El regreso de Pablo Iglesias

Las Claves

Protagonismo. El ex líder de Podemos, en labores de analista político, vuelve al primer plano con intervenciones en mítines para reactivar a la formación y oscurecer a Yolanda Díaz

Pablo Iglesias. / Kiko Huesca / Efe
Pilar Cernuda

23 de enero 2022 - 06:00

Pablo Iglesias regresa al primer plano político. No se sabe bien si lo hace ante la preocupación por el declive de Podemos, porque no ha salido adelante el gran proyecto audiovisual de proyección iberoamericana que preparaba con el empresario Jaume Roures, o simplemente porque se aburre. Los días tienen muchas horas y no las llena con los trabajos que le ofrecieron cuando dejó la política: una tertulia en la Ser, otra en RAC-1 y un artículo en la revista digital CTXT. Esta semana se anunció su fichaje por el periódico digital que edita Roures, Público, donde presentará un podcast que pretende acabar con los bulos y desinformaciones de la derecha.

Su retorno a la primera fila política no sólo la centrará potenciando su presencia en medios, sino que será más activa. De momento, ha cerrado su participación en varios actos de campaña de Castilla y León, donde el candidato morado ni siquiera cuenta con el respaldo de todo el partido, y sondeos como el CIS recogen que Podemos no tendrá ningún escaño.

En los círculos políticos se considera que estos movimientos de Iglesias demuestran su preocupación por la situación actual de Podemos, el partido que él fundó: la relación con Pedro Sánchez y los ministros socialistas es cada vez más fría, y Yolanda Díaz no cumple con las expectativas que él había puesto en ella y además alardea de su falta de vínculo con el partido y su dirección; se han enfriado las relaciones de Sánchez con dos de los partidos que Iglesias aportó como socios a la coalición, Bildu y ERC, y por si no fuera suficiente las dos mujeres de su máxima confianza, Irene Montero y Belarra, son irrelevantes en el Gobierno y en la sociedad, no se les da la consideración que considera que merecen. La última historia de Montero motivo de crítica, cuando no de chanza, ha sido su intervención en un foro organizado por el Colegio de Abogados de Madrid, donde se quejó de la justicia patriarcal y abogó por tener más en cuenta empiezan la igualdad y el feminismo.

Cuando se cumplen dos años del Gobierno de coalición, las costuras empiezan a deshacerse. A pesar de las diferencias de criterio en asuntos importantes, Sánchez e Iglesias se entendieron durante más de un año. Se aguantaron precisamente porque se necesitaban. La propia labor del Ejecutivo y la necesidad de tomar decisiones que iban en contra del acuerdo de coalición enrareció las relaciones, las discrepancias se agudizaron e Iglesias encontró la oportunidad de oro al abandonar el Gobierno para presentarse a las elecciones de Madrid, creyendo seriamente que podía convertirse en presidente regional. Su fracaso lo llevó a dejar la política.

Sucesión mal resuelta

También se equivocó al preparar la sucesión: Belarra no sabe dirigir el partido; a pesar de su unión con Montero no consigue el respeto político de la gente relevante de Podemos ni tampoco de sus compañeros de Gobierno y no aportan absolutamente nada a la coalición. En cuanto a Díaz, Podemos no le interesa, pretende crear una plataforma pero cada vez se desdibuja más el futuro de ese frente y de las personas que señaló como figuras fundamentales: Oltra y Colau están en baja y con problemas judiciales,y tanto Mónica García como Hamed Hossain son prácticamente desconocidas fuera de su ámbito territorial.

Díaz, decidida a convertirse en el referente de la izquierda, más allá incluso de Sánchez, se dedicó a fondo a sacar adelante la derogación de la reforma laboral. Sánchez decidió darle todas las atribuciones para negociarla, y logró un pequeño, pequeñísimo triunfo en esas negociaciones, porque consiguió el respaldo de CEOE y sindicatos. Pero era reforma, no derogación. Una reforma mínima, así que de inmediato dos socios indispensables para sacarla adelante en el Parlamento, Bildu y ERC, anunciaron que no la apoyarían.

La situación se fue agravando por días, al punto de que Sánchez recurrió a la ex portavoz y actual número dos del PSOE, Adriana Lastra, para que tratara de conseguir los votos necesarios.

El papel de Ciudadanos

Todo ello mientras la figura de Díaz decaía de día en día porque, por mucho que pusiera el acento en el fin de la reforma de Rajoy y que había conseguido pactar con sindicatos y empresarios, estaba claro que los puntos esenciales de la reforma de Rajoy y Báñez se mantenían y que el pacto con sindicatos y empresarios era muy débil: Garamendi, presidente de la CEOE, no se movió de su posición inicial, que era no admitir ni el cambio de una coma en el texto pactado.

En esa situación, apareció Ciudadanos. Un partido que sufre las consecuencias de las pésimas decisiones que tomó Albert Rivera, que le obligaron a dimitir, y que vive una situación de sálvese quien pueda alentada desde el PP. Arrimadas hace todo lo que puede para intentar que el partido sobreviva, pero la situación es muy complicada. Sin embargo, cuenta con una fuerza importante: diez escaños en el Congreso.

Se los ha ofrecido a Sánchez con la condición de que no cuente con Bildu y ERC para aprobar su reforma laboral, pero hasta el momento nadie del Gobierno ni del Psoe ha llamado a Cs. Dirigentes naranjas han mantenido contactos con Garamendi, Pepe Álvarez, Lorenzo Amor (autónomos) y directivos de Foment, la patronal catalana, para explicarles su posición. Sin embargo, a pesar de que personas del Ejecutivo y del PSOE mencionan la posibilidad del voto de Cs como para alentar a sus socios habituales a que apoyen la reforma laboral, en Cs siguen esperando una llamada de Moncloa o Ferraz.

¿Qué pretende Arrimadas con ese movimiento? Lo primero, demostrar que en Cs hay vida aunque los sondeos lo dan por muerto. Segundo, demostrar que es un partido capaz de apoyar gobiernos a su derecha y a su izquierda en cuestiones de relevancia máxima, e impidiendo así que ese tipo de cuestiones queden contaminadas por exigencias de partidos extremistas de izquierda y de derecha.

En este escenario incierto, con unas elecciones en Castilla y León que no pintan bien para la izquierda, que pueden significar un empujón importante para un PP decaído por los errores que comete Pablo Casado desde hace meses, se comprende que un Iglesias que había abandonado la política con la intención de que fuera una etapa dejada atrás de forma definitiva, haya tomado la decisión de volver a intentar la remontada de su partido. Más aún si, como parece, Juanma Moreno adelanta los comicios andaluces y, también como parece, gana y puede seguir al frente del Ejecutivo. Esta situación es la que más preocupa a Sánchez, porque significaría que los socialistas pierden su bastión, ya que en las anteriores elecciones ganó Susana Díaz aunque no pudo gobernar por el acuerdo de PP y Cs, con el apoyo externo de Vox.

En los próximos meses se juega mucho en la política española. Para que haya cambio cuando se celebren las generales, Casado debe hacer caso a lo que le avisan la mayoría de sus compañeros y las figuras relevantes de su partido con experiencia de Gobierno, preocupados por sus errores políticos. Para que no haya cambios cuando se celebren las generales y siga gobernando la izquierda, Iglesias ha vuelto a hacerse presente. De momento, en la campaña de CyL. Después, dependerá de cómo quede Podemos en esa región.

Eligió sucesora a Yolanda Díaz, pero la vicepresidente segunda no está cumpliendo las expectativas que el fundador de Podemos había puesto en ella.

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