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antonio ríos. traumatólogo
-cuatro libros van ya. ¡Qué capacidad creativa tiene!
-Es el cuarto hijo. Surge de la inspiración, de forma espontánea. Cuando presento un libro pienso en que no voy a poder hacer otro, pues no tengo nada más que contar. Pero al final vas reclutando experiencias, sensaciones y testimonios, y todo va formando cuerpo. No surge de forma voluntario, cuando a las neuronas les apetece trabajar, pongo el título y el libro se va escribriendo solo.
-Se le ve tan cómodo con la pluma como con el bisturí.
-Me siento igual de cómodo, pero más responsabilizado con el bisturí, está claro. Es mi profesión, es para lo que he nacido y porque tengo una vida entre mis manos, toda la familia del paciente confía en mí. En el tema literario me siento muy cómodo, es mi hobby, como cuando corro, que no tengo la obligación de batir un récord del mundo o cumplir con los patrocinadores.
-Su primer libro surge cuando empieza a correr, ¿se imaginaba que iba a picarle el gusanillo literario?
-Cuando empecé a correr, que pesaba cien kilos, jamás imaginé que iba a tener en la consulta todas las medallas colgadas o que iba a acabar las trece maratones. De la misma manera, recuerdo una foto que me sacastéis en la presentación de mi primer libro y ya van cuatro, quién me lo iba a decir.
-Cuénteme la temática de esta cuarta obra.
-El doctor Sotelo, de medicina general, no desconecta nunca de su trabajo, nunca deja la mente en blanco. Eso le lleva a tener una serie de situaciones y de interactuar con unos pacientes que hay en la sala de espera, que a la vez se retroalimentan entre ellos. Poco a poco van surgiendo una serie de historia un final un tanto especial.
-¿Con qué libro se identifica más?
-Con éste último, hay un poco de este médico en mí. También trato un poco de actualidad. Pero los cuatro libros son muy míos, no prefiero uno a otro. Quizás éste es el mejor escrito y el más personal.
-¿La medicina deportiva es la más apasionante?
-A mí me gusta mucho. No curo un cáncer ni salvo ninguna vida, pero sí que devuelvo calidad de vida, comparto un éxito con un deportista o una persona que he tenido en una camilla.
-¿Y cuando usted es el paciente?
-Soy muy malo, afortunadamente yo soy mi médico y mi paciente. Intento analizar mucho lo que me pasa, aunque es cierto que no me doy muy trabajo. Alguna vez me he tenido que infiltrar a mí mismo, pero en general intento ser buen paciente en cuanto a la preveción de lesiones.
-¿Echa de menos el deporte profesional en activo?
-Sí, echo de menos el banquillo, el olor a reflex y lilimento o los gritos antes de un partido, aunque no en cuanto al tiempo que roba a la familia. Fue una experiencia inolvidable, se crearon vínculos muy especiales, que te crean amigos para toda la vida. Vivir una salvación, sentarte en un banquillo ante ochenta mil personas o ver cómo salta de nuevo un futbolista al campo al que tú has operado, son sensaciones increíbles.
-¿Cómo van las maratones?
-A tope. Este año he hecho Tokio y Rotterdam, y el que viene tocará Atenas. Sin el deporte no puedo vivir, es igual de importante que respirar, comer o dormir.
-¿Qué tiene el deporte que engancha tanto?
-Endorfinas, momentos físicos y mentales. Momentos físicos para el estrés o para permitirte algún caprichillo en la comida, y mentales donde olvidas los problemas, te vuelves creativo. Cuando corro se me ocurren las mejores ideas, he resuelto algún caso de algún paciente que no mejoraba.
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