“Las heroínas deben tener su lugar en la historia”

Celia Santos | Escritora

Celia Santos
Celia Santos / Toni Embid

Celia Santos (Bergara, 1972) es autora de numerosos relatos y cuentos dirigidos a un público infantil y juvenil, así como varias novelas en las que rescata acontecimientos históricos con las mujeres como protagonistas. La última es El país del atardecer dorado (Ediciones B), en la que habla de la Operación Marta, organizada para enviar mujeres a Australia para casarse con trabajadores.

–En ‘El país del atardecer dorado’ escribe sobre el avión de las novias. ¿Qué mueve a Elisa, la protagonista?

–A Elisa la mueve reencontrarse con José Ramón, su novio, y reunir a su familia. José Ramón se fua a Australia en las primeras expediciones de hombres, en la segunda mitad de los 50. Elisa deja de recibir noticias de él y cuando ve el anuncio en el periódico donde se ofrece trabajo para mujeres jóvenes solteras y católicas, no se lo piensa dos veces y se embarca hacia Australia.

–¿Ha buscado inspiración real?

–Sí. Todas mis novelas tienen una base real. Es, como decía Vargas Llosa, llegar a la verdad a través de la mentira. Para crear a Elisa me inspiré en un reportaje que encontré sobre una de estas mujeres que fueron en la Operación Marta a Australia a principios de los 60. Era un hecho que desconocía.

–¿Qué le llevó a escribir sobre el Plan Marta?

–En ese periódico de Asturias hablaban de esta mujer, creo que se llamaba Araceli: era una Marta que tras permanecer casi 50 años en Australia había vuelto a España a pasar su jubilación en su pueblo natal. Cuando terminé de leerlo, supe que tenía que escribir sobre ello porque son de estas historias que me apasionan. Creo que es de Justicia darlas a conocer y poner a estas mujeres en el lugar que les corresponde de la historia.

–El Plan Marta fue la cosificación de la mujer llevada al extremo.

–Sí, y además utilizando la máxima vulnerabilidad que era el desarraigo, la soledad, la tristeza por estar tan lejos... La Iglesia Católica utilizó todo eso para llevar a cabo su plan, que era repoblar Australia con blancos. Era un país joven que estaba por construir. En los núcleos más pequeños y donde solían trabajar estas mujeres, al principio sobre todo como empleadas de hogar en casas de dueños de plantaciones, el vecino más cercano estaba a 15 kilómetros. El único entretenimiento era reunirse los domingos los trabajadores de la zona, comer juntos, ir a misa, y luego la naturaleza seguía su curso. Se juntaban, se hacían novios y se casaban. Ése era el objetivo. Las trataron como recipientes, como incubadoras, llámalo como quieras, para tener más australianos blancos.

–En sus novelas rescata acontecimientos históricos con mujeres como protagonistas. ¿Por qué?

–Porque estos acontecimientos siempre han quedado relegados. Las mujeres no son ni siquiera una nota al margen. El avión de las novias era totalmente desconocido, y fue en España hace 60 años. Muchas de estas mujeres siguen vivas. Ellas han aportado mucho a la sociedad española con el dinero que enviaban. Creo que es justo que estas heroínas tengan su lugar en la historia y sean conocidas.

La Iglesia utilizó se valió de la máxima vulnerabilidad de estas mujeres para llevar a cabo su plan”

–En ‘La maleta de Ana’ se basa en la historia de mujeres españolas que emigraron a Alemania. ¿Qué las diferencia de Elisa?

–Primero la cercanía. Además, en aquella ocasión, los acuerdo eran únicamente laborales: iban a trabajar, no tenía otro fin oculto que el del Gobierno franquista de quitarse parados de encima y que, además, enviaban divisas. En el caso de Australia, aparte de ese beneficio, estaba la intención soterrada de utilizar a las mujeres como procreadoras, un poco El cuento de la criada, pero con matices.

–‘La niña de Rusia’ podría vincularse con los niños que vienen a España en acogida desde zonas en conflicto. ¿Tenemos poca memoria los españoles?

–No tenemos ninguna. Todas mis novelas se pueden extrapolar a la actualidad más reciente. Pienso en esas mujeres que atraviesan el continente africano, que han caído en redes de trata, que las han violado... Y esas otras que vienen de latinoamérica y han dejado a sus hijos con sus abuelos y se pasan años sin verlos... Eso le pasó a nuestras abuelas cuando iban a Alemania, a Australia. Lo que cuento en mis novelas lo estamos viviendo y lo tenemos al lado en la chica que nos sirve un café o nos hace las uñas. Todas esas mujeres tienen su propia historia; son personas que han sufrido y han hecho un esfuerzo titánico por estar donde están.

–¿Cree que siguen utilizándose mentiras o medias verdades sobre la inmigración?

–Se han utilizado y se siguen utilizando. Para mi novela La maleta de Ana me encontré mucha gente que me decía es que los españoles que iban a Alemania iban con contrato. Iban con contrato algunos; la gran mayoría iban de forma ilegal, pagaban a un mercenario sus ahorros por cruzarles la frontera en una furgoneta destartalada. Y luego atravesaban Europa como podían. No todos podían acceder a ese puesto de trabajo legal y legítimo. Había inconvenientes que obligaban a los españoles a salir de forma clandestina y a trabajar muchas veces sin papeles. Lo mismo que ocurre aquí y ahora.

–¿Qué nos diferencia a los españoles migrantes de hace décadas a los inmigrantes que en la actualidad vienen a nuestro país?

–Nada, son personas que salen de sus sitios de origen por necesidad, ya sea económica, médica o por la guerra. Y los españoles hemos salido de España por esos mismos motivos, y también nos han discriminado.

–La esperanza de un futuro mejor sigue siendo el principal motivo para emigrar. ¿Estamos en las mismas circunstancias que nuestros abuelos?

–Estamos peor. Tenemos más cosas, más preparación, pero los españoles seguimos emigrando, la conocida fuga de cerebros. No se van en autobuses, en trenes destartalados, pero sí en vuelos low cost. Hay una frase que se repite y es muy cierta: nuestros hijos van a vivir peor de lo que vivimos nosotros.

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