Las castañas asadas, un imprescindible de las calles almerienses en Navidad
Negocios
El puesto ambulante de ‘El Tiznao’ vende cada temporada 7.000 kilos de castañas y lleva más de treinta años asándolas en varios puntos de la provincia
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Con la llegada del invierno, y con él de la Navidad, muchos son los vendedores ambulantes que inundan las calles con sus negocios y que en muchas ocasiones se han convertido en un clásico de esta época del año. Entre estos comerciantes ‘nómadas’ encontramos una figura imprescindible en la estampa navideña de Almería, la del castañero.
Y si hay algún puesto de castañas asadas que sea famoso en la provincia almeriense, ese es el de ‘El Tiznao’. Francisco Javier González -o Paco el Tiznao para los más allegados- es uno de los encargados de que se puedan degustar desde hace muchos años estos deliciosos frutos recién hechos cada tarde. Desde el 28 de octubre y hasta el 1 de enero, diariamente sale a vender este alimento en el Bulevar de El Ejido, donde es muy fácil reconocerle por el increíble olor que desprende su carrito situado en la esquina frente a la tienda ‘Sfera’ donde lleva ya más de una década.
En asar las castañas tarda entre 7 y 10 minutos, y a simple vista el trabajo parece sencillo, pero “el que sabe hacer castañas sabe que es más complicado de lo que aparenta, que no es llegar del almacén, cortar el saco y echarlas aquí”, apunta Francisco mientras vuelca las castañas en la ‘paila’ que tiene al fuego. Antes de asarlas, las castañas pasan por un proceso de preparación de cuatro horas para que puedan pelarse bien y para garantizar su calidad, haciéndoles una criba en las que se eliminan todas aquellas que puedan estar picadas. Una vez listas, se les hace un pequeño corte a cada una de ellas y se van revisando una a una que están en las mejores condiciones para llevarlas a la venta.
Para prepararlas, lo hace en una sartén con agujeros que tiene ya más de 30 años. Las golpea y remueve hasta que están en su punto para después llevarlas a unas pequeñas ollas en las que mantienen el calor y “se ponen más blandicas que es como están más buenas”. Los clientes no paran de llegar constantemente, de todas las edades y nacionalidades, para hacerse con uno de los cartuchos en los que Francisco va envasando sus castañas, más grandes o más pequeños, en función del dinero que quieran gastarse. “El más pequeño vale un euro y lleva una docena más o menos, aunque a veces me piden castañas ‘como pa una boda’ y les echo un par más para que se vayan contentos y vuelvan pronto”, dice orgulloso mientras no deja de atender amablemente a todo aquel que se acerca al puesto.
Así, diariamente vende cerca de 40 kilos de castañas, que se dice pronto. Al año, se traduce en 7.000 kilos que antes de que empiece la temporada adquiere directamente en el Valle del Jerte (Extremadura). “En septiembre me voy para allá, que es donde está la castaña de mayor calidad y las compro al por mayor para poder tener precios tan humildes y competitivos, que son parte de la esencia de mi negocio”, explica.
El éxito de sus castañas, es sin duda el ‘boca a boca’ y muchos años de historia. Y es que “El Tiznao” lleva toda una vida dedicada a las castañas, desde que apenas alcanzaba los 8 años de edad. El negocio le viene de su abuelo materno, quien vendía castañas en el Cine Molina de Berja hace más de 40 años. “Con los padres de mi madre nació esta tradición en mi familia y de ellos nos viene también el apodo, porque al trabajar con el carbón estaban todo el día manchados de los tizones ”, explica orgulloso.
Ahora es él el que continúa con el legado, y más de 30 años lleva este humilde empresario recorriendo todos los rincones de la provincia para acercar la tradición de las castañas asadas a colegios, plazas, ferias y cualquier evento en el que un cartucho de castañas calentitas se convierte en el bien más preciado. “Las castañas me hacen muy feliz, es un negocio que me ha dado mucho cuando he pasado momentos malos y ahora aunque no me haría falta estar aquí, esto es lo que más me gusta”, apunta.
Eso sí, también hay días malos.“Recuerdo un día en Cuevas de Almanzora como el peor que he vivido, porque la nieve me llegaba por las rodillas y allí estaba yo, con el puesto de castañas aunque la lluvia, el viento y el frío compliquen las ventas”.
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