“Refuerzo genético, digitalización y eficiencia en insumos para actuar en la productividad”
Johannes D. Rossouw. R Responsable Global de I+D de Vegetales de Bayer Crop Science
El representante de Bayer asiste a la inauguración de la ampliación del centro en La Mojonera; para afrontar las tendencias del mercado asegura: “Queremos ser revolucionarios y disruptivos”
Bayer reduce el tiempo de desarrollo de variedades de semillas desde Almería
Almería/Esta semana Bayer inauguraba la ampliación de su centro de investigación y desarrollo de vegetales en San Nicolás (La Mojonera), cuya tecnología permite triplicar la capacidad de producción de plantas dobles haploide que, a su vez, posibilitan acelerar el desarrollo de nuevas variedades; en concreto en este centro se trabaja en cultivos de pepino, melón, pimiento y berenjena. Para este acontecimiento, el responsable Global de I+D de Vegetales de Bayer Crop Science, Johannes D. Rossouw, viajó desde Estados Unidos a Almería.
–Se desplaza de EEUU a Almería para esta inauguración. ¿Es una manera de simbolizar la importancia de esta tierra para la multinacional?
–Mi origen es Sudáfrica, aunque, efectivamente, vengo de Estados Unidos. Considero que solo hay tres lugares en el mundo en los que se puede ver el impacto que puedan tener la tecnología y la investigación en el ámbito de las semillas y, si trabajas en este sector, venir a un lugar como Almería es un deber. Somos muy conscientes en la empresa de la importancia del sector hortofrutícola en esta provincia, no sólo para alimentación nacional, también para una parte muy importante del mundo. Por esto es relevante para una empresa como Bayer el poder trabajar en innovación en un lugar tan destacado en términos de producción y así ayudar a los agricultores, desde la cercanía, a trabajar mejor e influir en la sostenibilidad.
–Tener al productor próximo puede suponer una prolongación del trabajo de la empresa para comprobar la evolución de sus variedades en un contexto ‘real’...
–Tener un centro de investigación cerca del campo, además de la parte de investigación dura que se desempeña en la propia sede, nos posibilita llevar nuestros productos a la finca del agricultor y así ver cómo los aplica y se desenvuelve en la práctica, en lugar de hacerlo de manera aislada en unas instalaciones que no tuvieran contacto con la realidad del campo. Esa es la finalidad de un centro como éste (centro de I+D de San Nicolás). Normalmente, el proceso hasta la implantación de una variedad en una explotación agrícola real puede llevar entre tres y cinco años; al haber estado trabajando junto al agricultor durante ese periodo se puede elaborar una especie de receta, que sirva a otros agricultores para lidiar mejor con dicho producto.
–Europa ha marcado su hoja de ruta de la sostenibilidad en el agro a través del Pacto Verde y su estrategia De la Granja a la Mesa con una serie de medidas. En este sentido, por ejemplo, Bayer lanzaba recientemente una cartera de soluciones biológicas para protección de cultivos y semillas orgánicas, pero, ¿a nivel general cómo afrontan estos nuevos desafíos sin perder de vista la productividad?
–El primer elemento es influir en el propio diseño del producto de manera que aumente su vida útil y haya menos generación de deshechos, este sería el primer punto en la vía de la sostenibilidad. También hemos hecho el ejercicio de dar un paso atrás para tomar perspectiva y, partir de la investigación central, nos planteamos tres líneas de trabajo: en la propia semilla, a nivel de moléculas y productos químicos y a nivel digital para ofrecer soluciones personalizadas al agricultor final, de manera que haya una combinación entre el tipo de semilla que se le ofrece, el fertilizante que se le aconseja, el consumo de agua que se pueda permitir en esa zona y, así, trabajar de manera muy estrecha y personalizada para conseguir ese objetivo de sostenibilidad. Por ejemplo, si se tiene una semilla con una determinada resistencia desarrollada, con la ayuda de una plataforma digital el agricultor va a contar con herramientas para saber cuándo aplicar el fitosanitario y si lo tiene que aplicar o no. De esa forma se pasaría a una agricultura prescriptiva por decirlo así, en la que se contaría con unos elementos que ayudan a anticiparse. Por concretar, contando, por un lado, con el refuerzo genético, por otro, con la herramienta digital y, también, con los insumos que se apliquen se va a poder a actuar sobre la productividad; sin esa combinación de elementos será complicado.
–Las tendencias de mercado son cambiantes, en estos momentos qué prima en Bayer: ¿ajustarse a las demandas del mercado o anticiparse con sus soluciones a las mismas?
–Nosotros queremos ser revolucionarios y disruptivos, de hecho, el reducir el proceso de diseño de nuevas variedades en cuatro años nos va permitir reaccionar más rápido a las tendencias del mercado y ofrecer una cartera de semillas que, quizás, el propio agricultor no sepa que necesita pero, que en el trabajo previo, la empresa ya ha identificado esa necesidad. Esto supone que hay una voluntad de ir por delante en el diseño de cada producto. Como ejemplo, en EEUU estamos desarrollando unas variedades de maíz de tallo corto teniendo en cuenta la posibilidad de mejorar la sostenibilidad.
–A nivel global, ¿cómo afronta Bayer la necesidad de alimentos para satisfacer el aumento de la población previsto?
–En el lado de la productividad nos planteamos que no podemos resolver la triada de calidad, seguridad alimentaria y valor nutricional de manera aislada. Ha habido un cambio en el paradigma y tenemos claro que tenemos que trabajar con instituciones públicas de investigación y startups porque sabemos que no podemos cubrirlo todo y no podemos estar solos a la hora de trabajar con la innovación; con ello, nosotros no sólo generamos innovación, sino que también incorporamos ésta de otros actores. Esto también se aborda de manera diferente dependiendo de la zona del mundo. Por ejemplo, en Europa o países desarrollados lo que se pretende es una mayor productividad por hectárea de una manera sostenible y segura. En países en vías de desarrollo, con explotaciones mucho más pequeñas, la intención es ofrecer las especies más adecuadas para sus condiciones con unas recomendaciones y unos productos muy adaptados a su entorno, por eso tenemos muy en cuenta a los productores asiáticos y africanos.
–El trabajo que desarrollan en San Nicolás se transferirá a lugares con condiciones similares como el norte de África, ¿no?
–Hay similitudes y transferencia, desde aquí en San Nicolás se está trabajando con variedades que pueden fructificar en entornos similares a Almería como países de África o Asia. En el primer continente con pepino y en el segundo con berenjena, porque es un producto de intenso consumo en la India, Sri Lanka y Bangladesh.
–¿Cómo ha afectado a nivel global la crisis por la COVID-19 aunque las semillas han sido consideradas como actividad esencial?
–En cuanto a la investigación en sí, la pandemia no ha impactado; sí lo ha hecho en la forma de trabajar, que se ha realizado a través de conferencias en remoto y ha supuesto un reto a la hora de que todo el mundo estuviera integrado para recibir información. En cuanto a la cadena de suministro, hicimos un esfuerzo desde el primer mes para poder atender a nuestros clientes finales en todo el mundo y todo ha funcionado gracias a dicho esfuerzo.
–Actualmente se afronta un problema de logística a nivel internacional , ¿os está afectando para el envío de mercancía?
–Por el momento no hemos tenido problemas, pero uno no puede asegurar que no los vaya a haber. Tenemos centros de producción en todo el mundo y eso nos ayuda a que, luego, el equipo de logística asegure de que todo esté a tiempo en su lugar, porque perder un ciclo de cosecha puede ser tremendo para el productor. Siempre ha habido un esfuerzo para que eso no pase.
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