Los problemas para que Arturo Fernández tenga una estatua en Gijón
El monumento sufre un aplazamiento que no entienden sus promotores, una entidad local, tras haber sido llevado adelante por el pleno una reubicación según el proyecto original
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Arturo Fernández aún no tiene en su localidad natal el monumento por el que han bregado muchos de sus vecinos, para perpetuar su memoria. La idea de erigir una estatua en honor al popular actor fallecido en 2019 ha enfrentado varios obstáculos en cuanto a su ubicación. Inicialmente, la asociación Gijón Participa, promotora de este proyecto, propuso que la estatua se instalara en pleno paseo de Begoña, frente al Teatro Jovellanos, rincon emblemático por ser una extensión del teatro donde Fernández actuó en numerosas ocasiones. Sin embargo, el Ayuntamiento de Gijón rechazó esta propuesta en marzo de 2024, sugiriendo en su lugar el parque infantil de la Plaza de Europa como la ubicación para la escultura. Este cambio de emplazamiento no fue bien recibido por los impulsores del homenaje, quienes veían en el céntrio paseo de Begoña un lugar de mayor honor y más idóneo desde el punto de vista turístico y sentimental. Dicho teatro era el favorito del actor, como auditorio principal de su ciudad.
La presión de la asociación y de la opinión pública, reflejada en redes y medios, ha llevado a una reconsideración. Finalmente en julio del pasado año se aceptó la petición del grupo municipal del PP para que la estatua de Arturo Fernández se ubicara en el lugar inicialmente previsto. Este acuerdo fue confirmado en el Pleno del Ayuntamiento, tras la insistencia de colectivos locales.
El monumento, valorado en alrededor de 100.000 euros, es financiado por la misma asociación Gijón Participa y no representa un coste para el Ayuntamiento de Gijón. Este aspecto fue clave para evitar más fricciones administrativas y financieras. Ahora se está a la espera de que el proyecto se haga realidad
La biografía de Arturo Fernández
El actor Arturo Fernández fallecía el 4 de julio de 2019 a los 90 años por un cáncer que avanzó rápidamente. El intérprete de tantas películas, obras de teatro y que alcanzó también mucha popularidad a través de la televisión tuvo que abandonar el escenario y su última obra fue Alta Seducción, compartiendo escenario con Carmen del Valle.
En abril de 2019 padeció una dolencia estomacal que le llevó a tener que ser intervenido. Un par de semanas más tarde, ya en mayo, anunciaba la cancelación de su obra de teatro tras caerse y romperse una pierna. Cuando estaba previsto que volviese a las tablas sufrió una recaída que ya fue definitiva. En su última etapa, por veteranía, sus simpatías conservadoras le llevaron a tener encontronazos dialécticos en las redes y en los medios con dirigentes de Podemos. Pero su trayectoria de 70 años en la actuación no puede limitarse a esas frases, a su impostura de icono superado y a su "chatín" que se prodigó por sus discretas series televisivas que le dieron no obstante mucha popularidad.
Su edad se antojaba improbable. El personaje en que realmente se había convertido, el que aparecía en las carteleras y entrevistas en televisión. Renegaba de su edad, entre lo ejemplar y lo coqueto. Era el Arturo Fernández que se había prodigado por Cine de barrio, donde de forma recurrente se siguen emitiendo sus películas románticas, sus comedias urbanas del desarrollismo y sus tramas costumbristas.
Era el galán de Las chicas de la Cruz Roja, de Rafael J. Salvia, de 1958, con Concha Velasco, Antonio Casal o Katia Loritz, iconos de una época en la que España había comenzado a cambiar. Hijo único de un matrimonio asturiano, su padre se exilió con la Guerra Civil por su militancia anarquista. El fallecido actor tuvo una infancia complicada y por su porte se decidió a probar suerte en los escenarios y pronto le llegaron las oportunidades. Desde la compañía de Conchita Montes y Rafael Rivelles dio el salto a la pantalla, con incursiones en películas como La trinca del aire hasta alcanzar su protagonismo más destacado, como delincuente en una Barcelona de cine negro en Distrito Quinto, de Julio Coll, en 1958.
