La hora de Núñez Feijóo
El presidente gallego se ve obligado a asumir un reto que, espera, conduzca a la vuelta del PP a Moncloa.
NO será presidente del PP hasta que lo avale el congreso del partido el día 3 de abril, pero nadie duda de que será elegido. Si no por aclamación, sí por una inmensa mayoría. Precisamente porque ese escenario se da por hecho, por inamovible, sólo una hecatombe podría desbaratarlo. En el PP se asume ya el liderazgo de político gallego y en el Gobierno se le considera líder de la oposición.
Alberto Núñez Feijóo cuenta con una biografía conocida porque lleva en el servicio público más de 30 años. Como tantos gallegos fue primero boina y después birrete, primero aldeano y después urbanita con estudios superiores. Niño de aldea. De Os Peares, al norte de Orense, donde le llaman Alberto y le conoce todo el mundo, sobre todo los mayores porque allí pasó muchos años y ha regresado todo lo que ha podido. Luego vinieron los estudios y su primer cargo importante de Romay Beccaria, que cuando fue ministro lo llevó a Madrid como director del Insalud, el instituto público de Salud. Ahí se fogueó en el trabajo de gobierno y en la vida madrileña de navajazos políticos. Álvarez Cascos lo nombró director de Correos, no aceptó ser consejero del Gobierno de Madrid con Esperanza Aguirre y regresó a Galicia de la mano de Manuel Fraga. Primero vicepresidente y después presidente de la Xunta.
Cuatro mayorías absolutas, un récord en una España en la que la aparición de nuevos partidos lo hacía imposible. Pero Feijóo lo consiguió cuando se esperaba que ganara sin la mayoría suficiente y Galicia tuviera de nuevo un Gobierno de coalición de izquierdas. Feijóo lo impidió y su marca es tan potente, más aún que la del PP, que si volviera a presentarse seguro que continuaría teniendo la confianza mayoritaria de los gallegos.
Su éxito, que es un buen gestor y ha sabido rodearse de un equipo que sabe lo que se tiene entre manos. Equipo en el que destaca Alfonso Rueda, vicepresidente de la Xunta desde hace 10 años y "marcado" como favorito de Feijóo para sucederle en la presidencia. Que pueda serlo, ya se verá. Feijóo tendrá voz a la hora de elegir a su sucesor, pero hay más nombres que aspiran a dirigir el PP y el Gobierno gallego. De hecho, cuando se creía que Núñez Feijóo abandonaría la Xunta para presentar su candidatura a la presidencia del PP nacional tras la moción de censura que expulsó a Rajoy del Gobierno, una de las razones que le empujaron a no dar el paso fue que aparecieron varios candidatos a disputar la Xunta a Rueda, lo que significaba un inicio de tensión interna. La segunda razón, no confirmada tampoco, fue que nunca Rajoy impulsó a Feijóo para que diera el paso. Tampoco le dijo que no era su candidato, pero que no le dijera una palabra era bastante significativo. Nunca se pronunció Rajoy a favor de ninguno de los tres contendientes, Sáenz de Santamaría, Cospedal y Casado, pero la idea generalizada fue que el ex presidente prefería a la que fue su vicepresidenta todo su mandato.
Feijóo, por cierto, nunca tuvo una relación cercana con Sáenz de Santamaría; en su entorno la hacen responsable de que saliera todo lo relacionado con el caso Dorado, el narcotraficante que mantenía cierta relación de amistad con Feijóo. La fotografía de los dos en la cubierta del barco de Dorado fue utilizada por los adversarios de Feijóo para intentar tumbar su carrera política. Soraya aseguró que no tenía nada que ver con aquella operación, aunque ese entorno vinculaba la fotografía con el CNI… que en aquel momento dependía de la vicepresidenta. Cuando se celebraron las primarias, que Sáenz de Santamaría ganó en primera vuelta y perdió en la segundo al sumar sus fuerzas Cospedal y Casado, el PP gallego apoyó esta última opción que, probablemente, fue la que dio el triunfo a Casado en el Congreso extraordinario que debía elegir al nuevo presidente nacional del partido.
