El sereno ahora es ‘runner’

Polideportivo

La salida del sol convierte el Paseo Marítimo en el oasis deportivo de quien compagina el entrenamiento con las obligaciones familiares y laborales

Un corredor por el Paseo Marítimo durante la salida del sol.
Un corredor por el Paseo Marítimo durante la salida del sol. / Javier Alonso

Las noches eran el hábitat natural de los serenos, aquellas personas del siglo pasado encargadas de vigilar las calles, regular el alumbrado público e incluso, abrir las puertas de las casas. La vida ha cambiado, la salida del sol ahora alumbra algo más que a las sombras. A las seis de la mañana ya no se escuchan los gritos de “sereno”, mientras el choque de las llaves produce su característico tintineo. Ahora, mientras los gallos se desperezan, son decenas de corredores los que surcan diferentes avenidas de Almería, en la búsqueda de un puñado de minutos que evadan a la mente del estrés diario, con el corazón trabajando a pleno rendimiento.

Atletas de todas las edades y sexos se equipan con ropa llamativa y se lanzan a desayunar kilómetros, mientras la ciudad todavía bosteza. El sol se abre paso entre las humildes casas pescadoras de La Fabriquilla, apenas es aún capaz de elevar el mercurio de los termómetro que marca unos agradables 10º. Temperatura idónea para el runner, cuyo cuerpo comenzará a emitir calor y chorrear sudor conforme la sangre fluya por los músculos a la velocidad de Usain Bolt.

Almería cuenta con un magnífica ‘T invertida’, por donde correr con más o menos exigencia. La Rambla sería la arista principal de esta letra, que se abre hacia la derecha (Parque Nicolás Salmerón) o hacia la izquierda (Paseo Marítimo y Paseo de la Ribera hasta la UAL y/o Costacabana). Son unos 12,5 kilómetros, metro arriba metro abajo, en una sola dirección, que se puede convertir en una tirada casi maratoniana para los valientes que hacen ida y vuelta.

Un deportista veterano realiza estiramientos frente al Auditorio.
Un deportista veterano realiza estiramientos frente al Auditorio. / Javier Alonso

“Estoy preparando la Maratón de Madrid. Siempre salgo a las 6 de la mañana para que me dé tiempo a entrenar, luego me tengo que ir a San José a trabajar”, comenta con acento alemán Karl, mientras comparte medio kilómetro, a 5,15 km/m., con el reportero. La gran mayoría de amantes de las carreras escogen estas horas intempestivas para no arañar el tiempo a su trabajo o sus familias. “Hay que tener mucha fuerza de voluntad, cuando me suena el despertador sólo pienso en lo que se siente al cruzar la meta en un maratón”. Debe ser maravilloso, el esfuerzo bien lo merece.

Karl, corredor popular

"Cuando me suena el despertador a las 6:00, sólo pienso en lo que se siente al cruzar la meta en un maratón"

Pero no todo son atletas. Los ciclistas también son un gremio madrugador, principalmente los fines de semana. Los hay también quienes se ríen de las pulmonías y buscan el alivio a la sobrecarga de sus articulaciones en el frío de las aguas mediterráneas, en busca de la regeneración muscular y celular. Y finalmente, quien simplemente anda y realiza estiramientos, con la agradable brisa marítima hinchando bien sus pulmones. “Me sirve para mantenerme activo y para hacer hambre cada mañana para el desayuno”, comenta Kike que busca con ahínco con su mano derecha, la puntera de su pie.

Los hay incluso que se atreven a bañarse en estas fechas.
Los hay incluso que se atreven a bañarse en estas fechas. / Javier Alonso

Las 8:00. Hora de la ducha. 27 kilómetros marca el pulsómetro. El cuerpo agradece el esfuerzo y le pide al estómago que cumpla con su cometido antes del auténtico maratón de cada día: la rutina de familia y trabajo.

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