Un cementerio de olivos centenarios en Almería
Agricultura
Decenas de árboles sufren en soledad la sequía que asola a los campos de comarcas olívicas como Tabernas o Sierra Nevada
Los agricultores pierden las campañas o, directamente, los abandonan al no resultar rentables
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El paisaje es lúgubre. La vida se va alejando conforme el agua desaparece. La fortaleza y robustez de un olivo convertida en una masa inerte, de tristes colores, de aspecto mortecino, si es que la sequía no le ha dado ya la extrema unción bajo el sol abrasador de las últimas semanas.
Así se encuentran varios centenares de hectáreas en tierras tradicionalmente olívicas, que crecieron y se desarrollaron al amparo de almazaras. Hoy, sin embargo, con unas nubes que echan más barro que gotas y con el agua convertida prácticamente en un tesoro, los cultivos se pierden ante la tristeza de los dueños, que soñaban con un futuro agrícola más halagüeño.
La película El Rey León hizo famoso aquel cementerio de elefantes, situado al norte de las Tierras del Reino, donde Simba nunca debía de ir según las órdenes de su padre, Mufasa. En los campos de Tabernas, Sierra Nevada o Bajo y Medio Andarax no hay leones ni hienas. Lo que sí hay son esqueletos. No de elefantes, sino de olivos. Centenares de ellos, sin necesidad de ser enterrados, descansan en paz. Sus raíces ya no son capaces de encontrar agua en una tierra tan dura como agrietada. Los goteros, desmadejados, que hay a los pies del tronco evidencian que hubo un pasado, si no esplendoroso, sí por lo menos aceptable en lo cosechero. Hoy hay polvo y paja.
Factores que han contribuido a este cementerio de olivos centenarios hay muchos. Por supuesto, la mano del hombre está detrás. El planeta no lo aguanta todo, ni casi todo. “Donde había un olivar más o menos sostenible, se ha puesto ahora uno en espaldera aprovechando la fama de ese aceite, lo que ha multiplicado por diez la densidad de plantación. No hemos aprendido de los errores del pasado”, decía en una entrevista a este medio Jaime Martínez, Ingeniero agrónomo y especialista en modelos de simulación de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC en Almería.
Centenares de olivos, muchos de ellos con más mili que los agricultores que están al cargo, juntos en plan marcial, con poco espacio entre ellos para que enraícen y se desarrollen como es debido, en zonas áridas y cada vez más desabastecidas de agua... El cóctel perfecto para que la tierra se convierta en un lugar inverosímil para el cultivo.
Almería cuenta con unas 12.000 hectáreas de olivo, lo que esta campaña le va a llevar a producir en torno a 13.000 toneladas de aceite, según previsiones de la Junta. Es la provincia andaluza que menos aceite de oliva exporta, suponiendo apenas un 0,4% del total regional. Sin embargo, también es la que más crece en el mercado internacional, con un aumento del 403% y un valor total de 8,4 millones de euros, según los datos de rendimiento de los cinco primeros meses facilitados por Andalucía TRADE.
Cultivos sostenibles
La sostenibilidad es la clave. Quizás la palabra esté bastante manoseada en estos tiempos de cambio climático, pero es el eje en el que debe de girar cualquier acción del ser humano. Hace ya bastantes años que el campo de Almería se dio cuenta de que cada gota de agua cuenta, de que su producción iba a ser insostenible si no aprovechaba con sentido común todos los recursos hídricos que están a su alcance. Optimizar para que el campo no se convierta en tierra yerma. Se hace necesario que el ecosistema sea capaz de regenerarse, el ciclo de la vida que se cantaba en el Rey León. Si los acuíferos siguen sobreexplotados y se vacían, la desertificación va a seguir avanzando como una Santa Compaña medio ambiental.
“La desertificación es un reto de futuro que tenemos que solucionar, no es algo meramente conservacionista. El problema es que te erosiona los recursos productivos, y entonces, estás vendido, no puedes desarrollarte”, aseguraba Martínez en un reportaje en Diario de Almería sobre el peligro de la desertificación y ponía un ejemplo de producción insostenible: “En Irán se han liquidado todos los acuíferos por demanda de pistachos a nivel internacional”. Un espejo en el que mejor no mirarse.
Toca ser conscientes de la situación. Santa Bárbara no vendrá a regar las macetas. Hay que apostar por producciones sostenibles y no olvidar que estas tierras yacen olivos centenarios que un día fueron productivos, pero que por culpa de la sequía terminaron no siendo rentables.
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