El mercado castiga sin precio a la sandía, a pesar de las marcas

Los agricultores se quejan de que después de las inversiones en estas acciones para ganar valor añadido, la distribución exige marcas, pero no las recompensa

El campo pide a la Junta que intermedie para no perder el valor añadido.
El campo pide a la Junta que intermedie para no perder el valor añadido.

La sandía almeriense no vive su mejor momento. Lejos de mejorar la situación que vivió el pasado año, en el que sufrió las consecuencias de unos precios desastrosos, hasta el punto de que se tiraron muchos kilos para intentar salvar en lo posible el valor, esta campaña continúa experimentando un comportamiento apático.

La provincia aglutina nada menos que a 16 empresas productoras de sandía que pertenecen a la Asociación Grupo Fashion (AGF), una iniciativa que vio la luz en 2002 y que se ha convertido en el mayor consorcio hortofrutícola de ámbito nacional, con un total de 25 compañías implicadas, para lo que cuenta con la colaboración de la prestigiosa empresa Nunhems Spain, SA, impulsora de la semilla que ha dado lugar a este producto premium.

Almería produce más de 300.000 toneladas de sandía al año, según los datos elaborados por la Fundación Cajamar en el informe 'Análisis de la campaña hortofrutícola de Almería 2008-2009', que recoge un total de 326.000 toneladas, de las que casi la mitad se destinan a la exportación.

Este producto experimentó una caída en el precio de un 14,5% en la citada campaña agrícola, lo que supuso un batacazo más que considerable, pues el campo almeriense apostó por este producto, que fue el segundo que más incrementó su superficie cultivada, con un 13,7%, sólo superada por la de pimiento, que aumentó un 15,2%, lo que le llevó a producir un 14% más que el año anterior.

Este año la situación parece seguir el mismo camino en cuanto al comportamiento de los precios que se pagan por la sandía almeriense, pues los agricultores ya han denunciado que, después de que se les exige producir con arreglo a determinados requisitos de calidad, tales como la obtención de un producto sin pepitas y un estándar de calidad muy elevado, después el mercado no recompensa este valor añadido que se le da al producto. Es decir, las grandes compañías de la distribución, que son las que se quedan con los contratos para el suministro de sandía y su posterior comercialización, exigen, por un lado, que la sandía almeriense tenga la máxima calidad posible, solicitando marcas y certificados que así lo acrediten, pero después no compensan esa calidad, sobreesfuerzo y trabajo del agricultor.

Esta situación también se está dando con los productos que posee certificaciones de calidad, por lo que los productores esperan que la Administración les eche una mano frente a la distribución.

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