El triunfo de la humildad
La consulta del especialista
Nadie había bajado de las dos horas en un maratón hasta que un millonario puso los medios y convenció al más grande: Eliud Kipchoge
Maratón. Es una palabra mágica, con aire de misticismo, de heroicidad. Detrás de esas siete letras se esconden las ilusiones, los sacrificios, el sufrimiento y la alegría de miles de personas que decidieron ponerse las zapatillas y desafiar a la fisiología humana corriendo los 42 kilómetros 195 metros de los que consta una maratón. Una vez que se cruza la línea de meta, no importa lo rápido o lento que haya sido, nada volverá a ser lo mismo.
Esta mañana se escribió una página con letras de oro en la historia del atletismo moderno. Por fin se rompió la barrera de las dos horas en la mítica maratón. Nadie en la historia pudo acercarse a esos números hasta que un millonario empresario puso los medios y convenció al maratoniano más grande de todos los tiempos para intentarlo, y ese superatleta no es otro que el keniata Eliud Kipchoge.
Y eso que, en el caso de los atletas africanos, el ser buen corredor implica la diferencia entre permanecer en la miseria o salir de ella. De hecho, Kipchoge, el menor de cuatro hermanos creció sin padre y fue educado por su madre, que era profesora. Vendía la leche del ganado de sus vecinos para poder ayudar en casa y en los ratos libres, corría. «Cuando corro me siento bien, mi mente se siente bien. Puedo dormir con la conciencia tranquila y libre. Disfruto del don que Dios me ha dado». También tiene un truco para cuando las piernas comienzan a fallar debido al esfuerzo: sonreír. «Si tengo dolor o sufro, sonrío y lo hago pensando en la meta o en el don que Dios me ha dado. De esta manera, el cansancio se esfuma».
En Viena se pudo correr esos 42 kilómetros y 195 metros en 1 hora 59 minutos y 40 segundos, 45 segundos más rápido que el anterior intento que tuvo lugar en el circuito italiano de Monza. Y es que todo ha salido bien.
El maratón perfecto
Para romper un récord de este tipo tienen que alinearse los astros y todo tiene que estar perfecto. Cualquier pequeño fallo o desajuste puede dar al traste con los 5 meses de preparación que ha precisado este récord. Nunca conoceremos el límite humano porque las combinaciones de las variables que influyen en el rendimiento son prácticamente infinitas, aunque se puedan resumir en varios bloques:
1.- La condición genética. ¿Cuál es la condición genética perfecta para una prueba deportiva concreta? Estatura, tipo de fibras musculares, capacidad para generar energía elástica adecuada y optimizar el rendimiento en el deporte adecuado. Eliud Kipchoge posee una longitud de zancada que le asegura una velocidad muy superior al resto una vez se encuentre lanzada la carrera. No tiene la misma fisonomía el corredor de maratón que el lanzador de peso. Se nace atleta pero se convierte en leyenda con el trabajo, motivación y entrenamiento.
2.- Pista, calzado y accesorios adecuados. Una superficie que absorba los impactos y devuelva al atleta la energía adecuada tras una pisada, unas zapatillas flexibles y ultraligeras. Para este reto, la empresa Nike y su departamento de I+D+I ha tirado la casa por la ventana y ha provisto al campeón keniata y al resto de liebres del modelo Zoom Vaporfly 5%, una zapatilla única, que combina la ligereza con estabilidad, con una suela de carbono que actúa como si se corriera con un muelle bajo los pies convirtiendo cada zancada en un ejemplo de eficiencia. Esas zapatillas han tenido mucho que ver en el resultado, no tengo la más mínima duda.
3.- El entrenamiento perfecto. ¿Cuál es ese entrenamiento? Niveles de carga “perfectos” para el atleta, medios de entrenamiento “perfectos”, planificación “perfecta”…
4.- Las condiciones de competición óptimas. Condiciones climáticas: viento, altitud del sitio de competición (no es lo mismo competir en altura que a nivel del mar) temperatura y humedad perfectos. Motivación máxima (como dice un buen entrenador “la ciencia termina donde empieza la voluntad del atleta”). En el Práter de Viena, las condiciones han sido inmejorables, sin viento, escasa humedad y temperatura fresca. El equipo de 41 liebres, perfectamente sincronizadas y coordinadas para marcar el ritmo sin romper la cuerda; si el ritmo es demasiado fuerte pueden romper al atleta principal, o si es por debajo de lo esperado, no se completa el objetivo. Todo el grupo ha sido perfecto.
Kipchoge
"Si tengo dolor o sufro, sonrío y lo hago pensando en la meta o en el don que Dios me ha dado. De esta manera, el cansancio se esfuma"
El día que el ser humano mejor dotado de la historia de la humanidad haya entrenado de manera perfecta durante una vida deportiva perfecta y el día de la competición milagro haya unas condiciones óptimas de temperatura viento humedad… y además sea una prueba donde los deportistas alcancen el máximo grado de motivación… entonces se llegara al limite humano, en una prueba concreta claro está. Se alcanzará el límite humano el mismo día que se hayan unido todos esos condicionantes para lograr la marca que nunca más se pueda superar. Y eso ha sido lo que hemos visto ayer, pura historia viva.
Reconozco que me he emocionado mucho viendo los últimos metros. Kipchoge, fresco como una lechuga, como si hubiera salido a dar un paseo, animaba con sus brazos a los sosos aficionados vieneses que observaban la gesta. Todo eso después de darse la paliza del siglo. Cuando uno es corredor, sabe perfectamente los sacrificios que hay que hacer, la constancia en el esfuerzo, renunciar a muchas cosas y mantener la motivación meses y meses. Para un tipo como Kipchoge no ha sido un problema. Ese cuerpo y esa mente serán dignas de estudio. Días antes de la prueba, el keniata afirmaba que quería demostrar al mundo que nada es imposible, que se puede acometer cualquier reto que una persona se proponga, solo hay que buscarle un sitio en la mente y automáticamente habrá un sitio en la vida. Kipchoge ha ido a la Luna y ha vuelto y nos ha traído un récord para la historia, una marca que será difícil batir pero que nos confirma que la voluntad y las ganas es lo que se necesita para tener éxito en lo que uno se proponga.
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