La bodega Montenegro cumple 75 años: "Los pescadores venían aquí a beber"
Gastronomía
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Es la que van a leer ustedes ahora una entrevista largamente esperada. A las dos de la tarde del viernes se ven niños arrastrar sus mochilas por el entorno de la Catedral tras una dura semana en la escuela. Luce el sol y no se mueve ni una hoja, afortunado aquel mediodía que no era capaz de anticipar aún el temporal de viento que se sucedería en los días siguientes. Es la plaza Granero un espacio en el que más de uno se detiene unos minutos, hábitat natural de la Bodega Montenegro, presta a cumplir mañana 75 años de vida, ahí es nada.
Se sirve desde 1949 junto a la Catedral todo tipo de vinos y tapas para los almerienses con el paladar mejor entrenado. Traspasar la puerta del espacio gastronómico, uno de los más longevos de cuantos hay en la capital, es conectarse con los ancestros que poblaron la ciudad décadas atrás, descansar del frenético presente y mirar a lo que está por venir. Cuenta Javier, de la familia Ibarra, que él solo le pide a la tarta del 75 cumpleaños seguir abiertos durante mucho tiempo. Él no estuvo en el arranque, le quedaba aún bastante para nacer, pero la historia de su vida está íntimamente ligada a ese rinconcito junto al mayor templo almeriense. Lleva levantando la persiana del local “desde los dieciséis años”. Encontró la vocación en la bodega tras ser durante su juventud un “mal estudiante”, como él mismo confiesa durante la charla.
Javier Alonso se pierde por las cocinas del local mientras este periodista lo hace en los cuadros que reivindican su historia. Nada más entrar se puede contemplar la licencia con la que pudo abrir en una España que buscaba superar los peores años de hambruna tras el golpe de Estado franquista, derivado en una cruenta Guerra Civil que se prolongó durante prácticamente tres años. Los mejores y peores momentos de la historia reciente de España se han conversado en sus barras y mesas. “Antes las tapas eran mínimas, la gente venía a beber, venían los pescadores, la gente del Puerto”, detalla Javier. Ante la cámara posará con su padre, José Ibarra López, pionero en la hostelería y Escudo de Oro de la Ciudad en un reconocimiento impuesto por el que fuera alcalde y hoy senador, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador.
El mejor sueño es siempre seguir en pie, ver pasar las generaciones y que el rincón de la Plaza Granero siga abierto, lleno de vida como ya es tradición. “Vamos a celebrarlo con los clientes y desear que sigamos muchos años”, explica Javier, que no cree que haya que montar grandes algarabías para celebrar los tres cuartos de siglo de historia como bien se merece. Es para él el mayor reto no flaquear y mantenerse con la constancia que algún día le enseñaron. El producto kilómetro cero, el que ofrece la tierra y la mar de la provincia, es clave en su empeño. “La gamba roja de Adra la tenemos cada fin de semana, usamos todo de Almería”, explica. Todas las tapas que se cocinan con mimo tienen un toque de cercanía, empezando por el aceite que desde Canjáyar baña todos los platos.
Cuenta Javier que en tantos años ha tenido tiempo de contemplar cómo han ido cambiando los gustos de los almerienses. “Antes la gente era más de bebida con tapa y ahora exige más y quiere gastar menos”, detalla. Dice que antes el comer no era tan importante como lo es ahora pero que hay un freno, la inflación. “Ha subido todo pero la gente no lo sabe, no se da cuenta de todo lo que ha subido”, asegura. Po cerrar con un toque dulce, ya esperan que llegue el buen tiempo para sacar la terraza.
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