Aarón Zapico: "A todo el mundo le gusta la música clásica, pero muchos no lo saben"
Festival de Vélez Blanco
El músico asturiano cree que llegar a más público es una labor de artistas y programadores
La ópera de Antonio Literes 'revive' gracias a Aarón Zapico y Forma Antiqva

Aarón Zapico es un fijo en cada edición del Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez-Blanco. Este clavecinista y director de orquesta español (Langreo, 1978) es un enamorado de Almería. Suele compaginar su labor como profesor de la academia con los conciertos.
- El martes representaron la ópera Los Elementos de Literes. ¿Cómo es el proceso para acercarse a una obra de hace más de tres siglos?
- Lo primero tiene que haber una sensibilidad por mi parte hacia ese repertorio. Buscar, leer, ir atando cabos, y vas viendo por donde aparecen los elementos interesantes y posas la mirada en aquello que crees que puede funcionar. Más que hacerlo por una labor de recuperación patrimonial, por un encargo o porque es el aniversario —se cumple 350 años del nacimiento de Antonio Literes— la razón principal es que es música que merece la pena y que quiero hacer por su sentido musical y dramático, de una forma egoísta porque me parece que es una música que funciona y con la que creo que podemos llegar al público.
- ¿Conocía la obra anteriormente?
- La hicimos en 2018 pero de una forma totalmente diferente, con escena y con otras circunstancias. Ahora me enfrenté a ella despojándome de todo. A pesar de que había recorrido ya el camino, quise andarlo de nuevo y buscar nuevas maneras de acercarme. Con mi yo de 2023, no el de 2018. El proceso es entrar con todas las puertas abiertas y volcar, no solo los criterios históricos, sino también toda mi experiencia, otras músicas que escucho, otras culturas, otras disciplinas… Volcar todo lo que significa Aarón Zapico y Forma Antiqva en esa música.
- ¿Lo del martes sonó muy distinto a lo de 2018?
- Sí, totalmente. No tiene nada que ver. Ahora es mucho más trepidante. Intenté que hubiese una acción muy clara, un ritmo constante desde el principio… Además los cantantes son distintos a los de 2018, con lo cual ya te implica otro tipo de energía.
- Hace poco más de un mes hizo “El retablo de Maese Pedro” en Granada. ¿Es complicado pasar de una ópera del siglo XX, como esa de Falla, a una del XVIII como “Los elementos”?
- Creo que en España tenemos la necesidad de etiquetar, compartimentar y ordenar en cajones el arte y la música en particular. Al final nada es igual, pero nada es diferente. Toda la raíz del retablo de Falla, su estructura, forma, ritmo, melodía vienen del Barroco. Al final estás haciendo música y transmitiendo un mensaje. Un día es la tierra, el aire, el agua y el fuego peleándose para ver quién es el gallo del corral y otro día estás contando la historia de Don Quijote, pero al final eres un intérprete que tiene un mensaje que dar y lo intentas hacer de la manera clara. Procuro huir de las etiquetas, aunque es cierto que nos son de gran ayuda para estudiar y contextualizar lo que estamos haciendo, pero a la hora interpretar no me parecen tan necesarias.
- La música clásica es para un público minoritario, pero dentro de la clásica quizás aún más la renacentista y barroca. ¿Cómo se podría acercar a un público más mayoritario?
- Desde hace dos o tres creo firmemente que a todo el mundo le gusta la música clásica. ¡A todo el mundo! (enfatiza). Lo que pasa es que muchos no saben que le gusta. Y esto que parece un pensamiento muy inocente, es la verdad. Incluso en los contextos más alejados de una sala de conciertos, como pueden ser Got Talent, La Voz y estos talent shows, siempre que alguien canta un fragmento de un aria o clásico, ves al público boquiabierto y llorando de la emoción. Cada vez que los veo pienso: “¿Pero no sabéis que tenéis el Teatro Real ahí al lado con una ópera cada tres días? ¿Por qué no buceáis en esa música que parece que os gusta tanto?”. O cuando algún neófito viene a nuestros conciertos, siempre le acaba gustando. El problema es que falla el emisor de ese mensaje: el artista y el festival. No falla el público. El artista quizás no acaba de explicarse lo suficientemente bien e introducir las obras con la claridad que tiene que hacerlo, y el programador quizás no está programando las obras adecuadas al contexto al que se dirige. Puedes triunfar o naufragar. Un día puedes programar un concierto de música más desenfadada y la gente que no está habituada a escuchar ese tipo de música sale encantadísima. O un día programas una misa renacentista durísima, que son más ejercicios que música, y la gente no vuelve a un concierto en su vida. En los dos casos tocaron música de calidad, música clásica, pero depende del contexto.
- Un ejemplo claro de esto que dice se vio el martes tras su concierto, cuando vendieron un montón de discos. ¿Le sorprende? ¿El formato físico está muerto?
- No sé si me sorprende o no quiero que me sorprenda… No sé muy bien cuál es la sensación —dice sonriendo—. Es muy extraño lo que está pasando ahora con los discos. En mi caso tengo una colección inmensa y me regalan frecuentemente amigos, programadores, compañeros… Cojo el disco, lo abro, lo manoseo, lo leo, lo cierro, lo meto en la estantería y me lo descargo en Spotify para poder escucharlo en el teléfono. Tengo ordenadores que no tienen disquetera. Parece que el disco murió, pero no murió todavía. Está ahí latente. Es una buena tarjeta de presentación y una manera más personal de envolver la música. Creo que es necesario que siga existiendo, aunque nuestra relación con el disco haya cambiado o incluso lo ignoremos completamente.
