Los Patios, el encanto natural de la hostelería más artesana

Su corazón late en andaluz, no en balde nació en Benamejí, pueblo cordobés donde Lorca puso a los cuatro primos Heredia de Antonio Torres 'el Camborio'; su mentalidad es ciento por ciento catalana, incubada en las Ramblas de las Flores, en el Paseo de Gracia barcelonés. Sus padres, qué remedio, se la llevaron con ellos a la ciudad condal en el tren del hambre. Allí, en el fluir del tiempo, Teresa Linares se transfiguró en Maite, con la i universal, la i de publicidad de alta escuela, de los anuncios de grandes marcas, era Maite Linares requerida por los grandes directores para producir los spots de televisión. En el rodaje de uno de ellos, en Calar Alto, conoció Almería "esta tierra te engancha o la odias y a mí me enganchó".

Saturada del agobio, de las grandes ciudades al modo y manera de piscifactorías humanas "llegó un momento en que quise darle un cambio a mi vida, en feliz coincidencia con que mi pareja necesitaba también cambiar, así que durante largo tiempo estuve buscando algo por aquí". Y lo encontró en Rodalquilar. "Me sedujo mucho la luz de Almería y cuando vi el valle me dije que este era mi lugar en la vida, noté como si yo perteneciera a este lugar. En todos mis viajes por motivos de trabajo, jamás había sentido esto tan fuerte y me dije que a ver si era posible hacer aquí algo. Al cabo del tiempo, los dioses, el destino, lo que sea, puso en mi camino a una señora en esa búsqueda del sitio, y conseguí comprar esto, fue una suerte encontrar este terreno con una casa que tenía hasta sus escrituras, cosa que todo el mundo me decía que no iba a conseguir, pero mi mente catalana no podía comprar algo que estuviese ilegal". Incluso con escritura y todo en una tierra yerma de papeles. Lo dicho, mentalidad catalana al fin y al cabo.

Maite Linares no buscaba un simple cambio de territorio, "quería otra forma de vida y tener un hotel y dedicarme a la cocina, de la que no tenía ninguna experiencia. Siempre me ha gustado la cocina, cocinaba para los amigos". Así, con el objeto de emprender con garantía su nuevo camino, Maite estudió en la escuela de cocina Hofmann, de Barcelona. Ahí es donde se formó como profesional, "mi cocina es muy artesana, diría que es elaborada pero artesana, sencilla, todo muy simple en apariencia. Todo es manual, todo lo hago yo". Construyeron un hotel plenamente ecológico, Los Patios, con restaurante para dar de comer a los huéspedes; sin embargo, "el restaurante empezó a funcionar muy bien, la cocina no es la de un restaurante al uso: sin reserva previa no cocino". Se ha dado el caso de cocinar a veces sólo para una pareja, "y nunca cocino para más de cuatro mesas porque todo lo hago yo, entonces no me gusta que esto se convierta en un restaurante al uso. Es un lugar en el que la gente pueda estar bien, sentirse cómodo y que a la vez la cocina sea agradable. Solamente comen o cenan ocho personas".

El restaurante siempre está abierto. El hotel de arquitectura tradicional está cerrado a la televisión, a la prensa, "en las habitaciones no hay televisor, a los periódicos, no encuentro nada positivo en los diarios, me aportan emociones y lenguaje que no puede ser, creo que ha bajado el nivel de la información. Se puede vivir sin Medios de Comunicación". Los clientes del hotel se sorprenden al principio, después lo agradecen porque incluso reencuentran el placer de la conversación, de la lectura, del descubrimiento del paisaje.

Maite Linares siente la emoción del desierto, la cercanía de la mar y las noches en que la luna llena baja por la escalera del solárium para inundar de luz uno de los patios, el más cercano al restaurante de un lujo natural: su enclave en Cabo de Gata. Maite no lo dice aunque le resulta imposible disimular la satisfacción interior de poseer un hotel y un restaurante asignado con cien mil estrellas en la Guía de la Vía Láctea.