El juez Marchena se despide de la Presidencia de la Sala de lo Penal del Supremo en pleno choque institucional
Martínez Arrieta tomará las riendas de la Sala Segunda hasta que el CGPJ adjudique la plaza
Manuel Marchena acaba hoy su segundo y último periodo de cinco años como presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo (TS), tras una década marcada por el procés en toda su extensión –desde el juicio, hasta los indultos y la reciente amnistía–, la esquiva renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y, más recientemente, el choque institucional.
Canario de nacimiento y fiscal de formación, desembarcó en el Supremo en 2004 como fiscal de su sección penal, hasta que en 2007 fue nombrado magistrado de la Sala de lo Penal, entrando por el turno reservado para juristas de reconocida competencia, convirtiéndose así en uno de los magistrados más jóvenes en llegar al alto tribunal.
En 2014 dio el salto a la Presidencia, puesto que se disputó con su entonces compañero y ahora presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, y con Miguel Colmenero, obteniendo 12, 7 y un voto, respectivamente. En ese momento no estaba en sus planes pero, ante el bloqueo del CGPJ a la hora de adjudicar la plaza, surgió como tercera vía. Y ganó.
En el primer lustro al frente de la Sala de lo Penal, fue ponente de importantes sentencias como la que avaló que la lista Falciani fuera prueba válida para fundar una condena por delito fiscal en España y otra que consolidó la jurisprudencia sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas.
Pero si algo marcó no solo esa primera etapa, sino el resto de su mandato y, muy probablemente, toda su carrera profesional, es el ‘procés’. Presidente del tribunal que a lo largo de 52 sesiones juzgó a los líderes independentistas --incluido el ex vicepresidente catalán Oriol Junqueras--, como tal firmó la sentencia que el 14 de octubre de 2019 les condenó a penas de hasta 13 años de cárcel e inhabilitación por delitos de sedición, malversación y desobediencia.
Aquel juicio, el primero que se televisó y emitió por streaming desde el TS, llevó la imagen de Marchena a todos los medios de comunicación durante meses, por la vista oral en sí misma pero también por su actitud amable a la vez que contundente, reflejada en el desparpajo de sus manifestaciones.
Incluso se crearon clubs de fans en redes sociales donde se difundían sus intervenciones. “Yo le digo que es una sugerencia para que usted me entienda, pero no es una sugerencia”; “las preguntas hay que traerlas pensadas de casa”; y “hacernos perder el tiempo tiene consecuencias jurídicas” son algunas de sus frases célebres.
Con este bagaje, en 2019 fue reelegido presidente de la Sala de lo Penal para otros cinco años, esta vez sin rival. En este segundo periodo, ha seguido fallando sobre el ‘procés’. Primero, para desaconsejar los indultos a Junqueras y los demás condenados. Después, por la reforma que derogó la sedición y modificó la malversación, para reajustar la sentencia manteniendo la malversación agravada, lo que impidió levantar las inhabilitaciones.
Y, finalmente, para decidir sobre la aplicación de la ley de amnistía a los condenados por el ‘procés’. Fue el pasado julio cuando el TS resolvió que cabía perdonar la desobediencia pero no la malversación, al entender que los líderes independentistas sí tuvieron un “beneficio patrimonial” porque sufragaron el referéndum del 1-O con fondos públicos, no de su bolsillo. El TS también cuestionó la constitucionalidad de la ley, asunto aún en trámite.
La amnistía fue el detonante del actual choque institucional. Comenzó con acusaciones de ‘lawfare’ desde el Congreso de los Diputados y el término acabó recogido en el acuerdo PSOE-Junts para investir a Pedro Sánchez. Se agravó por las causas judiciales que afectan a la familia de Sánchez y por la decisión del TS de no amnistiar la malversación.
Desde la Presidencia de la Sala Segunda, Marchena también ha tenido que lidiar con otros asuntos sensibles, incluida la llamada ‘ley del solo sí es sí’. Convocó un Pleno monográfico para fijar criterio que concluyó con el aval a las rebajas de pena acordadas por las audiencias provinciales. La ex ministra de Igualdad Irene Montero lo atribuyó al “machismo judicial”.
"Por la puerta de atrás"
Fue en pleno procés, antes de que hubiera juicio y sentencia, cuando su figura cobró aún mayor relevancia hasta el punto de que el 12 de noviembre de 2018, se dio a conocer un acuerdo por el que PSOE y PP le situaban como presidente del TS y del CGPJ, a cambio de que hubiera 11 vocales progresistas y 9 conservadores.
Sin embargo, a los pocos días el acuerdo saltó por los aires por un polémico mensaje del entonces portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, en el chat de Whatsapp de los 146 senadores ‘populares’ del momento. “Obtenemos lo mismo numéricamente, pero ponemos un presidente excepcional, (...) un gran jurista con una capacidad de liderazgo y ‘auctoritas’ para que las votaciones no sean 11-10 sino próximas al 21-0. Y además controlando la Sala Segunda desde detrás”, decía Cosidó.
Desde entonces, el nombre de Marchena ha sido una constante en los numerosos intentos de renovar el CGPJ. Según las fuentes consultadas por Europa Press, se le ha tentado varias veces --algunas no tan lejanas en el tiempo--, siempre con la misma respuesta: no. Y ello para no dañar la ya maltrecha imagen de la Justicia.
No ha sido la única oferta que ha recibido estos años. También le han cortejado grandes bufetes, con el mismo resultado. Así, ha seguido vinculado, por voluntad propia, a la Sala Segunda y, por la misma voluntad, cede ahora sus riendas a Andrés Martínez Arrieta, ya que podría seguir interinamente hasta que el CGPJ eligiese sucesor, pero no lo hará. Este último le reemplazará en funciones por ser el magistrado más antiguo, aunque aspira a la plaza y rivaliza por ella con Ana Ferrer.
"Un vestuario difícil"
Sus compañeros destacan su “mente brillante”, “fuera de lo común”. Y cuentan que, al principio de su carrera como fiscal, cuando informaba en los juicios de faltas, “los abogados entraban a oírle”.
Valoran también sus dotes de mando. En lo sustancial, porque “busca que la posición común equilibre las perspectivas interpretativas de todos, y que la interpretación sirva de guía a la carrera judicial”. “Ha contribuido a un mejor resultado tanto en cantidad como en calidad de las resoluciones del TS (...) La jurisprudencia ha avanzado mucho en esta época”, afirman.
Y, en lo intangible, ensalzan su “talante personal” --”simpático” pero de “fina ironía”--, que ha permitido “engrasar las ruedas”. En este sentido, apuntan que “siempre tiene una anécdota” que no solo “ameniza la deliberación” sino que “rompe asperezas cuando surgen”.
Le reconocen asimismo el mérito personal de “unir y de encauzar a una sala especialmente complicada, no solamente por las diversas posiciones personales, sino también por los egos de sus protagonistas”. “Es un vestuario difícil de gestionar y Marchena, como nadie, ha sabido conducirlo en plena armonía”, sostienen.
Ensalzan igualmente la figura de Marchena como “referente” a la hora de tomar “las decisiones más difíciles”. Y es que, subrayan, ha sabido capear el temporal en lo que algunas voces definen como “la época más difícil que se ha vivido en el Tribunal Supremo”, por los “ataques al Poder Judicial”, y especialmente al TS.
Para unos, directamente “ha sido el mejor presidente que ha tenido la Sala Segunda en toda su historia”. Otros tienen claro que será “un ejemplo para futuros magistrados que ocupen un cargo tan difícil”. Y la mayoría coinciden: “No olvidaremos su humor ni su sabiduría”.
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