Una nueva vida para el 'fotomatón' en Almería: "Es rápido y eficiente"

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Las imágenes ‘tipo carnet’ para el DNI mantienen con vida cubículos como el de la Avenida del Mediterráneo

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Rosa Fernández, con sus imágenes recién tomadas.
Rosa Fernández, con sus imágenes recién tomadas. / Marian León

Cabinas telefónicas, quioscos de prensa o buzones de correos. Son elementos que antes poblaban las ciudades y que ahora han desaparecido o su presencia se ha visto muy reducida. Ya no hay guías de ‘páginas amarillas’ en las casas ni se mandan cartas a amores lejanos. La vida de los almerienses ha ido cambiando y las vías se han quedado desprovistas de los íconos que le daban vida, aunque hay uno que se resiste a quedar en el olvido y sigue siendo una actividad económica más que rentable. Son los fotomatones, cañones de imagen que siguen retratando a los vecinos antes de sacarse el DNI o cuando el móvil se les ha quedado sin batería.

Uno de los más concurridos es el que está frente a la comisaría de la Policía Nacional, en la Avenida del Mediterráneo de la capital. Ahí se encuentran Eli y su padre. Él debe realizarse la TIE, Tarjeta de Identidad del Extranjero, documento que refleja que los extranjeros están residiendo de forma legal en España, y que es obligatoria para los no nacidos en España que tienen un permiso de residencia o visado en vigor. “Venimos del Carrefour, pero sabemos que este está aquí”, cuentan.

El que hay en esta arteria cuesta seis euros, pero da un ramillete de fotos a varios tamaños. Funciona las 24 horas del día, valiendo para desprevenidos que hayan olvidado tomarse una foto ‘tipo carnet’ y quieran hacerlo a las tres de la mañana, y, advierten, está videovigilado, con la idea de evitar la tentación vandálica.

Barrios sin fotomatones: Zapillo, Pescadería...

Los ‘fans’ de los fotomatones deben saber cuántos hay registrados en la ciudad de Almería. El ubicado en el 228 de Avenida del Mediterráneo es el único una vez se traspasa el barrio de Nueva Andalucía. No hay en Regiones Devastadas ni en los barrios que colindan al oeste, sí en junto al Centro Comercial Mediterráneo, en la Oficina de Extranjería de la calle Marruecos.

Donde más artilugios hay es en el centro. Uno tiene la Avenida de la Estación, en el número 28, y otro Gregorio Marañón, en el estanco nº13. En el Paseo de Almería hay uno en el tramo ahora en obras, junto a la Puerta Purchena, siendo este el único que hay a la izquierda de la Avenida Federico García Lorca.

Esta información es de consulta pública para los vecinos de la capital en una página web llamada ‘fotomatonesen’ y que invita a los ciudadanos a consultarla con un “venga, vamos allá”.

Eli y su padre no saben qué harían si no estuviera esta cabina. “Siempre que necesitamos una foto venimos aquí, es muy rápido y eficaz”, explica ella. Otro de los motivos que expone es que hay fotógrafos que antes cumplían esa función pero han dejado de hacerlo, lo que reduce la oferta disponible. La calma de la charla a pie de calle se ve alterada en más de una ocasión por la necesidad de ordenar la fila que el equipo de Diario de Almería, en la búsqueda de entrevistados, ha alterado. El flujo de personas dispuestas a dejarse retratar la cara es continúo y el ritmo con el que llegan lo marca el calendario de citas en la comisaría. Cuando esta se vacía, los periodistas se quedan solos en la vereda opuesta.

Seis euros es lo que cuesta el surtido de imágenes. La experiencia no siempre es lo que uno esperaba. A José Miguel Felez la cita con el cubículo se le complicó más de la cuenta. Metió un billete de diez y la máquina no quería escupir el cambio, cuatro euros, que, en época de inflación, no sobran. “Me voy a renovar el DNI y necesito una foto, no me queda otra”, cuenta. “Es caro, esto es una ventaja para el que ha puesto el negocio”, apostilla.

Eli y su padre posan frente al fotomatón.
Eli y su padre posan frente al fotomatón. / Marian León

Él cree que este servicio lo debería hacer la Policía dentro de la comisaría. Interior ya tuvo una disputa con el gremio fotográfico en plena pandemia por la implantación del DNIe, en el que no es necesario llevar fotografía. El ministro del ramo, Fernando Grande-Marlaska, calculó entonces que uno de cada diez euros que ingresan estos negocios viene de esta actividad, una cifra que la patronal aumentó hasta el 30%. Los periodistas se marcharon en torno al mediodía y, en ese momento, casi una hora después de su aparición por la avenida, José Miguel seguía caminando por la acera en busca del técnico que le habían prometido que llegaría.

Algo más risueña está Rosa Fernández, que acude por el mismo motivo a este recinto. “Está justo enfrente, nos viene genial”, cuenta. Dice que es la segunda vez que se ha acercado a este negocio donde el cliente lo debe hacer todo. Pedir la vez, sentarse, entender las instrucciones, meter el dinero y posar medianamente bien son sus tareas. Si le gusta, en cinco minutos habrá salido con un sinfín de copias de su cara en la mano, dispuestas a plasmar alguna de ellas sobre este carnet que es obligatorio llevar a partir de los 14 años.

Casarte y hacerte una instantánea en el fotomatón

Imagina por un segundo ir a una boda, casarte (o ver a una pareja casarse), tomar el cóctel, comer, bailar y, al final de todo, meterte en el fotomatón sin salir del convite. Esta es una realidad que cada vez se da más en las celebraciones. Hay diversas opciones, desde el clásico hasta un ‘audiomatón’ que, además de la imagen, permite dejar mensajes de voz grabados para la posteridad.

Los precios, a consulta en Internet, varían según el grado de detalle que se quiera. El más barato está en torno a los ochenta euros, mientras que los más caros, que incluyen un ‘magic mirror’, pueden llegar a costar hasta trescientos.

A Rosa le encanta el fotomatón. “Aparte del DNI, vienes con tu amiga y te haces una foto chulisima”, dice con una sonrisa en la boca. “Y te la dan al instante, que es lo importante”, apostilla. Es un poco más barato que un estudio fotográfico. “Allí las fotos te salen por ocho euros, dos más”, deja claro. Eli, a su vez, cree que lo mejor es no pasar el trance de decirle a alguien que no le ha gustado su foto. “No tienes que depender de nadie, no está esa presión”, asegura.

Algunos acuden confundidos. “Me tenía que hacer la foto para el pasaporte, me han dicho en la comisaría que ellos no lo hacen allí”, confiesa otro ciudadano. Es la primera vez que apuesta por este recinto y ni sabe que el cuadrículo estaba allí. “Si pudiera hacerme las fotos yo mismo y ahorrarme el gasto, lo haría”, sentencia. Mientras ese día llega, el fotomatón sigue recibiendo a almerienses dispuestos a posar por necesidad o por placer.

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