La última huerta de Almería, un pulmón verde lleno de vida

Entre Los Molinos y Villablanca queda un reducto de tierras cultivables que lleva 6 generaciones dando frutos 100% naturales, la Huerta Blanco y Negro · Ocupa 3 hectáreas

Pascual García, gerente, ha empezado a tomar el testigo de su padre en las labores del campo.
Virginia Hernández / Almería

27 de marzo 2010 - 01:00

Hubo un tiempo en que Almería era un vergel lleno de vida. Por aquel entonces no existían más métodos de cultivo que el tradicional: a cielo abierto, sin trampa ni cartón, sin fitosanitarios, ni máquinas que facilitasen el trabajo... todo se hacía a base de mucha paciencia, trabajo y sudor, utilizando herramientas rudimentarias y la fuerza animal de mulas que acarreaban gangas, arados y pesados tablones de madera para cuidar y preparar las tierras cultivables.

El gerente de la Huerta Blanco y Negro, Pascual García, narra los esfuerzos hechos por sus antepasados (él representa la sexta generación) para levantar la tierra que aparece tras él y los otros múltiples terrenos que poseían dispersos por toda la capital.

Antaño su familia fue la propietaria de una huerta que había en lo que hoy es Regiones, otra en el Seminario, una más en Haza de Acosta, Calzada de Castro, la de la Avenida Monserrat (donde nació su padre, Francisco), la calle Altamira, o la huerta de Los Picos, en alusión a la calle que hoy conocemos... "Hasta la Estación de Autobuses antigua era una huerta", cuenta Pascual.

"El abuelo de mi abuelo tenía muchísimas tierras y las fue repartiendo entre sus hijos". El terreno 'Blanco y Negro' es el último reducto 'verde' que les queda, y es, además, la última huerta que existe en Almería capital. Éste lo compró su bisabuelo en el año 1945. Por aquel entonces le costó 250.000 pesetas, "toda una fortuna" para la época.

Ocupa más de 3 hectáreas, y está enclavada en medio de un mar de ladrillo (el de plástico queda un poco más lejos), entre Los Molinos y Villa Blanca.

Mientras habla, una mula 'airea' la tierra cargando uno de esos útiles que parecen sacados de una vieja fotografía de la antigua Andalucía rural. Es como si el tiempo no hubiera pasado por la finca. Allí se sigue sucediendo la misma dinámica de trabajo desde hace décadas, y Pascual espera poder seguir haciéndolo durante muchas más. A sus 25 años, está a punto de coger el testigo de su padre. No se trata de un encargo prematuro, con sólo ocho o nueve años empezó a cultivar patatas. "Mi abuelo me dejó una parcela de 200 metros para que aprendiera", recuerda. Así, prueba tras prueba, aprendió un arte centenario que conoce a la perfección.

En su finca se produce "de todo, todo el año": cebolletas, apio, berenjena, puerros, e incluso variedades antiguas que ya casi no se encuentran, como el pimiento valenciano antiguo. Además, cuenta con dos productos "fuertes", las patatas (de la variedad blanca 'de toda la vida' o Ran Barner, y la 'ojo de perdiz') y las habas.

Para este campaña, la previsión en términos productivos indica que se alcanzarán las 60 toneladas (Tm) en el primer caso y entre 40 y 50 Tm en el segundo si todo va bien, porque está siendo un año "muy complicado para las habas", explica. "La recolecta se ha retrasado más de dos meses" y hay zonas en las que "se han perdido plantaciones" prácticamente enteras por culpa de las precipitaciones y de los bruscos cambios de temperatura. A él este tema no le afecta tanto porque es de los que opinan que 'más vale prevenir...' y 'cura' y cuida sus cultivos desde que empiezan a despuntar.

Los productos que utiliza son exactamente los mismos que usaba su bisabuelo, "cal viva y azufre" para elaborar el 'caldo Bordelés', un compuesto elaborado con ambas sustancias disueltas. Se trata de materias compatibles 100% con la agricultura que hoy denominamos 'ecológica', sin embargo este nombre no aparece en el vocabulario de Pascual, porque se aplica principalmente a zonas invernadas, lo cual no es su caso.

"¿Qué hay más ecológico que esto, al aire libre? Yo creo que el plástico muy natural no es...".

Las prácticas entre ambos métodos de cultivo (invernadero y tradicional o al aire libre), difieren bastante.

En la huerta los costes suelen ser menores. "No se requieren plásticos, ni abonos... el único abono que usamos es el estiércol natural, y el mayor gasto es la mano de obra para quitar la hierba que crece".

Por contra, las huertas están mucho más expuestas a las plagas y, al no tener una superficie que las englobe, las "semillas entran libremente, se produce una mayor polinización y hay más incidencia de bichos". Además, el rendimiento es menor y los ciclos se alargan considerablemente respecto a los de los invernaderos.

Pese a todas estas diferencias, la mayor resideen la calidad y el paladar. "El sabor es muy diferente". De ello dan fe los clientes que tiene la empresa familiar en distintos puntos de Andalucía. Además de repartir por la provincia, el camión se desplaza semanalmente a Jaén, Córdoba y Granada. Se comercializa "bajo pedido", sobre todo en alhóndigas. De esa manera, el producto se corta el mismo día de la entrega y se garantiza la máxima frescura.

Hace un par de años se habilitó, además, una pequeña tienda para dar servicio a la clientela particular. El horario de apertura va desde las 18.00 horas a las 19:00 h de la tarde de lunes a viernes. Además, los sábados, domingos y festivos se atiende al público desde las 8:00 h de la mañana a las 13:00 h de la tarde.

En la finca no se para de trabajar ni un solo día a la semana. "Siempre hay que estar en el campo" para que la cosecha salga adelante en las mejores condiciones, como lo ha venido haciendo desde el siglo pasado.

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