¡Rey Gaspar, has operado a mi abuela!
LA CONSULTA DEL ESPECIALISTA
Fue una experiencia única, con un ambiente increíblemente festivo y lleno de ilusión, en la que disfrutamos sin parar de repartir caramelos a todo el mundo
Verdades y mentiras sobre los estiramientos
Es la anécdota de la Cabalgata de los Reyes Magos de Roquetas de Mar. Pero antes, debo relatar cómo empezó todo. Mi familia, algunos amigos y los compañeros saben la ilusión que me hace ser Rey Mago. No sé muy bien la razón. El hecho de ser el mensajero de la ilusión, la felicidad y de la magia tienen un efecto hipnótico para mí. Hasta la fecha no he tenido suerte. Ningún alcalde me había concedido semejante privilegio, ajenos totalmente a mi deseo, aunque he ido dejando globos sonda en algunos entornos acerca de la ilusión que supondría, con idea de que llegaran donde tuvieran que llegar, pero sin éxito.
Hasta ahora. Mi compañera Maite Alcolea, sabedora de todo, tuvo “el descaro” de hacerle llegar a Gabriel Amat, alcalde de Roquetas de Mar, a través de su hija María del Mar, la posibilidad de ser Rey Mago este año. Y así fue como recibo una llamada de Gabriel Amat:
- Doctor, me han dicho que te hace mucha ilusión ser Rey Mago. ¿Quieres serlo en Roquetas este año? -dijo. Yo estaba en mi consulta esperando a que entrara el siguiente paciente. Me levanté de la mesa, ojiplático y respondí que sí, sin dudarlo.
- ¡Alcalde, no sabe la ilusión que me hace! ¡Se lo agradezco mucho! -dije en un tono emocionado y agradecido.
En los días posteriores me llamó Pepe Rubí, concejal de Roquetas para darme los detalles y hacerlo público. Debía llevar cuatro pajes en mi carroza y elegí a los que pensé que podrían compartir mi ilusión y que, además de pacientes, ya son amigos: Mari Carmen Uclés, Javier Quiles, Eva M.ª López y por supuesto la que ha liado todo, en el buen sentido, Maite Alcolea, mi secre de Almería.
El día de la cabalgata
Acudimos al Castillo de Santa Ana de Roquetas a las 18:00 horas, punto de partida y centro neurálgico de todo el dispositivo. El ambiente era de ajetreo, con gente entrando y saliendo, ya vestida, y otros por vestir. Puede parecer un ambiente caótico, pero nada más lejos de la realidad. El personal del ayuntamiento maneja con destreza la situación. Los trajes ordenados, Carmen y sus compañeras ayudando a vestir a los numerosos pajes y ocupándose hasta el último detalle.
Veo al Rey Melchor, el Dr. Manuel Vida, reconocido cardiólogo y gerente de Torrecárdenas con su atuendo colocado a falta de la corona y la barba. Nos saludamos y comentamos. Ya fue Rey en Almería en 2022, así que ya sabe de qué va todo e insiste en algo que todo el mundo me comentó al enterarse de mi “reinado”: “Ya verás qué experiencia más bonita. Disfruta todo lo que puedas”.
El ambiente es de ajetreo y prisa. El tiempo se echa encima y ya me toca. Comienzan a vestirme. Hemos llevado ropa cómoda, pero de abrigo, siguiendo los consejos dados. Sobre mi ropa me pongo unos pantalones de color burdeos. A continuación, un sayo con multitud de pedrería, una capa y una túnica que simula la piel de un armiño blanco, símbolo del poder y la realeza en tiempos. La barba, la peluca y la corona se dejan para el final, por miedo a que se “descoloque” y por lo molesta que es.
El resto de mis compañeros hace lo propio con su vestimenta. Todos nos reímos nerviosos cuando vemos el resultado final y el aspecto que nos dan los trajes. He de decir que mis pajes eran los mejor vestidos y no es pasión de Rey. Ahora el toque final. Me siento y me colocan la barba. Mi mayor miedo es que en medio de todo, sufra algún percance y se caiga o enganche con algo, desvelando la realidad de la situación y deshaciendo la magia. Es un poco molesta y pica, pero da igual. A continuación, la peluca y la corona y ¡ya estoy!
"Vamos a disfrutar"
Me miro al espejo y no se reconoce. El trabajo es realmente bueno. Reúno a mis amigos y a modo de corrillo en un partido de baloncesto, juntamos nuestras manos y les arengo: “Gracias por acompañarme hoy. Vamos a disfrutar”. Y salimos. Sobran unos minutos y grabo algunos videos a petición de amigos para sus hijos en los que el Rey Gaspar felicita a Leo, Natalia, Hugo y Gonzalo, entre otros, y les encomienda a seguir portándose bien todo el año, porque los Reyes lo vemos todo.
Estoy disfrutando ya. Los niños se acercan para hacerse fotos y todos desvelan sus deseos y con la sinceridad más pura, si se han peleado con sus hermanos, o si lo de recoger su habitación no es lo suyo. Llega la hora.
Nos situamos los tres Reyes en la puerta del castillo hasta que se abren solemnemente. Saltan confetis por doquier y una luz frontal cegadora nos ilumina como si fuéramos estrellas de rock en un concierto. El alcalde de Roquetas se acerca y nos hace entrega de las llaves del pueblo para poder entrar en todas las casas.
El Rey Melchor y yo dirigimos unas palabras a los allí congregados sobre lo buenos que han sido los niños y niñas de Roquetas, que venimos con una ilusión tremenda y que se vayan pronto a dormir. Salimos hacia las carrozas: un león, un oso (la mía) y un elefante. Procedemos a colocar las primeras cajas de caramelos y esperamos sentados a que la comitiva comience a moverse. No debemos tirar caramelos si estamos detenidos por miedo a que algún niño se metiera debajo de las carrozas y somos obedientes. Empezamos a lanzar como si no hubiera un mañana, a derecha e izquierda.
Reconozco a amigos a lo largo del trayecto, pero me doy cuenta los cientos de personas que han acudido. Es increíble el ambiente tan festivo y de tanta ilusión. Estamos disfrutando muchísimo los cuatro sin parar de obsequiar con caramelos a todo el mundo. En un momento de la Cabalgata, un niño de unos 12-13 años llama la atención por mi izquierda a grito pelado:
- ¡Rey Gaspar, tú has operado a mi abuela de la rodilla! -chilla como si se le fuera la vida.
Cuando me doy cuenta de lo que ha dicho, casi me caigo del oso del ataque de risa. Ha sido la anécdota del día. Y después de más de 700 kilos de caramelos arrojados por las calles de Roquetas, esto llega a su fin. Desmontamos y caminamos hacia el punto de encuentro, dando tiempo a las últimas fotos con los más rezagados. Fue una experiencia única. Algunas personas me preguntaron si iba a aceptar ser Rey Mago, por disfrazarme, el posible ridículo y otras cosas. Siempre contesto lo mismo:
“No sé la razón, pero siempre me ha gustado ser Rey Mago y voy a hacer realidad esa ilusión”.
Gracias, D. Gabriel Amat. Gracias, Pepe Rubí. Gracias al personal del ayuntamiento, y gracias a mis compañeros de carroza por divertirnos juntos.
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