Todos tenemos ansiedad

La consulta del especialista

Es un sentimiento que se caracteriza por tener una preocupación excesiva ante situaciones concretas y que no sólo acarrean problemas a nivel mental

Debemos normalizar el hecho de que tener ansiedad es algo cotidiano y frecuente

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Un hombre se tira de los pelos como muestra de las numerosas preocupaciones que sobrevuelan su cabeza.
Un hombre se tira de los pelos como muestra de las numerosas preocupaciones que sobrevuelan su cabeza. / International SOS
Doctor Ríos

14 de septiembre 2024 - 19:35

Almería/Es la absoluta verdad. Todo el mundo ha experimentado o lo hará, sensación de ansiedad. Ansiedad es un sentimiento que se caracteriza por tener una preocupación excesiva ante situaciones concretas y que no sólo acarrean problemas a nivel mental sino que inducen cambios en el organismo, como puede ser un incremento en la tensión arterial, palpaitaciones, cansancio, desarreglos menstruales, alteraciones digestivas como diarrea, dolor o presión en el pecho, llanto y tristeza, entre otros. No es tan concreta como el miedo, dura más, es recurrente bombardeando nuestro cerebro una y otra vez.

Hay que diferenciar ansiedad de miedo. El miedo es una respuesta de nuestra mente ante un estímulo puntual, de corta duración ante una situación puntual: miedo a volar, subir en ascensor, a los perros, las serpientes o cualquier fobia que el cuerpo tenga identificada. He tenido ansiedad y en ocasiones la tengo. El punto donde tuve un pico de ansiedad fuerte sería por el año 2008. No fue un buen año. Trabajaba demasiado, sin rumbo profesional claro diría yo. Era un robot que veía, trataba y operaba personas pero como lo haría un robot. Ese exceso en lo profesional sin duda perjudicaba la calidad de mi atención, pero era lo que el “sistema” demandaba: cantidad en lugar de calidad.

Por otro lado, el ambiente con el resto de personas, por llamarlas de alguna manera con las que compartía las mañanas, era de lo más demoledor para mí. Seguramente no era culpa únicamente de ellos y parte de la misma, fuera mía. El caso es que recuerdo que los síntomas comenzaban el domingo a media tarde, cuando el sol comenzaba a querer despedirse. Mi cerebro empezaba a prepararse para la “batalla” del lunes, anticipándose a todas las broncas, zancadillas o situaciones ideadas para crear una situación de lo más incómoda hacia mí con la idea de derrotarme y provocar mi marcha.

Una persona oculta su rostro detrás de su ordenador portátil en una mesa de oficina.
Una persona oculta su rostro detrás de su ordenador portátil en una mesa de oficina. / Europa Press

Estaba de mal humor, iba al baño y al frigorífico con la misma frecuencia, tensión corporal, mis dientes iban a explotar de la fricción de unos contra otros. Lo peor vino con las crisis de vértigo. Recuerdo un día que de golpe y porrazo y tras una discusión que habré olvidado, mi cuerpo dijo basta y todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, como si estuviera subido en un barco en medio de una tempestad. Lo malo de todo ello, además, es que esa sensación de vértigo venía acompañada de un cuadro que en Medicina se denomina “cortejo vegetativo”: sudoración, ganas de vomitar, angustia y mareos.

Exactamente igual que cuando me mareaba de pequeño en el Seat 127 de mi padre, hasta que se detenía en el arcén y echaba hasta la primera papilla. Fue dejar ese trabajo y todo volvió a la normalidad. Reduje la frecuencia de excursiones al frigorífico, comencé a hacer deporte (esto me ha salvado la vida), y a retomar la manera de aplicar Medicina que siempre he querido.

Eso no quita que algunas mañanas al levantarme y debido a los retos que la propia vida nos sitúa enfrente tenga algún pequeño pico de ansiedad, nada que ver con las de hace años. El caso es que me levanto con alguna pequeña minicrisis que dura lo que tardo en ponerme las zapatillas y salir a correr. Lo bueno de la ansiedad es que no sabe actuar ante el ejercicio y sus efectos se diluyen como un azucarillo en el café. La de psicólogos y lexatín que he ahorrado gracias al deporte, pero lo he gastado en zapatillas, pero es un dinero besado como dice mi madre.

¿Cómo se trata la ansiedad?

Hay varias maneras de manejar la ansiedad que a mi me han servido:

-Ejercicio físico. Disminuye ansiedad, depresión, tensión, hostilidad. Mejora el control del estrés personal y laboral. Hay cuatro neurotransmisores básicos que se relacionan con el estado de ánimo que son epinefrina, dopamina, serotonina y las conocidas endorfinas. La epinefrina, perteneciente al grupo de la adrenalina, es la encargada de la alerta. Los anglosajones le llaman la sustancia de luchar o correr (cuando es segregada, nos enfrentamos a la situación de peligro, PELEA, o bien, cuando no, es cuando decidimos HUIR). Las más importantes son la serotonina y la dopamina.

Respecto a la primera es el antídoto contra la ansiedad ya que nos eleva la moral y el estado de ánimo. Pero se encuentra por debajo de sus niveles normales en situaciones de estrés y ansiedad, o si nuestra dieta es rica en ácidos grasos y pobre en carbohidratos. La dopamina es la responsable del ciclo sueño/vigilia. Sus niveles se alteran en situaciones parecidas a la serotonina, no en vano están muy relacionadas. Cuando la serotonina aumenta en el cerebro, lo hace la dopamina. Estos dos neurotransmisores aumentan durante el ejercicio de intensidad moderada pero relativamente prolongada como puede ser correr, bicicleta, natación o caminar.

Esa actividad provocará un mejor descanso. Los depósitos de estos mediadores son repuestos durante la noche. Si ésta es de sueño escaso o insuficiente, no permite alcanzar los niveles perdidos durante el día, y encontrarnos la siguiente jornada decaídos, sin fuerzas. Si el ejercicio es muy intenso o explosivo, el efecto es el contrario, el nivel de dopamina baja y puede que nos cueste conciliar el sueño. Este mecanismo es la respuesta a por qué los problemas se ven de una manera al empezar a correr, en mi caso, y se transforman en otros problemas mucho más fáciles de resolver, tras la ducha postentreno. Si estamos de mejor humor, tendremos un mayor apetito sexual.

-Pensamientos positivos. Debemos normalizar el hecho de que tener ansiedad es algo cotidiano y frecuente. No debemos culpabilizarnos sino todo lo contrario. Hay que concentrarse en cosas positivas, agradables o situar la mente en una zona de seguridad como puede ser una situación que nos trae recuerdos positivos. También se puede distraer la mente con la regla del 3-3-3. Mirar y concentrarnos en tres objetos que tengamos cerca, estar atento a tres sonidos y mover muy despacio tres partes del cuerpo.

-Ayuda profesional. Si la situación nos sobrepasa, y nada funciona, los profesionales de la psicología y psiquiatría son los adecuados para que retomemos la senda de la normalidad en lo que a nuestro cerebro se refiere.

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