"Doñana no está enfermo ni moribundo"

Miguel Delibes de Castro | Biólogo

"Doñana no está enfermo ni moribundo" / Juan Carlos Vázquez
Miguel Lasida

03 de marzo 2019 - 05:00

Cuando Miguel Delibes de Castro (Valladolid, 1947) llegó a Doñana, en 1972, no había luz ni teléfono. Hoy hay fibra óptica, pero cree, pese a los peligros que acechan al parque, que su supervivencia está garantizada gracias a la red normativa de cada una de las administraciones que lo protegen. De su padre, Miguel Delibes, aprendió de naturaleza; de su maestro, Félix Rodríguez de la Fuente, aprendió a escribir a base de ver rotas muchas páginas de aquella magna enciclopedia sobre fauna en la que trabajó. Con el permiso del recordado José Antonio Valverde, es quien mejor conoce Doñana y el lince.

-Tengo un amigo que sostiene que no hay un animal más torpe que el lince.

-Biológicamente parece no estar preparado para escapar de peligros ausentes en su historia evolutiva.

"El lince es un premio Nobel para ver, oír y cazar, pero es muy torpe para detectar los peligros de hoy"

-Eso destruye el mito.

-El lince es un premio Nobel para ver, oír y cazar conejos, pero es muy torpe para detectar los riesgos del mundo de hoy. Proporcionalmente hay más linces atropellados que zorros.

-¿Cómo se encuentra Doñana?

-Doñana es frágil. Es un mundo que intenta mantenerse en un entorno cambiante, pero no está enfermo y muchos menos moribundo. Doñana es como un albino en un mundo de sol. Siempre tiene que estar defendiéndose.

-Están los incendios, el gas, el agotamiento del acuífero...

-Son cuestiones distintas. Los incendios son accidentes. El gas es un problema de sí o no. Lo razonable sería que no se hiciera un almacén de gas justo debajo de un parque nacional de esa importancia. El agua sí es más complejo.

-Por ella se enfrentan agricultores y naturalistas.

-Es un problema sistémico. Es como los hijos adolescentes, con quienes es inevitable pelear. No puede cederse en todo ni impedirlo todo. Con el agua de Doñana pasa algo así. No puede aspirarse a eliminar la agricultura ni ceder en todo para que se seque. En ese tema se va avanzando, lentamente, pero se va avanzando. Los verdaderos peligros de Doñana son más difusos.

-¿Cuáles?

Es la humanización inevitable y creciente del entorno. Se llena de visitantes, hay más carreteras y por el río entran más barcos con especies exóticas. Eso va permeando. Por ejemplo, ahora hay muchas ratas que llegan de los arrozales que no había antes. Eso no se ve, pero está pasando. Esos peligros no identificados son los más graves.

-Los expertos avisan de que estamos en un periodo de extinción de especies masiva.

-En los últimos 600 millones de años ha habido una veintena de procesos agudos de extinción. Cinco han sido muy agudos, que es cuando se extinguen el 75% de las especies. El ritmo actual es de ese tenor. Estamos en la sexta era de extinción.

-A las bacterias y a los escarabajos les va muy bien, ¿cuál es su secreto?

-Bueno, al escarabajo le va regular. Está desapareciendo muy deprisa por las hormonas que se le inyecta al ganado. Que sea el grupo de seres vivos más numeroso después de las bacterias propició una anécdota: a un científico le preguntaron qué le había enseñado su trabajo sobre Dios y respondió que, desde luego, debía de ser un apasionado de los escarabajos...

-¿Y las bacterias?

-Pues no sabemos bien cómo les va, pues conocemos pocas. Desde luego son resistentes y la vida en la Tierra está asegurada con ellas. Un científico famoso dijo que, aunque exploten todas las bombas atómicas del mundo, siempre habrá bacterias que se alimenten de ello y, a partir de ahí, todo volverá a empezar.

-En Andalucía se han instalado especies invasoras como el cangrejo rojo o la cotorra argentina. ¿Hemos exportado alguna especie invasora?

-El conejo ibérico está en todo el mundo. En Australia y Nueva Zelanda ha acabado con la vegetación de muchas islas, provocando desertizaciones.

-Se habla mucho de la caza últimamente. ¿Por qué despierta tanta animadversión?

-A comienzos del siglo XX vivía en las ciudades el 10% de la humanidad. El resto vivía en el campo y explotaba sus productos, incluyendo la caza. Era lo normal. Ahora el 55% vive en las ciudades. Eso ha hecho que nos alejemos de la vida rural. Al alejarte, te haces más sensible ante una naturaleza que no utilizas ni ves utilizar.

-Su padre fue un gran aficionado a la cacería.

-Cuando llegaba con un conejo a casa nos encantaba buscar el perdigón, desollarlo, oler el guiso... No siempre se comía carne. El pollo era para los cumpleaños. Mis hijos, en cambio, cuando llevábamos un conejo preferían no verlo.

-¿Se han extremado las sensibilidades?

-Es un cambio sociológico que no estoy seguro de que sea positivo. Debemos reaccionar ante la matanza indiscriminada de animales, como reaccionan los anticuerpos a las bacterias. Pero si la reacción es frente a algo inocuo, como el polen, provoca alergia por hiperreacción. Creo que la reacción de un sector de la sociedad hacia la caza es hiperreactiva.

-¿Están indignados los cazadores?

-La caza ha cambiado. Cuando íbamos a un pueblo para aprender de águilas o linces, íbamos a las peñas de cazadores. Eran de campo, sabían de campo y hablábamos un mismo lenguaje. Pero se puso de moda pegar tiros y contabilizar perdices muertas. Esas prácticas han provocado una reacción contra los cazadores.

-Ellos han reaccionado a esa hiperreacción y se dice que han sido claves en el auge de Vox.

-Los cazadores tienen motivos para llamarse ecologistas, pero les pierde una particular hostilidad hacia el ecologismo, que creo que es un error; como es un error dejar que la defensa de lo rural sea exclusivamente de un partido en muchos aspectos indeseable. Me gustaría que otros defendieran lo rural con mayor énfasis.

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