A contrarreloj para la patata: "Un agricultor vive todo el año mirando la luna"
Tradiciones agrícolas
Juan Fornieles cuida de un vergel en el que siembra patatas para el consumo familiar de todo el año
Este domingo cambia la fase lunar y es la fecha límite para realizar la plantación de este tubérculo
Se acaba el tiempo. Al parecer, la patata es un cultivo que se debe de plantar cuando la luna está en menguante, según nos explica Juan Fornieles mientras labra uno de los terrenos cercanos al Río Chico a su paso por Canjáyar, lugar donde en torno al mes de junio este agricultor estará recolectando una importante siembra de patatas , que será el alimento de su casa y la de sus hijas durante el resto del año.
A sus 77 años, cuida de su vergel “para entretenerse”, y lo hace con mucha pasión, experiencia y mimo. Juan cultiva sus tierras dotándolas de vida y evitando así que se pierdan, aprovechando además para abastecer de este modo su despensa y la de quienes le rodean.
“Todo agricultor vive mirando a la luna”, declara Juan, quien se considera un agricultor “de los de toda la vida”. De familia de agricultores, todo tipo de cultivos a su espalda, y con mucho campo como él mismo afirma. Este hombre con legona en mano y más a contrarreloj que nunca, se encuentra inmerso en la siembra de patatas un año más, cuando ya quedan escasos días antes de que la luna cambie de fase.
Todo aquel que este año se decida a plantar patatas tiene una fecha en mente: el domingo 10 de marzo. Y es que según nos cuenta Juan Fornieles, con la exigencia que debe tener cualquier agricultor que lleva muchos años en esto, hay que plantar “sí o sí” antes de la primera luna nueva de marzo, que es la del próximo domingo.
Y es que esta prisa tiene una razón, que más se basa en creencias que en ciencia, pero que cada año ampara a cientos de agricultores de la zona. “Todos los productos que crecen bajo tierra, como es el caso de la patata, deben ser plantados en luna menguante, mientras que por el contrario aquellos que crecen en la superficie se dice que deben ser plantados en creciente”, según dicta el legado al que se aferra éste, así como muchos agricultores de la zona, y que se transmite con el paso del tiempo a las nuevas generaciones.
“Si no cumples con esta tradición, la cosecha no es demasiado buena porque no se expanden lo suficiente las raíces por lo que los kilos son menos, además la patata empieza a crecer hasta salirse de la tierra donde una vez en la superficie el sol directo le va a hacer perder la calidad”, nos explica.
“Es lo que toca ahora, la patata”, nos cuenta Juan mientras pasea por el vergel enseñando las diferentes zonas en las que tiene plantadas todo tipo de hortalizas. Habas, guisantes, tomates, cebollas, ajos… un auténtico paraíso de la materia prima de calidad, donde indudablemente hay de todo. “Mientras tenga fuerza, nos pueden faltar muchas cosas pero no nos va a faltar qué comer”, afirma.
“Este es mi rincón favorito del mundo, donde vengo a despejarme, y donde cada fin de semana disfruto de mis hijas y mis nietos a los que también les encanta venir aquí a disfrutar de la naturaleza, ayudarme en las labores, y por supuesto a llenar el cesto”, nos cuenta entre risas Juan Fornieles.
“Las patatas las planto dos veces al año, una que se recoge en enero y otra en junio, por lo que comemos patata todo el año. Aquí acaba un cultivo, arrancamos, y ponemos otra cosa. Así es como vamos autoabasteciéndonos mientras podamos”.
La preparación del terreno es la parte más laboriosa de este cultivo que es la fase que precede a la siembra de las “yetas”. Juan nos enseña con maestría como se extraen estos pequeños brotes. De una misma patata, consigue al menos diez trozos para plantarlos en la tierra previamente preparada, convirtiéndose cada uno de ellos en una planta. “Es un cultivo muy factible, porque con una patata tienes muchas plantas y el coste es mínimo como puedes comprobar”, reseña mientras la trocea.
Lo más nos llama la atención del pequeño trozo de tierra en el que está trabajando Juan, es la peculiar forma que tiene la superficie en la que se están plantando las patatas. “Son caballones, una forma que se usa en este municipio para plantar las patatas debido a las características de la tierra, que en esta zona de Almería es muy arcillosa”, explica.
El caballón es la pequeña montañita o elevación que queda tras el arado, es decir lo que queda entre los surcos que se ven en el terreno. “Se hace así porque necesitamos que la patata esté plantada de forma alejada de la superficie, ya que cuando se riega la tierra tiende a apelmazar. Con este sistema las raíces absorben el agua dejando la zona del tubérculo seca para que pueda continuar creciendo”, explica Juan.
Los caballones se suelen hacer en la actualidad con tractores, aunque los agricultores tradicionales como Juan que no producen más que para sí mismos, los suelen hacer con una azada o legona. “La maquinaria ha ayudado mucho a la agricultura porque facilita muchísimo el trabajo, que de por sí es muy físico. Pero eso es rentable cuando se planta a gran escala porque es una importante inversión, yo por el momento me apaño con las dos manos como lo he hecho toda la vida”, reseña Juan Fornieles.
En cierta manera, Juan entiende que la agricultura sea un oficio que se esté perdiendo entre los jóvenes. “Es un trabajo muy duro a pesar de los avances tecnológicos, cada vez menos rentable porque requiere mucho tiempo y de una inversión cada vez mayor. Además cada vez quedan menos agricultores de los de antes que puedan enseñar a los jóvenes cómo hacer las cosas bien. Los nuevos agricultores ya casi no miran al cielo para ver la luna”, concluye Juan en una reflexión con la que podemos entrever la diferencia entre el antes y el ahora del sector agrario.
Las lucha agrícola, una cuestión necesaria
Jubilado desde hace más de 12 años, pero agricultor de corazón para toda la vida. Por eso Juan Fornieles entiende perfectamente las manifestaciones que están llevando a cabo los agricultores en los últimos tiempos. “A los políticos les diría que cuiden a los agricultores porque es imposible vivir de esto con las condiciones que se están dando. Los costes cada vez son más elevados y los precios siguen bajando por la entrada de productos de otros países, por lo que esta profesión está abogada a extinguirse”, reseña.
Jóvenes agricultores: Una solución al éxodo rural
El campo ofrece muchas oportunidades, y según Juan, si los gobiernos invirtieran en incentivar la agricultura, las zonas rurales estarían más pobladas. “La gente se marcha a las ciudades a buscarse la vida sin saber que aquí con un poco de tierra no necesitas más, y que de esto hemos comido muchas familias. Muchos jóvenes apostarían por esto si se les ayudara y se les diera algo de formación”.
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