Una fiesta rojiblanca para el recuerdo

Almería/Tras el baño de multitudes que el equipo se dio por las calles de la ciudad, con la parada incluida en Alcaldía para ofrecer el título de campeones de Segunda División, los festejos en el Estadio de los Juegos Mediterráneos se demoraron alrededor de media hora sobre el horario previsto, arrancando sobre las 22:30 horas.

Los abonados y el resto de privilegiados que pudieron adquirir entradas a primera hora de la mañana al precio simbólico de 1 euro en la web del club llenaron el recinto de la Vega de Acá, que a partir de hoy ya se llamará Power Horse Stadium, para presenciar lo que el club tenía preparado.

La primera sorpresa fue la actuación de la artista onubense Pilar Bogado, pareja también de Alejandro Pozo, que cantó una versión aflamencada del himno de la UD Almería acompañada por su autor, Guillermo Fernández, a la guitarra.

Acabada la misma, el Javier Gálvez, speaker del club, fue presentando uno a uno a todos los componentes de la plantilla indálica, arrancando por los miembros del filial que han trabajado durante todo el curso con el primer equipo y siguiendo por el dorsal número 1, el georgiano Giorgi Makaridze, hasta el último. La mayoría fueron cogiendo el micrófono para hacer una pequeña intervención o animar al graderío.

En ese sentido, Francisco Portillo, que suma el tercer ascenso a sus espaldas, recordaba la dificultad de lograrlo: “Es momento de disfrutar porque ha sido un año muy duro física y mentalmente, ahora es momento de que todo el mundo lo celebre como se merece. No solo es llegar, entrenar e irte a casa, son muchas horas juntos”. Sadiq fue de los más aclamados y Rubi pidió en su intervención que el año que viene todos juntos, equipo y afición, puedan disfrutar de la máxima categoría.

Anita París, capitana del Almería femenino, y un componente del Almeria Genuine entregaban el trofeo de campeones al plantel. Al acto, que finalizó entorno a la medianoche, le faltó un poco de ritmo y por momentos resultó soso para los asistentes, en particular con la excesiva duración de la salida de los jugadores al campo. Todo acabó con un gran castillo de fuegos artificiales.