- Es más de coleccionismo que de uso.
- Sí, sí. Y también hay gente que los sigue utilizando (de repente interrumpe una señora que quiere abrazar a Aarón Zapico y felicitarlo por su concierto del martes).
- Dice que se descarga los discos de Spotify. Hace dos años, en este mismo festival, me dijo que escuchaba mucho a C Tangana. ¿Qué hay ahora en sus playlists?
- Estoy escuchando mucho flamenco, porque en el Festival de Granada fui a ver a Pepe el del Morao y estuve investigando y me parece un mundo maravilloso y soy un ignorante de esa música. También me encanta el rap, las bandas sonoras… Lo bueno que trajo Spotify y que creo que tenemos que aprovechar es esa manera de abrir un mundo de posibilidades y escuchar música que de otra manera no podríamos. Sin ello sería muy difícil acceder a determinados artistas y géneros musicales. Escucho de todo.
- ¿También oye los artísticas típicos de Los40, como Rauw Alejandro, Quevedo, etcétera?
- Uff (suspira). Los escucho por curiosidad pero ese mainstream tan absolutamente mercantilista no me gusta mucho. No me gustan las etiquetas de música culta y tal, lo nuestro es música igual que lo de ellos, pero es música muy pobre y me da pena que los chavales no quiera o no puedan, no tengan las herramientas para abrir un poco más esto. Cuando dirigí el Festival de Gijón hacíamos conciertos de música barroca en los pubs y la gente estaba bebiéndose un gintonic y disfrutando música de hace 300 años, y estaban flipando en colores. Entre una canción lenta de Guns & Roses o de Sting y una canción inglesa del siglo XVII no hay tanta diferencia. Lo que pasa es que vas a los sitios y hay unos intereses económicos para que se escuche cierto tipo de música y no sale de ahí.
- Antes dijimos que había estado en Granada, también es habitual en Madrid y en muchos festivales. ¿Cree que está en el mejor momento de su carrera?
- (Duda durante unos segundos). Sí, posiblemente sí. No tanto por el éxito o el reconocimiento que te pueda llegar, sino porque aprendes a estar por encima de ciertas cosas. Antes me preocupaba más llegar a determinados sitios y ahora ahora soy más consciente de que puedo controlar parte de lo que me ocurre. Pero en otras, es tan aleatorio nuestro mundo, que es hoy sí y mañana no se sabe. En España, sobre todo, hay una carencia de lealtad a los artistas de aquí que te hace estar en un albur.
- En más de 25 años de trayectoria ha hecho de todo. ¿Qué proyectos son los que le ilusionan y cuáles le dan pereza hacer?
- Hay muy pocas cosas que no me apetezca hacer. Soy una persona que siempre busca el lado bueno de las cosas: si no es la música es el sitio, o si no las personas. A nivel de realización personal me gusta mucho cuando dirijo orquestas sinfónicas, porque accedes a otro tipo de público y de espacios y me encuentro muy cómodo. Pero también me gustaría tener una parte social más activa. Es frustrante que no acabe de encontrar el sitio donde poder desarrollar una parte social que durante una etapa de mi vida hice. Por ejemplo, hacer música para colectivos más desafavorecidos o conciertos didácticos para niños… Lo intento, pero parece que la sociedad no tiene espacio o renuncia a ello. Es muy difícil de encontrar aunque te ofrezcas. Egoístamente tenemos que crear público con los niños y , por otro lado, no debemos dar la espalda a otras realidades que están ocurriendo.
- En parte, este festival hace una labor similar. Trae a un pueblo pequeño la música que de otra forma no llegaría jamás.
- Es fundamental la descentralización. Que en el siglo XVIII Literes tuviera que ir a Madrid, se entiende. Pero que en el XXI tengamos que ir a Madrid… Tienen que ocurrir cosas en los pueblos. Algo bueno que trajo la pandemia es la revalorización de las zonas rurales.
- Si hablamos de proyectos que ilusionan, imagino que el ser jurado del Premio Princesa de Asturias debe ser uno de ellos. ¿Cómo llegó a estar ahí?
- La Fundación Princesa de Asturias tiene muchas cosas buenas y una de ellas es que no da la espalda a Asturias. El impacto económico de todo el conglomerado de la fundación es bestial, tanto para restaurantes, hoteles, empresas de luces, de butacas… Hay un estudio muy concienzudo para que el beneficio revierta en la propia Asturias. Dentro de eso, de los 150 miembros de todos los jurados no descuidan que haya un porcentaje de asturianos. En mi caso, supongo que se mezclan los méritos que puedan valorar que tengo interesantes y el ser una persona de allí.
- Por cierto, en sus redes sociales vemos que es muy aficionado a correr. ¿Qué le aporta como músico?
- Siento que se me va la toxicidad. Llevo dos años con un entrenador y la diferencia es total. La vida de músico es muy solitaria y hay que aguantar a gente de todo tipo. A veces se te va creando una bola que se me quedaba en el estómago. Ahora, salgo a correr y me libero. Soy muy constante y maniático. Muy metódico. Pasar un día sin estudiar era impensable y esa manía la trasladé al correr. Antes echaba tabaco en la maleta por si no había donde fuera, y ahora echo las zapatillas para correr. Dejé de fumar y es lo mejor que he hecho en mi vida y lo asocié a correr. Hay días que me cuesta la vida salir a correr, pero nunca volví a casa arrepentido de haber ido a correr.
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