La continuación del sueño sigue en tierras madrileñas

La almeriense Ana Troyano, jugadora de la selección española sub -19 reciente subcampeona de Europa, cambia el Málaga por el Atlético de Madrid de la Superliga

Ana muerde la medalla de plata en el puerto deportivo de Almerimar.
Nico García / Almerimar

24 de julio 2012 - 05:02

"Prometo a Diario de Almería traer la medalla de oro del Mundial sub-20 que se celebrará dentro de dos años en Canadá". Son palabras de Ana Troyano, reciente subcampeona de Europa con la selección española sub-19 en el puerto deportivo de Almerimar.

Puede parecer una declaración de alguien que se le ha subido el éxito a la cabeza, pero ni mucho menos. Ana deja la medalla de plata en la mesa mientras se hace las fotos para el reportaje, como si la plata fuese un simple vaso de agua.

La almeriense, que actualmente se encuentra veraneando en Almerimar, se proclamó el pasado 14 de junio subcampeona de Europa. Para más inri, la semana pasada estuvo en Madrid para fichar por el Atlético. Mejor imposible para una chica que se lo ha ganado durante todo el curso desde tierras malagueñas, donde ha sufrido bastante.

"El jeque nos prometió mucho a principio de temporada cuando fuimos al Málaga. Fichó a dos americanas y a mí. No nos acogió bien y no nos ha dado ayuda económicas. Yo no he estado bien en el Málaga. Cuando a ti te prometen algo... Ni he estado cobrando ni nada. Si me fui, fue por jugar al fútbol. Ir desde Málaga hasta Bilbao en furgoneta es algo que no se puede definir. En un equipo de niños eso no pasa", comenta Ana.

"Yo lo que quiero es que me traten bien como futbolista, no busco un salario alto. Por ejemplo, en Málaga, no me he sentido futbolista. En el Granada, por el contrario, sí; aunque fuera un equipo de menor categoría, el trato era mucho mejor. He estado descontenta en Málaga. Porque estaba estudiando; si no, me hubiese venido", sigue diciendo la lateral derecha, que reconoce que bajó sus brillantes notas por no encontrarse "centrada".

Sin embargo, ella misma sabe que del sufrimiento también se aprende. De hecho, con catorce años se tuvo que marchar a tierras granadinas ya que en Almería no había equipo de fútbol once: "En Almería hay niñas que juegan, pero no se apoya el fútbol femenino. Me tuve que ir a Granada para seguir jugando, algo que da rabia. Es muy difícil irte de tu casa, yo lo he pasado mal en Granada, pero peor en Málaga".

Si a Ana le comentan hace unos meses que iba a estar en el podio de Turquía no se lo hubiese creído: "El cambio ha sido muy importante, en el Málaga ni me imaginaba que podía llegar a esto".

Ahora la almeriense, que se encuentra de vacaciones hasta el próximo martes, se marchará a tierras madrileñas para militar en uno de los mejores equipos de fútbol femenino: el Atlético de Madrid. "Justo cuando estaba estudiando la selectividad, me llamaron. Les di el número de mi padre, yo estaba estudiando", comenta la futbolista de la selección entre risas.

"Quiero hacer medicina en Madrid y es el equipo que más interés ha mostrado en mí. Además es donde más puedo rendir. Creo que es el club que mejor estructura tiene a nivel femenino", prosigue alguien con los pies en el suelo, alguien que sabe que los estudios son fundamentales.

Sin embargo, la misma Ana sabe que vivir del fútbol en tierras españolas es misión casi imposible: "No se dónde me meto (medicina), pero sé que con el fútbol no me voy a ganar la vida, ya que en España no se puede. Si tú comparas el salario de un chico de Primera con la chica que más gane en Superliga flipas. No se puede vivir de esto, para ser profesional hay que salir de España e irse a Estados Unidos o Suecia".

Ana, que defiende que hacen los mismos entrenamientos que los chicos y que la gente no valora el fútbol femenino, tiene en mente el Mundial sub-20 que se celebrará en Canadá dentro de dos años: "Tenemos equipo para ganarle a cualquier equipo del mundo".

"El fútbol es el reflejo de la sociedad española. En el fútbol femenino, hay mucho machismo. ¿Por qué no se pueden ganar la vida las mujeres con esto?, dice Ana con toda la razón del mundo.

Ana, que se aficionó al fútbol desde "pequeña, pequeña" debido a las pachangas que se echaba en la plaza del barrio con su hermano mellizo, no se podía imaginar lo que está viviendo, aunque con 18 años el sueño no ha hecho nada más que comenzar.

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