Lo que se avecina con la nueva rebaja de tipos
Reducir el precio del dinero será un alivio pero no solventará los problemas estructurales de la economía europea, que precisan de una visión, ambición y acción política sin precedente
Como era de esperar, este pasado jueves el Banco Central Europeo (BCE) bajó los tipos de interés, pero lo hizo de forma algo distinta. Bajó un 0,25% a los depósitos que los bancos realizan en el BCE, dejándolo en el 3,50%. Este ha sido el tipo más relevante en los últimos tiempos porque es por donde se ha movido más liquidez. Lo que el BCE ha querido es acercarlo al tipo principal de financiación para que este último sea el que cuente, como siempre fue hasta las postrimerías de la crisis financiera global. En aquel entonces los bancos centrales “crearon” otros mecanismos extraordinarios de liquidez para salir de tal tremendo atolladero. El truco ha sido crear un marco que referencia ese tipo de depósitos al tipo principal por un diferencial. Como consecuencia, la bajada de las operaciones principales de financiación ha sido considerable, del 4,25% al 3,65%.
Los impactos son múltiples y algo distintos a los de episodios similares en el pasado. El ciclo de subidas de tipos desde 2022 no ha tenido los mismos efectos que las fases de estrategia monetaria restrictiva de hace unas décadas. Sí que han contribuido a bajar la inflación cerca del objetivo del 2%, pero, a diferencia de otros momentos, no ha causado una recesión. En la década de 1980, para lograr reducir la inflación era casi necesario provocar una recesión con la subida del precio oficial del dinero. Ahora no ha sido imprescindible. Las razones no están muy claras. Esta generación no había conocido un proceso inflacionario en décadas por lo que no tenía conocimiento previo de la “caja de herramientas” para aplacarlo. Fue una preocupación en su día, pero, el que se haya logrado reconducir la inflación en algo más de dos años sin graves daños colaterales es positivo. Favoreció estar en la salida de la pandemia con el impulso del ahorro acumulado y por tanto la inercia beneficiosa de la economía. También, la importante liquidez en el sistema, incluida la de los bancos centrales (aunque ahora disminuye). No obstante, el que los tipos pasaran de 0 a 4,5% solamente en 18 meses no descarriló el crecimiento económico. Alemania y otros países centrales han tocado la recesión técnica, pero factores como la crisis de su modelo industrial y energético han jugado un peso más importante que la subida de los costes financieros en ese debilitamiento. Los países europeos con mayor peso específico de la industria están sufriendo más que los más especializados en servicios (como España).
Es importante que las actuales generaciones no malinterpreten que bajar la inflación es un proceso rápido y casi indoloro. Que, con dos años de tipos más altos, se puede reconducir fácilmente el crecimiento de precios, y encima, evitando graves impactos sobre la economía y el desempleo. No tiene por qué ser así en el futuro. Los bancos centrales harán bien en continuar vigilando de cerca la inflación para evitar un rebote, que podría ser muy perjudicial por las expectativas excesivamente optimistas sobre las consecuencias de una política monetaria restrictiva que se han podido crear desde 2022. Con el actual proceso de rebajas de tipos de interés puede pasar algo similar pero a la inversa. Ese descenso de costes financieros siempre es un buen viento de cola para la economía, pero las incertidumbres del entorno geopolítico y los problemas y rigideces estructurales de la zona euro podrían generar un impulso menor de lo esperado, y el crecimiento económico sería modesto. De hecho, las previsiones macroeconómicas para 2025 apuntan a un menor crecimiento. Si este vaticinio se cumpliera, se confirmaría que la relación inversa entre PIB y tipos de interés se ha debilitado.
Si entramos a analizar el impacto en los diferentes agentes, la alegría va por barrios. Las familias con una hipoteca y las empresas endeudadas se encontrarán entre los agentes más beneficiados de la rebaja de tipos, aunque el impacto de esta mayor holgura financiera sobre la actividad económica puede ser más incierto en la situación actual con tantas dudas, que surgen de la pérdida de competitividad europea. Los recientes informes de los ex primer ministros italianos Enrico Letta sobre el Mercado Único, publicado hace ya un tiempo, y de Mario Draghi sobre el futuro de la competitividad europea, divulgado esta misma semana, apuntan a dificultades estructurales que requieren medidas más allá de un aliviamiento por bajada de tipos. Según estos informes, Europa está condenada a estar fuera del liderazgo de la competitividad global si no apuesta decididamente por la innovación, nuevos motores de crecimiento y un aumento poderoso de la productividad, así como la integración de sus mercados estratégicos como el financiero, energía y telecomunicaciones. Una nueva legislatura de la UE se abre, donde la ambición por las reformas será clave. Con el bienestar de la sociedad europea en el largo plazo en juego si no logran avances significativos en competitividad.
El sector público también, con sus importantes déficits y deuda, se beneficiará de los menores costes financieros. Sin embargo, deberá cumplir las nuevas reglas fiscales y seguir muy atento a los mercados de deuda soberana. Por su lado, el sector financiero tendrá menores márgenes con tipos más reducidos y estarán en mejores condiciones aquellas entidades que se hayan preparado mejor con modelos de negocio más allá de la intermediación clásica, con elementos tecnológicos y de valor añadido. Está por ver la reacción de los mercados financieros que están nerviosos desde el derrumbe del pasado 5 de agosto. La renta fija, lógicamente será menos atractiva, pero la percepción de sobrevaloración bursátil de muchas empresas, sobre todo tecnológicas, interferirá en el teórico impacto positivo de la bajada de tipos sobre la renta variable. En suma, la disminución del precio oficial del dinero es siempre un alivio, pero no solventará los problemas estructurales de la economía europea, que precisan de una visión, ambición y acción política sin precedente.
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