Antonio Hernández Rodicio
'Borraxeira' política
España mira con un ojo a Oriente Próximo y con el otro a Ucrania. Pero donde tiene clavados los dos es en el Sahel. El Sahel es la franja sur del desierto del Sahara y ocupa una buena porción de África de este a oeste, entre Senegal y Sudán. Es la nueva frontera sur de Europa. Es una zona inflamable, ingobernable. Casi todas las naciones que la integran (como Malí, Níger, Chad, Burkina Faso, Sudán, Etiopía o Somalia) van mucho más allá del concepto clásico de países fallidos. La mayoría de los gobiernos se imponen por golpes de Estado: en sólo tres años ha habido ocho asonadas militares. Los grupos criminales organizados están felizmente instalados controlando el tráfico de armas, drogas y personas. Organizaciones internacionales mafiosas vigilan metralleta en mano la explotación ilegal de los recursos mineros: la zona es rica en petróleo, oro, uranio, cobalto, bauxita o litio entre otros minerales estratégicos. Y los mercenarios de Wagner, que fue el brazo armado de Putin hasta que se amotinaron contra él, andan por allí aliados con el ejército maliense tratando de recuperar el control de una parte del país en manos de otros grupos armados. Los conflictos étnicos son una amenaza permanente; hay 5.000 escuelas cerradas, los centros de salud están bajo mínimos y, por lo tanto, la población no accede a los servicios básicos. El cambio climático castiga a la región con subidas de temperatura muy superiores a la media global, la tierra cultivable es cada vez más escasa y la población, literalmente, no tiene qué comer.
Hace algo más de una década el yihadismo en la región era cosa básicamente de Al Qaeda. Hoy la situación es mucho peor. El terrorismo islámico tiene múltiples cabezas. Boko Haram, el autollamado Estado Islámico del África del Oeste, el Frente de Apoyo para el Islam, Los Musulmanes (JNIM), el Frente de Liberación de Macina, las milicias de Ansar Dine y otras franquicias similares. La zona más caliente es Malí, donde la población muere cada día por miles. Es el Sahel el territorio donde se secuestran más occidentales. Y a esas calamidades se suman otras como la sequía atroz, la hambruna y un retraso secular.
En total hay ya casi 14 millones de refugiados y desplazados en África occidental y central. Mauritania soporta como puede la presión migratoria y Túnez merced a sus acuerdos con la UE (va a ingresar mil millones por hacer de guardia de su costa mediterránea), ha blindado sus fronteras exteriores a la emigración y ha logrado reducir drásticamente las salidas (un 66% menos, según Acnur) hacia Italia. Los inmigrantes optan por Túnez antes que por Libia porque en este segundo país está sistematizada la tortura, las violaciones y la esclavitud contra ellos. El destino alternativo a Italia son las islas Canarias: 22.000 personas han llegado allí en medio año. Hagan cuentas hasta los 14 millones que tratan de huir: Malí es ya el primer país de origen de la emigración irregular que llega a España procedente de África.
Esos 22.000 migrantes frente a los 14 millones de desplazados en el interior del continente parecen una anécdota. Pero no lo es. Indica el nivel del desafío pendiente y la urgencia de arbitrar políticas eficaces. Podemos seguir extrañándonos de que se metan en los bajos de un camión o se jueguen la vida en una patera tras cruzar un desierto infestado de sicarios armados. Porque se ha instalado en la vida pública la impudicia de hablar de ellos como si no fueran personas, sino mercancía molesta fácilmente reexpedible. Pero huyen de lo mismo que huiríamos nosotros: del horror.
No existe exactamente una agenda global compartida. Lo que existe es una suma de intereses nacionales que, de alguna manera, tratan de converger en un conjunto de acciones aprobadas por la UE. Es el caso del Sahel. A Francia lo que le importa es tratar de mantener la influencia en una zona donde su diplomacia influía y pesaba, especialmente en sus antiguas excolonias, y la explotación económica de los recursos estratégicos. La llamada Françafrique (los acuerdos de cooperación, militares y comerciales firmados por París con algunos de los países que se independizaron en la década de los sesenta) ha muerto. Con los golpes de Estado en Burkina Faso, Malí y la situación en Níger, Francia se ha desdibujado porque han venido acompañados de una profunda francofobia.
A Italia lo único que le importa del Sahel es frenar la inmigración. Meloni ha ido desarrollando una cierta estructura militar estable en Níger. Y trabaja incluso con los tuaregs, que se encargan de perseguir y capturar en sus dominios, kalashnikov en mano, a los subsaharianos que emprenden su camino pensando en abandonar el continente. Estos desdichados acaban siendo vendidos como esclavos en Libia o hacinados en granjas que funcionan como campos de concentración. El origen del acuerdo con las tribus tuaregs –con Draghi como primer ministro– tenía otra literalidad. Hoy las informaciones que llegan desde los límites del Sahara hablan de un desempeño bien diferente. Hay que ser más prudente para apoyar la política de inmigración de la primera ministra italiana, que también incluye a las tribus del desierto persiguiendo migrantes. Y otro de la pandilla, el húngaro Viktor Orban, también ha firmado un acuerdo con Chad para frenar los flujos migratorios.
