El plástico y el balón
Dani luce con orgullo una camiseta en la que se funde la esencia celeste: vocación agricultora y devoción futbolera
La carretera que baja desde Berja y Dalías hacia el Pampanico, muestra el Mar de Plástico en todo su esplendor. El Poniente almeriense en general, y El Ejido en particular, enseña la esencia de una tierra trabajadora. Hectáreas y hectáreas de cultivo, con la enorme Balsa del Sapo que se confunde entre los invernaderos, y casas salpicadas, como si de la espuma de las olas se tratara. La estética agraria sólo la rompe, mejor dicho, la complementa a la perfección, el desarrollo y crecimiento de una localidad en la que sobresale el mastodóntico edificio Torre Laguna y los focos de Santo Domingo.
Si el escudo del extinto Polideportivo Ejido conservaba un pedazo de la historia de su tierra, la camiseta de su sucesor, el Club Deportivo Ejido 2012, muestra orgulloso el fruto de esa misma tierra, las hortalizas. Tomates, pepinos, calabacines, berenjenas, sandías o melones; el motor económico de una provincia que tiene entre sus orgullosos agricultores a magníficos futbolistas. Y es que muchos de los que por la mañana se fajan bajo plástico, estrían los productos, conducen un camión hasta la alhóndiga o trabajan en la venta o empaquetado de la mercancia, por la tarde cambian sus aperos por las botas y el balón.
Uno de los mejores ejemplos de estos futbolistas que después de innumerables horas de vocación en el invernadero, sacan tiempo y fuerzas para la devoción sobre el césped, es Dani Cara. El ejidense era uno de los jóvenes talentos que se cultivó en su juventud en la cantera del Poli Ejido antes de la crisis y ha tenido que abonar desde Preferente el nuevo proyecto celeste, local, austero, pero de futuro. Aunque probó fortuna en la Gimnástica Segoviana, su tierra, tanto la natal como la agrícola y la deportiva, lo reclamaron. Ahora trabaja las fértiles tierras de sus padres y es uno de los pesos pesados del vestuario del CD Ejido.
El despertador de Dani suena a las siete de la mañana y hasta que rozando la medianoche lo vuelve a programar, no pisa su casa. En las fincas de sus padres, distribuidas entre El Ejido y Vícar, cultiva tomates y pepinos. Un alto para la fortalecedora comida, unos minutos de relax con su novia y amigos después de cerrar las puertas del invernadero al borde de las cinco de la tarde, y a las ocho se abren las del vestuario de Santo Domingo. La preocupación por cómo se vende el kilo de hortalizas en la alhóndiga, se convierte en la concentración sobre el césped por interiorizar las órdenes del míster para seguir en lo más alto de la tabla.
"En estas categorías no se pagan sueldos, así que la mayoría de jugadores de la provincia compaginamos trabajo y deporte. Cuando realmente te gusta mucho el fútbol, siempre encuentras tiempo", dice sonriente un Dani Cara que desea que la cosecha de melones de este verano, le coincida con la promoción de ascenso: "Estamos en el camino y ahora no nos podemos conformar, sino mirar adelante y exigirnos más".
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