Feijóo, después de ese conato de presentar su candidatura para sustituir a Rajoy, aparentemente había descarado totalmente dar el salto a la política nacional. O sin aparentemente. Se sentía bien en la Xunta, el balance de su gestión lo reconocen incluso sus adversarios políticos y ha abordado con éxito el reto de afrontar una pandemia que ha asolado a toda España y en la que Galicia presenta unas cifras mejores que la mayoría de las comunidades. Lo primero que hizo cuando se presentó la pandemia fue reunir a los gerentes de los hospitales gallegos para que les expusieran sus puntos de vista sobre cómo abordar la lucha contra el coronavirus y le pidió una lista de las necesidades más urgentes. Con ella en la mano, empezó la búsqueda en el mercado internacional, con poco éxito porque todo el mundo se encontraba en la misma situación de precariedad. Acudió al empresario Amancio Ortega, que puso a disposición de la Xunta los medios que pudo aportar para la compra del material sanitario y los aviones pare transportarlos hasta España.
Fue uno de sus logros últimos, la lucha eficaz contra la pandemia, aunque el presidente gallego suele rebajar el tono triunfalista porque le pesan las vidas perdidas. Pero es indudable que su gestión de la crisis le hizo apuntarse tantos. Más ahora cuando estaba en juego el futuro del PP tras la grave crisis provocada por la animadversión generalizada hacia el secretario general, con la gota última que rebasaba cualquier vaso de paciencia, con la maniobra para descalificar a Díaz Ayuso y tratar de buscarle posibles operaciones delictivas para desalojarla del Gobierno regional.
Una vez tomada la decisión por la mayoría de los barones para hacer dimitir a Casado y Egea, todos los ojos giraron hacia Feijóo.
Desde el primer momento se sumó al clamor para exigir la dimisión de Teodoro García Egea, aunque al principio no confirmó su disposición a ser candidato. Hasta que fue necesario anunciar que no rechazaba esa posibilidad, pues sólo así se podría movilizar el partido para provocar la salida del polémico secretario general. La historia es conocida: la reunión de la directiva que, para sorpresa de Casado y Egea, se pronunció mayoritariamente a favor del relevo de Casado, la dimisión de Egea, la reunión de Casado con los barones regionales que de forma unánime le pidieron su dimisión como presidente del partido, y la convocatoria de la Junta Directiva Nacional el martes para que convoque el congreso extraordinario en el que se debe producir el relevo.
Partido de Gobierno
Antes de una última reunión con los barones, Casado mantuvo un largo encuentro con Feijóo en Génova. Casado aceptó la renuncia, pero pidió una salida digna, que no se le expulsara ese mismo día como si fuera un delincuente. Reconoció errores, pero aun así no merecía un castigo que le afectaba incluso en lo personal. Iniciada la reunión con los dirigentes regionales, muy difícil y amarga para Casado, todos se pronunciaron a favor de la renuncia inmediata del presidente. Feijóo habló el último, y el esfuerzo mayor se hizo para buscar la unanimidad, que se consiguió: Casado renunciaba y se comprometía a no presentar candidatura, y a cambio se le permitía continuar como presidente del PP hasta el congreso extraordinario.
Su círculo íntimo ha quedado muy reducido, apenas tres personas. En principio considera que su intervención del miércoles pone fin a su etapa parlamentaria y en el congreso de abril se despedirá, seguro que con aplausos, de la presidencia del partido.
Y será elegido Feijóo, nadie duda de su candidatura. De hecho, ha designado a dos personas para preparar esta etapa, que durará un mes. La portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, se ocupará de la coordinadora del partido hasta que se celebre el congreso, y Esteban González Pons será el presidente del congreso extraordinario y el que prepare esa cita de la que saldrá una nueva ejecutiva.
La idea de Feijóo es renovar el partido pero sin hacer sangre. Es probable que cuente con algunas de las personas que han formado parte del equipo de Casado, y piensa contar también con personas que forman parte de la historia del PP y que fueron apartadas por la anterior ejecutiva. Y habrá personas de su entorno gallego más próximo, aunque es arriesgado adelantar nombres.
Su vida gallega importa, y más todavía su vida familiar. Es posible que durante un tiempo trate de compaginar su nueva responsabilidad como presidente del PP con las que tiene como presidente de la Xunta, y viva a caballo entre Santiago y Madrid hasta que se vayan encajando las piezas en Galicia y en el nuevo equipo nacional.
A los 60 años, cuando pensaba que su vida política ya estaba iniciando su recta final, se ve obligado a asumir un reto que, espera, le conduzca a la meta: conseguir que el PP vuelva a ser visto como un partido de Gobierno, con respaldo suficiente para llegar nuevamente a la Moncloa. Con Alberto Núñez Feijóo como presidente.
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