Fernando Faces
Perspectivas económicas: España 2025
Esta semana estaba siendo algo más tranquila en los mercados que la anterior, pero las olas del último episodio de estrés financiero aún parecen colear, como demostró el desplome –en las últimas horas– de la acción y el fuerte incremento de los Credit Default Swaps (CDS, instrumento derivado que permite cubrir el riesgo de impago) del gigante alemán Deutsche Bank, penalizando las cotizaciones de todo el sector financiero. Se suceden los efectos multiplicativos de los colapsos de entidades financieras (como Silicon Valley Bank), algunos ya los habíamos visto con el contagio a Credit Suisse, una entidad sistémica. Su “rescate” a través de adquisición por parte del también helvético banco UBS ha tenido repercusiones sobre mercados específicos que han salido “tocados”. Por ejemplo, los CoCos –bonos contingentemente convertibles en capital adicional de nivel 1 (AT1)–, tras el acuerdo de integración de Credit Suisse en UBS, donde la autoridad supervisora suiza decidió “disciplinar” con pérdidas más duramente a los bonistas que a los propios accionistas. Es muestra de las disfuncionalidades aparecidas últimamente.
Prácticamente todas las voces financieras y no financieras, autoridades y analistas han estado descartando que Europa pueda verse en situación similar a Estados Unidos. Está por ver si las dudas sobre Deutsche Bank durarán y si pueden cambiar esa percepción. En todo caso, Europa es bastante diferente a Estados Unidos en materia de supervisión y en modelo bancario. Sin embargo, nadie sería inmune si los problemas continuasen, ya sea por las turbulencias financieras, por la persistencia de la inflación –si los bancos centrales tienen que centrarse en estabilidad financiera– o por una desaceleración de la economía más intensa. O por todas éstas combinadas. La autocomplacencia no es buena consejera. Tampoco lo es un exceso de nervios o plantear horizontes catastrofistas. Hace falta pragmatismo. Estar alerta para actuar con efectividad y prontitud si es necesario. La rápida subida del precio del dinero no afecta exclusivamente a Estados Unidos, aunque allí se hayan detectado fallos en la supervisión de la cobertura de tipos. Los problemas generados a los CoCos han afectado a todos los bancos que los han emitido y ponen en cuestión el apetito de los inversores por este instrumento. Las autoridades supervisoras que impulsaron el aumento de los coeficientes de solvencia y la necesidad de nuevos instrumentos –como los CoCos– para reforzar el capital regulatorio de los bancos, deben mantener una hoja de ruta consistente. Las decisiones del regulador suizo con los CoCos de Credit Suisse no lo han sido. Siembra dudas para crisis futuras en otras latitudes. Las autoridades deben guardar todas las cautelas.
A pesar de la incertidumbre, los bancos europeos –incluidos los españoles– en su conjunto parecen estar en una posición más sólida para hacer frente a la desconfianza que se ha producido. Sus carteras de bonos también se han visto afectadas por la fuerte subida de tipos, pero los márgenes financieros han mejorado. La cobertura de los tipos de interés y la supervisión del BCE parece no tener las “lagunas” evidenciadas en la banca regional estadounidense. Un escenario futuro preocupante se daría si los problemas de la banca mediana norteamericana se multiplicasen y llegaran a impactar a los grandes bancos de ese país o a otros bancos globales (Europa incluida). La Reserva Federal lo considera improbable por lo que la situación requiere una vigilancia reforzada y muchas cautelas, pero, por ahora, hay que evitar catastrofismos. Otro escenario sobre el que tenemos menos información es el que plantearía un problema de desconfianza y falta de liquidez en lo que se denomina “banca en la sombra” (vehículos financieros que sustentan operaciones de crédito y liquidez fuera del perímetro de la supervisión) en el que el impacto podría ser global y llegar a los bancos europeos también. Ya vimos lo acontecido en Credit Suisse y las dudas sobre Deutsche Bank. Deberían ser útiles las lecciones aprendidas de la anterior crisis financiera (no dejar caer desordenadamente los bancos) así como las actuales y reforzadas exigencias regulatorias y vigilancia. Pero la incertidumbre seguirá aún algún tiempo.
Lógicamente hay implicaciones para la economía. En particular para la española. Las turbulencias financieras, aunque no sean propias, suelen tener efectos en el crecimiento de la economía. Las predicciones de crecimiento del PIB se han revisado al alza. Como señalaba hace poco el Gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, hay que tener cautela con estos pronósticos para el resto del año por el incierto impacto de la tensión financiera y sus ramificaciones. En particular, si se produce –como en el pasado– un cierto “cierre del grifo del crédito”. Los bancos centrales harán bien en evitar un racionamiento de crédito. Podría afectar al crecimiento y al empleo. Además, hay dudas sobre si se podrá mantener en el actual entorno financiero una hoja de ruta monetaria tan intensa para luchar contra la inflación. Las “buenas noticias” que se esperan para la inflación en los próximos meses podrían pasar a ser menos optimistas. Lo que acontezca con el desempeño macroeconómico para 2023 será crítico para la estabilidad de la deuda soberana. En un contexto de inflación, crecimiento a la baja y dudas financieras, es probable que los inversores empiecen a discriminar más entre deudas de países, por su sostenibilidad y por su competitividad. Probablemente no volverá a acontecer una crisis de la deuda soberana como la de hace más de una década, entre otras cosas, por el compromiso del BCE. Sin embargo, un encarecimiento significativo de la deuda soberana se trasladaría al resto de la economía. Supondría un lastre adicional en una coyuntura no especialmente fácil. Por ello, la vuelta a un mayor equilibrio de las cuentas públicas puede ser necesario más pronto que tarde.
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