La vendimia da ‘buenos caldos’ a pesar del estrés hídrico de la uva en Almería

Vitivinicultura

La producción merma progresivamente con el paso de los años a consecuencia del cambio climático y la falta de precipitaciones

La calidad de las cepas autóctonas de la zona es inmejorable en esta campaña

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La vendimia en Laujar de Andarax.
La vendimia en Laujar de Andarax. / Javier Alonso

La falta de precipitaciones en los campos de Almería está causando verdaderos estragos en los diferentes tipos de cultivos de la provincia. En las entrañables montañas de la Alpujarra almeriense, zona de uvas por excelencia, los parrales y viñedos resisten como pueden a un año en el que la nieve apenas ha tocado las altas cumbres de Sierra Nevada y las lluvias no se han dejado ver por la Sierra de Gádor.

Así es el panorama en la zona de Laujar de Andarax, tierra de vinos, donde el final del verano lo marca sin duda cada año el tiempo de la vendimia. Allí, Justo Sánchez de la bodega Cortijo del Cura, encara la recta final para cosechar sus uvas que a pesar del cambio climático presentan una calidad excepcional.

“La uva autóctona es de calidad inmejorable, no puedes pedirle más. No hemos tenido ninguna plaga este año y apenas se han perdido kilos de uva, lo que hay es lo que ha sido capaz de dar el árbol por sí solo”, en un año en el que no ha llovido absolutamente nada y cuyos viñedos son completamente de secano. Y es que en esta finca, se siguen a rajatabla las prácticas ecológicas porque son parte de sus principios. Por lo tanto, llevan a cabo una política de no utilizar riego por goteo, basándose en la en la tradición de la zona de cultivar en secano aprovechando al máximo los recursos de la tierra. “La planta es sabia”, y continúa creciendo aunque no haya agua, sacando de una tierra aparentemente seca los sustratos necesarios para producir los mejores frutos.

A medida que se adentra entre las filas de viñas, sus palabras reflejan cómo ha cambiado la situación desde que pisara por primera vez las tierras en las que desde entonces trabaja de forma incansable. “El año en el que adquirimos la finca, la precipitación anual rondaba los 1.000 litros, mientras que hoy apenas caen entre 60 y 100 litros”, explica preocupado el agricultor porque el estrés hídrico está llevando a las plantas a secarse progresivamente. 

La producción, también ha mermado desde entonces, “hace treinta años recogíamos 80.000 kilos y hemos pasado a cosechar solo 15.000 kilos en esta campaña con la misma extensión de terreno". En un recorrido por las 14 hectáreas y media de viñedos en la que dan fruto más de 40.000 cepas, se puede observar como las autóctonas, como la Jaén Blanca y la Garnacha, se han adaptado mejor al clima seco, mientras que variedades como la Cabernet Sauvignon, Syrah y Merlot, que requieren mayor cantidad de agua, están empezando a dar menos fruto e incluso perderse. 

En total han sido 6 días duros de cosecha desde que comenzara la campaña el pasado 20 de agosto, haciéndolo unos días antes de lo normal, pero aún así algo más tardía que el año anterior. Apenas cuatro personas terminan de recoger lo que queda en los árboles para elaborar cajas de 15 kilogramos que se trasladan a la entrada de la bodega, donde otro de los agricultores espera para empezar el proceso de convertirla en vino.

La uva llega del campo en racimos enteros, tal cual la cortan del árbol, y una vez en la puerta de la Bodega Cortijo del Cura no se vuelve a ver hasta estar embotellada. El primero de los pasos consiste en depositarla en una “despalilladora”, en la que se separa el fruto de sus tallos para de manera mecánica pase a una cuba fría en la que se conservará durante unos días a una temperatura de 18ºC, lo que le permite coger todo el aroma. La masa de uva, pasa de la cuba a la prensa a través de unas tuberías para sacarle el líquido. Tras este proceso, comienza la fermentación, que dura aproximadamente unos 15 días hasta que todo el azúcar de la uva desaparece y se convierte en alcohol. 

Y así se elaboran, sin ningún tipo de aditivos, los ocho caldos que ofrece esta bodega a los amantes de la enología. “La clave es que fermente despacio, para que el vino conserve todos los aromas de una uva que ha sido cuidada con esmero y mucho trabajo. Por lo general los tintos lo hacen más despacio y por eso suelen ser los mejores valorados ”, explica el dueño de la bodega con la pasión de quien transforma su materia prima en una auténtica joya con la que mojarse el paladar.

Pero a pesar de los buenos vinos, y de los resultados positivos de esta campaña, el sector mira al futuro de la viticultura de una forma muy pesimista. “Si seguimos así, no sé cuánto tiempo más podremos aguantar. Si tú no comes, si tú no bebes, al final tú no tienes vida, y si no tienes vida, te mueres. Pues ya está, es lo mismo, la naturaleza es sabia y nosotros la hemos matado”. Ante esto, la única solución es “dejarla vivir”, sin tratar de recuperarla con productos químicos con el objetivo de conseguir una fruta bonita, que más tarde se convertirá probablemente en el peor de los vinos.

Un impulso para el futuro de la bodega

Mientras Justo muestra la realidad del momento y cosecha algunas uvas de los viñedos, la bodega sigue funcionando un poco más allá de la vendimia y de la transformación del fruto. Es su hija Estefanía quien tomará próximamente el relevo y quien ha decidido reinventarse para que la agricultura siga siendo rentable en este sector. Un grupo de turistas extranjeros pasean junto a ella entre las villas mientras ella les cuenta la historia del lugar, de su familia y de cómo el vino y la uva les ha llevado a estar donde están hoy. Al finalizar la visita guiada, los turistas participan en una cata del vino, mediante la que dan valor al líquido que tienen delante gracias a la historia y el trabajo de más de 30 años dedicados al campo. Y esque si no fuese por este tipo de actividades, sería imposible vivir de ésto mucho tiempo más, teniendo en cuenta que la situación empeora por momentos debido a un abandono de las tierras por la falta de rentabilidad de este tipo de negocios.

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