Un tesoro del mundo

El Comité Intergubernamental de la Unesco incluye el arte jondo en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad · Los intérpretes celebran con entusiasmo la conquista "después de tantos años de lucha"

Calixto Sánchez canta y Manuela Carrasco baila en la sede de la Agencia Andaluza del Flamenco tras conocerse la noticia.
Braulio Ortiz / Sevilla

17 de noviembre 2010 - 05:03

Prueba superada. Cinco años después de una primera tentativa que entonces no cristalizó, el flamenco fue nombrado ayer Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El Comité Intergubernamental de la Unesco anunciaba su decisión en Nairobi, hasta donde se había desplazado el consejero de Cultura, Paulino Plata, pero la noticia se vivía en directo, con entusiasmo, en la sede de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, en Sevilla. "Ya está", respiraba aliviada la directora de la agencia, María de los Ángeles Carrasco, ante las buenas nuevas que llegaban desde Kenia vía skype. Pero el mensaje venía en inglés, y a un volumen bajísimo, y el auditorio, todavía en tensión, permaneció impasible por unos segundos. "Ya está, ya está", tuvo que repetir Carrasco acentuando su sonrisa, y entonces los asistentes rompieron en un aplauso y empezaron a abrazarse entre ellos. Las mejores expectativas se habían cumplido. Al momento, la fiesta se desataba en el patio de la sede, donde se formaba un corro en el que cantaban, bailaban y acompañaban a las palmas intérpretes como Calixto Sánchez, Pepa Montes, Mariana Cornejo, Manuela Carrasco o Pastora Galván.

Desde Kenia, Plata interpretaba el triunfo como el respaldo a un modo de vida: el ámbito jondo "ha sido y es solidario", un "ejemplo de convivencia, de interculturalidad, de diálogo entre el pasado y el presente, entre la vanguardia y la tradición". La decisión de ayer, tomada con la unanimidad de los 24 miembros del comité, era "un acto de justicia" que acababa con antiguos "gestos de incomprensión". El flamenco salía reforzado por la Unesco junto con otras iniciativas como los castells y el canto de la Sibila de Mallorca, la dieta mediterránea, las gastronomías francesa y mexicana, la elaboración del pan con especias croata o la danza de las tijeras peruana. Plata recurrió a una copla para expresar su satisfacción: "La casa de la alegría / la abro por la mañana / y no la cierro en tol día".

La misma euforia se extendía entre los artistas tras conocerse el fallo. Manuela Carrasco aseguraba estar "loca de contenta. Después de muchos años de lucha, lo hemos conseguido"; Andrés Marín recordaba a "los que se han ido y estaban ahí antes que nosotros"; Pastora Galván mostraba su deseo de que la distinción contribuyera a que el flamenco tuviera "una mayor proyección internacional", aunque, puntualizaba, "siempre nos han acogido muy bien".

La de ayer era una jornada de fiesta, pero en las horas previas a la ratificación de la Unesco el flamenco también mostró su realidad más descarnada. En la tertulia con la que los intérpretes combatían la incertidumbre, se hablaba de las condiciones de abandono que sobrellevan algunos artistas tras años de trabajo sin cotizar en la Seguridad Social. Más allá de los triunfalismos, asomaba la dolorosa experiencia de bailaores que se pasan "media vida en los tablaos, y luego no tienen vida laboral", o el difícil destino del cantaor Curro Malena, actualmente con problemas de salud y dinero, y al que la Federación de Peñas de Sevilla prepara un homenaje para recaudar fondos. El guitarrista Joaquín Amador lamentaba, ante estos episodios de desamparo, que "los políticos se hacen la foto y se ponen la medallita, pero luego no ayudan a los intérpretes". Para Chiquetete, sin embargo, el peso de la responsabilidad cae sobre los artistas. "Tendríamos que ser los que lucháramos por nuestras cosas, pero somos muy vagos", opinaba al respecto.

Esperanza Fernández también aguardaba que la Unesco valorara la candidatura del flamenco, y lo hacía acompañada de alumnos a los que adentraba en las claves del cante. No había más que ver el grupo, y escuchar la interpretación de un japonés, para deducir que, en realidad, el jondo era desde hacía mucho un patrimonio universal.

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