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Este sábado se cumplen 17 años de la boda de Felipe VI y Letizia. Una cita lluviosa que tuvo lugar en la mañana del 22 de mayo de 2004. ¿Quién no recuerda dónde se encontraba aquel día? El 'sí, quiero' de los entonces príncipes de Asturias dejó grandes anécdotas que ocurrieron dentro de la Catedral de La Almudena y del Palacio Real que puede que ni los propios protagonistas recuerden.
Quizá la más mediática fue la sonada ausencia de Ernesto de Hannover en la ceremonia por culpa de la resaca, producto de su escapada nocturna a la discoteca Gabana. La imagen de la princesa Carolina, más sola que la una, llegando a La Almudena con un traje de chaqueta de Chanel color cielo dio la vuelta al mundo.
Pero puede que lo que algunos no saben es que el que fuera marido de Carolina de Mónaco sí que estuvo presente en la comida, ya que se coló por una puerta lateral del Palacio Real para que nadie lo viera. Lo primero que hizo el primo de la reina Sofía -pues hay que recordar que ambos pertenecen a la casa de Hannover- fue acercarse a la madre del novio y disculparse por su ausencia. La Reina Emérita, que siempre le ha tenido muchísimo cariño, le sugirió que a quién tenía que pedirle perdón no era a ella, sino a los novios. El buen Ernesto atendió la petición de su prima y se disculpó ante Felipe y Letizia.
Aunque muchos achacaron la mala cara de Doña Letizia a los nervios, a la decepción de la lluvia y de no poder lucir su vestido de 160 metros de cola por la alfombra roja, lo cierto es que -unos años después hablando con un grupo de periodistas sobre aquella mañana- la misma Reina comentó que se encontraba bastante mal porque los días anteriores había sufrido una infección de garganta que le había provocado muchísima fiebre y que estaba hecha polvo.
Otro de los datos que mucha gente desconoce fue el precio del vestido de Letizia. Pertegaz cobró por su diseño, que llevaba hilo de oro y plata, sólo 6.000 euros. El traje, que se encuentra en el Palacio de Aranjuez para el que quiera verlo de cerca, fue valorado en 2004 en unos 45.000 euros.
¿Y cómo olvidar el arranque de Froilán, el paje más travieso de la ceremonia, que, en plena boda, se levantó de su asiento para arrearle una patada a una de las damitas de honor? La pataleta previa de su primo Juan Valentín, negándose a entrar en la catedral hasta el último momento, tendría que haber pasado a la historia, pero lo de Froilán lo superó e hizo que los llantos del hijo mayor de la infanta Cristina acabaran pasando desapercibidos.
La lluvia no sólo no dejó lucirse a la novia en todo su esplendor durante el camino del templo madrileño a palacio, sino que los invitados tuvieron que ser trasladados de un sitio a otro en autobús. Eso provocó largas colas de seguridad a la entrada de la escalinata y en los baños de palacio, que no estaban preparados para tanta gente de golpe. Algunas invitadas tuvieron que esperar una hora para poder retocarse. Eso hizo que todo se retrasara y que la comida, servida por Jockey, no comenzara hasta las tres y media pasadas. ¿Consecuencias? Pues que Carlos de Inglaterra se marchó sin despedirse ni tomarse la tarta nupcial porque su vuelo a Londres se iba sin él a bordo.
El restaurante madrileño hizo cinco menús de boda distintos para la variedad de religiones y dietas de los invitados. El personal de protocolo de la Casa Real fue el encargado de probarlos pero la que tuvo la última palabra no fue la novia, sino la Reina Sofía. La madre de Felipe VI decidió que de aperitivo se sirvieran 17 entrantes, más jamón, cada uno de ellos de una Comunidad Autónoma distinta. Durante el servicio de la comida hubo varios errores que el personal de Zarzuela intentó subsanar, pero sin mucho éxito. Como en todas las bodas, los niños, que eran pocos, ya que la gente no estaba invitada con hijos, tuvieron su menú infantil con croquetas y escalope.
No hubo baile ni barra libre, como suele ser normal en un enlace. Los más de 600 invitados que se quedaron hasta después del banquete se desplazaron a los salones que tiene el Palacio Real, el del trono incluido. Allí disfrutaron de café, copa y charla con los novios. Los más tardones se fueron a su casa a la una de la madrugada. La actual Reina estaba agotada, pero su recién estrenado marido estaba disfrutando de la velada, así que Letizia tuvo que pelear un poco para llevárselo de vuelta a casa.
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