y silenciados de África, como son los estragos del yihadismo en el vecino continente.

Pero no es un diario al uso que describa los acontecimientos que vive el autor en este inhóspito contexto, que también lo es, sino que trasciende la mera descripción de los sucesos bélicos para adentrarse en los vericuetos del alma humana, que dirían unos, o de los sentimientos más profundos del ser humano, que dirían otros. El texto, pues, además de anotar los hechos objetivos protagonizados por los yihadistas (saqueos, robos, violaciones) y de ser un testimonio de la lucha titánica de unos pocos, como él, para salvar un patrimonio de todos, está salpicado de íntimas reflexiones sobre lo que acaece y la vida en general, en ese panorama vital de precariedad e inseguridad. Se nota aquí la formación humanista de Ismael Diadié y las fuentes en que ha bebido, desde Platón y Marco Aurelio a José Ángel Valente, pasando por Montaigne, Spinoza, Hegel, Nietsche, Marx o Gracián, sin olvidar el poso hedonista de Diógenes el Cínico, Epicuro o el persa Omar Khayyam.

Ismael no obvia las estrategias que siguió para salvar el Fondo Kati y despistar a los yihadistas, como dejar algunos manuscritos en la sala de lectura de la biblioteca para hacerles pensar que no se los había llevado, dispersando la mayoría de ellos y más valiosos en varios lugares escondidos entre los meandros del río y en la propia capital, Bamako, mientras movilizaba a 55 hombres, mujeres y niños de Tombuctú sorteando los controles de los yihadistas y los cañones de los rebeldes tuaregs.

Ismael Diadié proviene de una familia conversa toledana del siglo XV que hunde sus raíces en la misma familia del penúltimo rey visigodo, Witiza2. Su antepasado, Ali ben Ziyad al-Quti, tuvo que exiliarse al África negra, llevando consigo una incipiente colección de manuscritos, que, junto a las aportaciones de su hijo Mahmud Kati, constituye el núcleo de la Biblioteca Kati de Tombuctú. La biblioteca, construida con ayuda de la Junta de Andalucía, contenía antes de la dispersión que se narra en el libro 12.714 manuscritos, con más de 7.100 notas marginales escritas por los Kati entre los siglos XV y XIX, que a juicio de J. Humeiwck revolucionará los estudios de la relación Europa-África antes de la colonización del continente africano.

Las investigaciones sobre su procedencia y sobre el devenir de la Biblioteca lo hizo convertirse en historiador, pero Ismael, sobre todo, es un filósofo, un poeta, un humanista, un intelectual comprometido, que por ello ha tenido que exiliarse a España, siguiendo el camino inverso de su antepasado toledano.

Pero Ismael es también el fruto de la mezcla de varias sangres: de la cristiana de los Quti de Toledo, de los sefarditas Cohen de Fez y de los emperadores islámicos Askia del Songhai. Quizá por este mestizaje de razas y de religiones, Ismael trasciende la concreción del individuo concreto que es para erigirse en la personificación del ser humano que no sabe de colores de la piel o de creencias religiosas, y que no trata de salvarse él únicamente. En este sentido, en una de sus reflexiones, como un Marco Aurelio moderno, escribe: El hombre verdaderamente libre es aquél que con su libertad lleva a los demás a ser más libres. De esto es de lo que trata este libro.

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