El crecimiento del olivar aparca el secano y se sube al carro del regadío

En los últimos años la tendencia va hacia sistemas intensivos o superintensivos

Los sistemas intensivos y superintensivos ofrecen una rápida entrada en producción, un incremento en la productividad y una reducción de los costes

10 de febrero 2019 - 05:30

El olivar es el cultivo arbóreo más representativo en España, con 2,55 millones de hectáreas. Se encuentra presente en todo el territorio nacional, si bien en Andalucía se concentra el 62 % de la superficie total y donde Almería cuenta ya con unas 36.000 hectáreas.

El valor de la producción nacional, tanto de aceitunas como de aceite de oliva, en 2017 alcanzó la cifra de 4.879 millones de euros, valor superior a la media de los cinco años anteriores que fue de 3.335 millones de euros. En 2018 se ha producido un descenso importante del precio y en menor medida de la producción, siendo la estimación del valor de la producción un 9,74 % inferior a la del año anterior. Así lo explica en un artículo Ramón Gil Pérez de Innovación Agroalimentaria de Cajamar Caja Rural.

“Los buenos precios del aceite de oliva durante los últimos años han propiciado un importante crecimiento en la superficie dedicada a olivar, plantándose durante las últimas cinco campañas 47.850 hectáreas. Lógicamente Andalucía lidera dicho crecimiento, pero cabe destacar el comportamiento de las otras tres regiones más significativas (Castilla-La Mancha, Extremadura y Cataluña), donde se ha producido un descenso de la superficie cultivada en régimen de secano y se ha experimentado un considerable incremento en el olivar de regadío”. A pesar de que el 77 % de la superficie de olivar se corresponde con explotaciones en secano, lo cierto es que la tendencia en la última década se orienta hacia un crecimiento de las explotaciones con riego, pasando de un 17 % al 23 % que ocupan en la actualidad.

“En lo que respecta a explotaciones tradicionales de secano formadas por olivos de varios “pies”, donde no existe la posibilidad de regadío, la transformación está consistiendo en dejar únicamente un “pie” con objeto de reducir el gasto de recolección, ya que es la labor de cultivo de mayor coste”, explica Gil Pérez sobre las los nuevos mecanismos de cultivo que se están dando últimamente. Además, en las zonas con posibilidad de regadío, durante los últimos años se está observando una tendencia encaminada hacia sistemas intensivos y superintensivos. Así se está consiguiendo una rápida entrada en producción, un importante incremento en la productividad de la explotación, y una reducción de los costes, debido principalmente a la mecanización de las distintas tareas.

Durante los últimos años, debido a los problemas de degradación y pérdida de suelo, dependiendo de la orografía del terreno, se están aplicando técnicas de manejo más sostenibles entre las que destacan principalmente las cubiertas vegetales (sembradas o espontáneas), el laboreo mínimo, y el no laboreo. El olivar de regadío es uno de los cultivos arbóreos con menores necesidades hídricas. Además, con ayuda de los modernos sistemas de riego se está contribuyendo a un uso más eficiente del agua, repercutiendo así en un menor consumo.

Cabe destacar, que el proceso de modernización que está llevando a cabo la industria del olivar hace que se puedan obtener grandes cantidades de subproductos, que pueden ser empleados en distintos ámbitos asociados a la sostenibilidad de los cultivos y a las energías renovables. Entre ellos el alperujo, que se obtiene en el proceso de elaboración del aceite, una vez tratado, y se utiliza como combustible para la producción de energía eléctrica en procesos de cogeneración. España es el principal productor mundial de aceite de oliva. En la campaña 2017/18 se produjeron 1,26 millones de toneladas, representando el 38 % del total.

Los precios marcan el consumo

Los principales países consumidores se ubican en la cuenca mediterránea, destacando Italia, España, Turquía, Grecia, Marruecos y Francia. El único importante consumidor alejado del arco mediterráneo es EEUU, que pese a tener una insignificante producción representa el 10 % del consumo total. A escala mundial el aceite de oliva representa una mínima parte del aceite total consumido, donde predominan los de palma, soja, colza y girasol. En 2017, los elevados precios propiciaron que la facturación de aceite de oliva se incrementase en un 1,3 %. Sin embargo, el consumo per cápita nacional descendió respecto a años anteriores situándose en una cuota del 63,9 %, lo que propició que subiera el de girasol.

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