Alemania es el país con la mirada más larga respecto al Sahel. Desde la fría y lejana centroeuropa entiende perfectamente el riesgo que representa la salida de la UE de aquella franja maldita, algo que hizo recientemente tras diez años de la misión de estrategia de seguridad. Porque ese espacio lo ocupará Rusia. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, pese al plan de reconversión de sus tropas destinadas a misiones de largo plazo a la defensa nacional (Alemania está a mil kilómetros de Ucrania y al doble de Rusia) mantiene una relación directa y cómplice con la ministra española de Defensa, Margarita Robles. Y la ministra de Exteriores germana, Annalena Baerbock, ha ido más allá admitiendo que cuando los países del Sahel “se desintegran”, las consecuencias se sienten en Europa. “Seguiremos comprometidos con la población en el futuro, civil y militarmente”.
El Sahel está subrayado en la Estrategia Nacional de Seguridad y la propia Robles es muy crítica con el final de misión en la zona.
En una entrevista reciente, Javier Colominas, el diplomático español al que la OTAN ha nombrado representante especial para la zona, para enfado de Italia, que lo tildó de “traición”, ha denunciado que la presencia de Rusia en la zona genera parte de la inestabilidad. También China opera en el Sahel, aunque considera a Pekín más “un competidor estratégico” que un adversario. La influencia rusa, promoviendo un discurso antioccidental, ha sido igualmente determinante para ayudar a propagar las llamas en la región. Rusia lleva años inundando África de bulos antioccidentales. Utiliza medios de comunicación locales, sus propios canales (como African Initiative, una empresa radicada en Moscú, la punta de lanza de la propaganda rusa), líderes en todos los ámbitos de estos países y muchos rublos. El centro de análisis Africa Center for Strategic Studies registró sólo en marzo hasta 189 campañas de desinformación promovidas sobre todo por Rusia, pero también por China, Emiratos, Arabia Saudí y Qatar, un grupo de democracias ejemplares y fiables.
Esto es el Sahel, “el cinturón golpista de África”, un territorio ignoto que nunca está en el debate público.
Con el nombramiento del primer comisario de Defensa de la UE, el lituano Andrius Kubilius, Europa mira al este. El sur va a quedar muy abajo para la Comisión. Los informes de Draghi y de Enrico Letta coinciden en la apuesta por la industria de Defensa para blindar las democracias liberales. La autonomía estratégica de Europa depende de los incrementos de las inversiones públicas en Defensa. Esta semana el Instituto Bruegel ha desarrollado la idea de construir un fondo de Defensa europeo para el desarrollo de proyectos militares conjuntos, como el escudo antimisiles. El think tank paneuropeo calcula que hacen falta 10.000 millones de euros para “los primeros auxilios”. La apuesta es una emisión conjunta de deuda de la UE para configurar el fondo de inversiones destinado a “proteger los cielos abiertos de la UE de posibles ataques rusos”. El tiempo de contemporizar ya pasó. Y se acelerará si Trump vence en noviembre.
Éste es un mundo en guerra: hasta Japón, que tiene como vecinos a Rusia, China y Corea del Norte, está planteándose cambiar su Constitución –hija de la Segunda Guerra Mundial– para eliminar su renuncia a la guerra. Oriente Próximo ya ha estallado y está pendiente de la posible intervención de Irán, un país que posiblemente ha desarrollado ya armamento atómico. La invasión de Rusia, camino de un terrorífico nuevo invierno. Y el Sahel es una guerra no declarada en la nueva frontera sur de la UE. Nuestra frontera.
Junts puede terminar entrando por el aro de aprobar las cuentas de 2025. Lo que más le puede es la competencia con ERC y evitar quedarse la leyenda de perjudicar a los catalanes. Esta semana Gabriel Rufián (ERC) la ha emprendido a mandobles con Cruset (Junts) en el Congreso ante la negativa de los de Puigdemont a apoyar las cuentas, de momento. Se han llamado de todo. Tras la retirada de la senda de estabilidad y por parte de la vicepresidenta Montero ante la falta de apoyo, ya está negociándola de nuevo con Junts, que posiblemente entre. La senda del déficit es vital para elaborar las cuentas públicas, le pone coto a las mismas e influye en las partidas. Hay 12.000 millones en juego para las autonomías. Sería un primer paso importante para los PGE, que daría solidez política al Ejecutivo y la legislatura volvería a parecer una legislatura.
Sólo el 48% de las familias españolas tienen hijos. El 28% son parejas sin hijos y el 24% son progenitores que viven con un hijo, que puede superar con facilidad los 30 años. El último censo sigue marcando tendencias de transformación profundas en la sociedad española marcadas por la débil natalidad. Por primera vez el llamado tipo de familia tradicional (dos progenitores y uno o más hijos) ya no es el mayoritario. Si se suman las parejas sin hijos o los núcleos familiares con un solo padre y un hijo como mínimo, son más. Cádiz, Murcia y Sevilla son las provincias donde el modelo tradicional sigue teniendo más fuerza. Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Orense es donde hay mayor porcentaje de familias formadas por un progenitor y uno o varios hijos. Y la tasas de aceptación del divorcio ya empatan con las de Suecia. Un hito si recordamos que la ley se aprobó en España hace sólo 43 años (la de 1932 se la llevó por delante la Guerra Civil y el franquismo) y la de Suecia es de 1915.
La competición desatada por la audiencia de su franja horaria entre el programa de David Broncano en TVE y el líder consolidado, Pablo Motos (A3), se ha convertido en una extensión de la bronca política. Lo que llama la atención es que TVE no tuviera pactado y controlado los límites del programa del primero, que nunca ha engañado a nadie y que ha triunfado en su anterior etapa precisamente por ser así. La dirección del ente público ha tenido que hacer frente a las quejas de espectadores por las alusiones -en horario infantil- a las drogas, por el uso de lenguaje inadecuado o chistes hirientes. Es como contratar a Eskorbuto y esperar que cante las canciones de José Luis Perales.
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