La faena sigue viva como un 'hobby' que recuerda a los buenos tiempos de la Uva de Barco
Agricultura
Un grupo de mujeres de Canjáyar han recuperado esta actividad y continúan limpiando la uva a mano antes de ser comercializada en los mercados de la provincia almeriense
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ANDA encargado, mira el reloj….”, es uno de los cánticos que aún resuenan en municipio almeriense de Canjáyar, mientras un grupo de mujeres y amigas limpian con destreza un buen número de racimos de uva recién llegados de las parras, antes de que se los lleven para ser comercializados en el mercado.
Lo hacen sin ánimo de lucro para ayudar a Manuel Abad, uno de los pocos agricultores de la comarca que sigue dedicándose a la uva de mesa en los tiempos que corren. Además de las más de 500 parras que cosecha en esta época del año desde antes de ser de día, Manuel regenta junto a su esposa, una frutería ubicada en la Plaza de Abastos.
En dicho emplazamiento es donde le esperan dos días en semana estas mujeres, quienes reciben con ilusión las aproximadamente treinta cajas llenas de uva para ponerse manos a la obra. Entonces, todas dispuestas con delantales a juego, tijera en mano y cubos individuales para los sobrantes, empiezan su labor. Poco a poco, cogen los racimos y van cortando - algunas con su tijera de toda la vida- las uvas que están podridas, las que no han terminado de crecer o aquellas más verdes que desentonan en el racimo. Una vez tienen los racimos de uva perfectos, Manolo y María las empaquetan en cajas de siete kilos que esa misma noche llegarán a la Alhóndiga Virgen del Mar para ser distribuidas.
Las cancioncillas, historietas y alguna uva llevada a la boca de vez en cuando, son los únicos alicientes que les llevan a reunirse a modo de ‘hobby’ durante algo más de una hora, en la que llegan a limpiar sobre 500 kg de esta fruta.
Según cuentan, algunas de ellas comenzaron en la faena cuando apenas tenían 14 o 15 años, “prácticamente siendo niñas”. Entonces, era un trabajo remunerado y se llevaban a cabo largas jornadas de trabajo para hacerse con un extra de dinero que les permitía darse algún capricho en épocas de esplendor. “En el año 1981 se llegaron a pagar a 164 pesetas por día, lo que hoy es algo menos de un euro, y ahorré para comprarme mi primera máquina de coser”, explica Gloria entre otras hazañas.
A su vez, Gloria reflexiona sobre cómo la faena ha sido siempre un trabajo exclusivo de mujeres. Mientras los hombres se encargaban de cortar las uvas y transportarlas, la limpieza y el empaquetado lo llevaban a cabo las mujeres. “Los hombres cortaban y cargaban, pero lo de limpiar siempre ha sido cosa nuestra”, afirma con orgullo.
Desde entonces, muchas son las cosas que han cambiado, como la variedad de uva que tienen entre sus manos. La uva Crimson es roja, sin pepitas y está dulce como el almíbar, frente a una anticuada uva de barco de piel gruesa que apenas puede encontrarse hoy en día en los supermercados. Además, este trabajo se realizaba por aquel entonces en grandes cooperativas, en las que permanecían sentadas durante horas y supervisadas por la figura del encargado. “Estabamos allí deseando que fueran las seis de la tarde para irnos a casa y no parábamos de mirar el reloj, ahora lo hacemos porque queremos, y porque en el fondo lo echamos de menos”, apunta Herminia.
Lo que no ha cambiado es sin lugar a dudas, la alegría con la que este grupo mueve los racimos para dejarlos impecables, en un esfuerzo por mantener viva la tradición de su pueblo en el que hoy apenas quedan parrales. “Es una pena ver como se está perdiendo esta tradición, porque en realidad no existe otra manera de limpiar la uva de mesa, que haciéndolo a mano tal y como venimos haciendo nosotras durante toda nuestra vida”, afirma Francisca.
Así es como este grupo de amigas ha ido recuperando una tradición, de forma voluntaria y altruista, con el único aliciente de hacer perdurar una parte esencial de la historia de su pueblo y de sus vidas. “Lo único que queremos es ayudar a esta familia de agricultores a limpiar su uva, y a la vez pasamos un rato agusto entre nosotras contando hazañas de cuando éramos más jóvenes y pasábamos muchas horas haciendo este mismo trabajo”.
El motor económico de Canjáyar en los siglos XIX y XX
La Uva de Barco o Uva de Ohanes, es una variedad de uva de mesa producida mayoritariamente en la zona media de la Alpujarra almeriense, llegando en algún momento a ser una de las principales fuente económicas de la comarca y toda la provincia. Aquí mismo se envasaba y se preparaba para exportarla como un bien preciado a las mejores mesas de todo el mundo. Esta variedad de uva se caracterizaba por formar racimos de gran tamaño, que unidos a una piel dura, tenían una calidad excepcional para la conservación.
Los veteranos del pueblo aún recuerdan la agitada actividad de las barrilerías, el bullicio de los jornaleros, los almacenes repletos y el ir y venir de los camiones. El declive llegó cuando a finales de los setenta el precio del fruto cayó ante otras variedades italianas e israelitas. Hecho que daría lugar al cierre de las industrias de barrilería y envasado. La Comunidad Europea, a finales de los ochenta, impulsó el comercio de los exportadores levantinos, dejando en el olvido los bancales canjilones.
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