La superación del peregrino a Santiago de Compostela
Senderismo
Un grupo de ‘A Toda Vela’, mayores de la UAL y vecinos de Costacabana conviven en el Camino de Santiago
Si hay algún sitio en la tierra donde todos somos iguales en el día a día, ése es el Camino de Santiago. Ahí no hay millonarios, ni superdotados, ni grandes prodigios físicos de la naturaleza. Las agujetas no entienden de razas ni de género; las ampollas, menos todavía. Y si en el sufrimiento existe igualdad, la belleza que la naturaleza nos transmite hace que cualquier persona se crezca ante las adversidades.
El peregrino es aquel que se calza sus botas, se echa su mochila al hombro y su vieira a la espalda, y deja atrás sus problemas del día a día. Peregrinar hacia Santiago es decir a la vida que por más obstáculos que te ponga, más fuertes vas a salir de ellos cuando los superes. Golpe a golpe y verso a verso, que dice Serrat en su 'Caminante no hay camino'; kilómetro a kilómetro, que van restando los diferentes mojones que hay repartidos por los múltiples caminos santiaguescos que se reparten por toda la geografía ibérica. Poco a poco, el peregrino se va superando a sí mismo, a sus complejos, a sus miedos, a los estereotipos sociales, y se siente libre y motivado para completar una aventura que a cada etapa que pasa, saca lo mejor de cualquier ser humano.
Todo esto lo han vivido de primera mano un grupo de treinta y un peregrinos almerienses, compuesto por chavales con discapacidad intelectual de A Toda Vela, estudiantes de la Universidad de Mayores de la UAL y vecinos de la Asociación Bahía de Costacabana. Once días, bastón en mano para subir las cuestas, conviviendo por los diferentes paisajes de la verde y bella Galicia. De Sarria a Santiago, 12 kilómetros diarios, en los que las rozaduras de uno, eran las rozaduras de todos; el agua se compartía;todos se sentaban en la misma mesa para contar las anécdotas del día; y, por supuesto, para ser felices conforme la Catedral de Santiago el Mayor se veía en lotananza.
María del Mar Pérez, coordinadora del viaje y voluntaria de A Toda Vela, narra perfectamente unos días que nadie en el grupo olvidará jamás. “Quería hacerles vivir lo que es ser peregrino, para que comprobaran que en esta vida querer es poder. A pesar de las barreras que aún tenemos en la sociedad, tienen que saber que su discapacidad no les cierra. El camino ha tenido las puertas totalmente abiertas para ellos”, asegura María del Mar, que atendió a múltiples medios de comunicación que había esperándoles en la Plaza del Obradoiro a su llegada, puesto que la peregrinación de este grupo se hizo famoso.
Mª Mar Pérez, coordinadora
"Nos recibieron en la Plaza del Obradoiro con un pasillo y vítores y aplausos”
Ya se escucha a los gaiteros que reciben a los peregrinos en el Arco de Gelmírez; las lágrimas, a flor de piel, no se resisten a caer mientras las contracturadas piernas dan los últimos pasos en la búsqueda de una plaza donde todos se funden en besos, abrazos y promesas de volver. Allí, al grupo le esperaba otra sorpresa: “De una manera espontánea, todos los peregrinos que se encontraban en la Plaza del Obradoiro nos abrieron un pasillo y rompieron en aplausos y vítores”, recuerda todavía emocionada María del Mar. No hay mejor forma de terminar cualquier crónica peregrina que con un “Buen Camino”.
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