El 'Chambi', un helado artesanal almeriense con el sabor de toda la vida

El helado es el postre del verano por excelencia y no hay quien se resista a probar uno de estos deliciosos manjares sea cual sea su sabor. En el pequeño pueblo almeriense de Antas, la tradición heladera perdura en el tiempo gracias a Mariana y su carrito de helados en el que vende ‘el chambi’, un helado artesanal con una receta secreta que ha pasado de generación en generación y lleva toda la vida conquistando los paladares.

Mariana es una heladera desde la cuna, a la que le corre el helado por las venas. Fueron sus abuelos los que emigraron a Francia y regresaron con la receta del “chambi”, un helado de vainilla con un toque especial que lo distingue del resto. Este particular sabor se ha mantenido intacto desde entonces, y es el verdadero tesoro de este negocio familiar que va ya por su tercera generación. “Mi abuelo estuvo en Francia y de allí se trajo la receta del chambi. Luego, mi madre continuó con la tradición, y ahora soy yo quien lo elabora”, comenta la artesana.

Ahora es ella quien lleva su carrito de helados a los mercados del Levante almeriense como Huércal-Overa, Los Gallardos, Vera y Villaricos siendo una de las pocas en la provincia que sigue apostando por el helado artesano. Además, mantiene un kiosco de helados en el pueblo, que es para muchos un punto de referencia donde conseguir un buen helado, y que le permite vivir de su negocio durante todo el año. “En verano se vive bien del helado, pero yo sigo vendiendo todo el año. Aquí en Antas, mientras haya sol, se vende helado”, asegura Mariana.

En estos puntos, lleva más de treinta años vendiendo su helado en diferentes formatos. Pero el “chambi” no es el único producto que se vende, también ofrecen helado a la crema y granizados de café y limón, todos elaborados con ingredientes de calidad y con receta artesanal. Sin embargo, es el “chambi” el que ha conquistado a varias generaciones, quienes asocian este sabor con los recuerdos de su infancia.

“Muchos niños insisten a sus padres para que los lleven al mercado a comprar chambis. Es un sabor que los acompaña desde pequeños y que ahora comparten con sus propios hijos”, reseña orgullosa la heladera.

Esa es sin duda, la mayor satisfacción de Mariana, una heladera de las que ya no quedan y profundamente enamorada de su profesión. “Tengo una clientela preciosa”, apunta emocionada, donde el que sigan apostando por ella y demostrándole el cariño son los motores para seguir repartiendo helados con esa alegría que la caracteriza.

El negocio es un verdadero éxito, pero los días están contados. Sus hijos no pretenden continuar con el legado familiar y es algo que a esta heladera le transmite mucha nostalgia. “Yo le digo a mis hijos que es una pena que esto se quede en mí. Me gustaría que mi hijo mayor siga lo mío pero de momento no quiere. Espero que algún día reaccionen ellos y decidan seguirlo”, explica la artesana.

En varias ocasiones, Mariana ha recibido ofertas por su receta, pero ahora mismo lo tiene claro: no está en venta. “Si mi hijo sigue, no. Pero si no sigue nadie de mi familia, sí me gustaría compartir la receta para que ‘el chambi’ no muera”. “Pero que yo, mientras Dios me dé salud, aunque tenga que ir con el callado estaré vendiendo el chambi solo por ver la cara de mis niños chiquitajos”, apostilla emocionada.

Y es que ‘el chambi’ no es solo un helado, es un pedazo de historia, una tradición que ha sobrevivido gracias al amor y la dedicación de una familia que ha sabido preservar lo auténtico. “Es el único helado que queda de antes”, dice con orgullo. Y es que, en un mundo donde lo industrial parece dominar, hay sabores que nos recuerdan que lo casero y hecho con cariño, siempre tendrá un lugar especial así como la capacidad de transportarnos en el tiempo.