Calzados Plaza
En tierra de esparteñas, abarcas de caucho y sandalias de goma, el calzado de piel era cosa de señoricos
De familias pudientes que los encargaban a medida a artesanos del gremio
Gremio tan antiguo que ya en el Libro del Repartimiento se citan a 9 de ellos, venidos a repoblar

Dan tal aire y gallardía
que sumida en tierno lloro
la dama de más decoro
dirá al verlos tan bonitos:
¡Quítate esos botitos
o ámame, porque te adoro!
(Calzados Plaza)
LA historia comienza con el emprendedor Pedro Plaza Granados, patriarca de un fecundo árbol genealógico. Hijo de Miguel y Ramona, nació en 1860 y falleció en su domicilio de c/. Sebastián Pérez (Concepción Arenal) en febrero de 1930. Pionero de un sector que hasta los albores del pasado siglo no generalizó con el nombre de "zapatería" a los antiguos bazares donde se vendía calzado confeccionado a mano o de inferior calidad. Casado con su prima, Natalia Ortega Granados, y padre de cuatro hijos, abrió una modesta tienda en la populosa plaza San Sebastián, pero el joven aspiraba a algo más elegante y de mayor futuro. Para ello -después de años de ahorro-, en febrero de 1907 se trasladó al Paseo del Príncipe nº 10, anunciándose como El Pasaje y más adelante ya con su propio apellido (con un catálogo añadido de objetos de cuero y taller propio de cortadores). Empresa que en sus inicios alternó con la política, militando en el Partido Republicano que lideraba el respetable José Jesús García, abogado, novelista y director del diario El Radical. En prueba a su honradez y seriedad le confiaron la tesorería del partido, por lo que en el ejercicio de su cargo recorrió repetidamente la provincia.
La zapatería creció en prestigio e ingresos, lo que le permitió adquirir el local que ocupaba y luego venderían a Unicaja. Y en 1924 encargar al arquitecto Guillermo Langle el magnífico edificio neobarroco esquina a Aguilar de Campoó, donde Deogracias Pérez, casado con su hermana Josefa, regentó la Joyería Francesa. Tras su fallecimiento, sus hijos Francisco y Pedro se hicieron cargo del negocio, trasladándose a la acera opuesta (chaflán con Tenor Iribarne) cuando en 1941 cerró el decimonónico Café Suizo. Más adelante los hermanos separaron la razón social: Pedro inauguró Calzados Baldó (Paco Plaza), en Puerta de Purchena, y Francisco se quedó en el Paseo, en el local alquilado a los Romero Balmas. En 1943 el arquitecto Eladio Arana realizó una primera reforma, en la que destacaba la airosa puerta (verja) de hierro, pero ocultaba elementos originales del siglo XIX. Estos volverían a brillar, ya con su actual propietario, en la segunda intervención (1991), rescatando, entre otros detalles, las columnas de hierro habituales en establecimientos del Paseo, fundidas en Oliveros. Antes y después de la guerra sus más señalados competidores fueron Calzados El Misterio, La Verdad y El Buen Gusto, Olimpia y Garach, todos ellos ya cerrados.
A la muerte de Francisco en 1982, José Mª Plaza, su hijo y nieto del fundador, se hizo con las riendas del establecimiento, bajo el nombre de Calzados Plaza-Suizos (en memoria del Café); local adquirido hace tres lustros a los herederos de los antedichos Romero Balmas. Afianzada la casa matriz como buque insignia, ha crecido con dos sucursales: en Aguilar de Campoó y Tenor Iribarne. En régimen de empresa familiar, ya que a ellos se han incorporado la esposa e hijos, en cuarta generación. Acaban de cumplir una centuria manteniendo el prestigio, variedad, calidad y precio heredado de aquel emprendedor joven y visionario que supo ver el potencial de un segmento comercial poco atendido en su tiempo. Valga como anécdota que José Mª es biznieto, por línea materna, del renombrado industrial Francisco Oliveros, de Talleres Oliveros.
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