La casa de la Troya (1959), María, matrícula de Bilbao (1960), la gaditana La viudita naviera (1962) y formando pareja con Carmen Sevilla en Camino del Rocío (1966) (en duelo con Paco Rabal), con Lina Morgan en La tonta del bote, o con Lola Flores en Casa Flora (1973), donde coincidió con Máximo Valverde o Camarón, sus apariciones siguen siendo actuales por las continuas reposiciones de estos títulos comerciales en las cadenas de televisión. Lo convirtieron en presente aunque desde hace años ya era pasado. En 1991 protagonizó con Isabel Pantoja El día que nací yo, segunda intervención de la viudita tonadillera que fracasó en la taquilla.
En TVE protagonizó algunos Estudios 1 como Dulce pájaro de juventud, tras muchos años interpretándola en los escenarios, pero por sus abundantes y exitosos compromisos teatrales de vodeviles no tuvo frecuencia en la época dorada de los dramáticos de la cadena pública. En la serie de Jaime de Armiñán Las doce caras de Eva, en 1971, intervino en el episodio Cáncer con Antonio Ferrandis y Paco Valladares.
Una de sus apariciones en el cine más afortunadas fue en el rol de pícaro crepuscular, junto a un Paco Rabal en racha, con Truhanes, en 1983, de Miguel Hermoso, donde también aparecía Lola Flores. De aquellos personajes que calaron en una audiencia que se estaba escapando al videoclub se probó con una de las primeras series de Telecinco, de igual nombre, en 1993.
Todavía la industria de la ficción televisiva española estaba en mantillas y el proyecto pinchó. Pero Arturo ya está con el objetivo puesto en rentabilizar su presencia en las cadenas para a su vez dar bombo a su trabajo en el escenario, que a fin de cuentas era lo que le apasionaba. En el montaje La chica del asiento de atrás, en 1983, su trasero se convirtió en el más popular de España, con un desnudo integral masculino que causó sensación en su momento.
Pilar Miró como directora general de RTVE, contó con él para encargarse personalmente del Especial Nochevieja de 1987, con Carmen Maura de pareja, en un maratón que no es de los más recordados por ellos, sino porque fue el de la famosa teta de Sabrina.
Con otra veterana como Lola Herrera encontró su gran popularidad vía catódica con La casa de los líos, telecomedia pura en Antena 3, proyecto de Eduardo Campoy, donde con la maquinaria necesaria de gags se convirtió en la compañía de los domingos por la noche entre 1996 y 2000. Arturo, acompañado de Florinda Chico o Miriam Díaz Aroca, tenía ya ese "chatín" (y "chatina") en la boca que transportó al lenguaje coloquial de los españoles. En la ficción era el hermano de Lola que se quedaba a vivir en su casa tras divorciarse y allí hacía vida de soltero de oro, entre sobrinos, amigotes y ligues despampanantes: Arturo en esencia.
En 2007 TVE tuvo el despropósito de encargar Como el perro y el gato, donde Arturo daba vida a un personaje arquetípico suyo y un fraile imposible, compañero de otro veterano de la revista y el vodevil teatral, Quique Camoiras. La audiencia castigó con su indiferencia esta pobre y desfasada comedia, impropia para una corporación pública que sólo unos meses antes había formado un ERE de reconversión considerable.
En la vida real estuvo casado con María Isabel Sensat en 1967 y el matrimonio duró 10 años, con tres hijos en común. Su pareja desde 1980 era Carmen Quesada, sin causar escándalos que afectaran a su relación de cara al público. Su atuendo e ínfulas de ligón nunca fueron obstáculo para llevar una apacible vida sentimental.
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