Chupe recorre el mundo con la Fundación del Real Madrid

FÚTBOL | Internacional

El exfutbolista almeriense de origen ecuatoguineano ejerce como entrenador en las escuelas que el conjunto blanco tiene repartidas por todo el mundo

Este verano hace un campamento de verano en Grecia y en invierno estuvo en Catar

Una casa almeriense en las ‘cercanías’ de Wuhan

Chupe con dos pequeños en uno de sus programas de entrenamiento / D.A.

Almería/La historia de Chupe es digna de película. Francisco Salvador Ela nació un 9 de mayo de 1980 en Mogomo, dentro de la provincia de Wele-Nzas, una de las ocho que conforman Guinea Ecuatorial. Con apenas dos años llegó a Almería y con cuatro ya recuerda haber jugado su primer partido de fútbol. Desde muy niño se enroló en la cantera de Los Molinos, que en la década de los 90 y los albores de 2.000 fue puntera. Allí pasó por todas las categorías, siendo habitual en la selección almeriense y también en la andaluza. En edad juvenil llamó la atención del Real Madrid, recalando en su filial. Ahora, a sus 44 primaveras ha vuelto a recalar en la entidad blanca, formando parte del organigrama técnico de su Fundación, con la que viaja por el mundo para desarrollar programas de entrenamiento en distintos países.

Pero antes de eso merece la pena recordar su trayectoria futbolística, en la que no llegó a cuajar en las grande ligas pese a poseer unas cualidades técnicas y físicas envidiables. Al poco de llegar a Madrid fue cedido al Alcorcón, en Segunda B, donde materializó 16 goles, cifra que le hizo al año siguiente arrancar como titular en el Castilla. Entonces sobrevino la desgracia, algo que recuerda tras un hondo suspiro: "Es complicado, creo que hubo un punto de inflexión el año del Alcorcón, donde hice una temporada maravillosa. Volví al Madrid y tenía equipos de Segunda y Primera, jugaba de titular en el Castilla, pero la rodilla no me aguantó, tuve una lesión de 9 meses en el tendón rotuliano. Hicieron todo lo posible para recuperarme, pero al final el doctor decidió operarme y fue un palo muy duro porque estaba ya entrenando alguna vez con el primer equipo y lo metía todo. Estaba en un momento espectacular y, aunque no hay nada claro, andaba muy cerca de ir a otro equipo de Primera y hacer mi carrera. Luego tuve otra microrrotura y fueron otros seis meses más y tras año y medio no vuelves igual. Psicológicamente no arrancas igual. Lo que más me costó fue el cambio de posición porque nunca había jugado como extremo izquierdo. Eso es algo que hoy a los chicos intento inculcarle, que jueguen en posiciones distintas. En Almería nunca lo hice hasta que fui con la selección andaluza y actué de mediapunta. De interior hay que subir, driblar, centrar y bajar a defender. Me costó mucho adaptarme a esos movimientos. Ahora procuro que los chicos estén preparados para eso".

De aquella etapa lamenta no haber tenido alguien cercano que lo aconsejase y por eso valora mucho la aparición de la figura del psicólogo deportivo: "No todo el mundo llega, obviamente son muchos factores por medio, no sólo fútbol. Hoy en día hay una cosa maravillosa que se está implementando en el fútbol como son los psicólogos deportivos. Son muchas cosas alrededor las que tienen que ver con lo que haces en el campo. Puedes tener unas condiciones espectaculares, pero casi todo se basa en la psicología, que hoy se está implementando mucho".

Pasó por Las Palmas, Puertollano, Leganés o Noja sin pena ni gloria antes de empreder su periplo internacional: "Del Noja me fui a Hungría [Karincbarcika], luego a Laos, cerca de Tailandia. De allí a Myanmar, pero no llegué a jugar. No firmé porque el agente que me llevó por un contrato de 6.000 euros quería quedarse con 3.000 y darle otros 1.500 al entrenador, dejándome a mí el resto (risas). Yo no tragué, pero de casualidad me llamó un amigo de Hong Kong porque el chino Losada buscaba jugadores para el equipo Happy Valley. Me compré un billete y me presenté allí. Después me marché a Singapur, donde estuve un año y luego paré en Malta con 36 años, en la isla de Gozo. De Malta ya me fui a China, donde jugué alguna liga de ascenso, entrenaba y jugaba. Eran torneos de equipos nivel Tercera o Segunda B que se juntan por ciudades para jugar liguillas de ascenso, donde nos llamaban a los extranjeros. Ahí sí terminé porque tuve una lesión jodida en el cuádriceps, me lo partí entero y lo dejé. Fue muy difícil aceptar que se había acabado ya el fútbol, era complicado porque llevaba toda mi vida haciendo lo que me gustaba y lo disfruté mucho porque vi muchos países".

Chupe en un torneo de escuelas / D.A.

Hoy en día está muy en boga el problema del racismo vinculado al fútbol, algo con lo que Chupe tuvo que lidiar desde su más tierna infancia, cuando ese estigma estaba casi normalizado en la sociedad: "Imagínate antes, cuando llegamos a Almería. Éramos cuatro guineanos: Senna, mis hermanos [Juanín y Gregorio] y yo. Llegué con 2 años, a los 5 estaba ya en Los Molinos y de ahí para arriba. El racismo era algo normalizado, pero a mí me motivaba. Yo no me echaba atrás. El Lolo, al que amo como padre del fútbol junto con Pepe Navarro y Morales, nos tiraba hasta piedras para enfadarnos. Fue quien me dio esa ayuda para dar las primeras patadas".

Como pionero, también fue de los primeros hispano-guineanos que acudió a la convocatoria de la Nzalang, aunque la experiencia no resultó como en un principio podía imaginarse: "Senna fue el primero que acudió, pero tampoco volvió. Jugué solo 4 o 5 partidos y cuando vi el percal que había allí ya no volví. En su día yo di la cara. La corrupción allí viene de muchos años, pero la generación actual ha tenido la suerte de que ha pillado la época buena. Antes teníamos que reclamar para que nos pusieran una cama. La última vez que fui sí coincidí con esta nueva generación, pero la mía era la de Iván Zarandona, con Óscar Engonga como seleccionador. Guinea Ecuatorial es un país espectacular para visitar, pero tiene un nivel de corrupción brutal. De mis años de fútbol quiero quedarme con todo, tanto lo bueno como lo malo, porque hay que aprender de todo. Si volviera atrás hay muchas cosas que no haría, pero al final debutar en Primera son muchos factores, no solo que juegues bien. Gracias a Dios he vestido esta camiseta tan maravillosa [Real Madrid] que otra vez llevo en mi pecho. También me quedo con amistades maravillosas y el mundo que he visto"

Una vez colgadas las botas tocaba reinventarse y entonces aparecieron esas conexiones establecidas durante su etapa como jugador para salir al rescate: "En la Fundación del Madrid llevo desde el Mundial de Catar hasta ahora, casi dos años. Me salió por un amigo que conocí en Singapur en un equipo en el que jugué. Él se quedó allí trabajando con la Fundación, yo seguí jugando y un día me llamó para ver cómo llevaba las titulaciones de entrenador. Tenía la académica y me recogió en Madrid para sacarme la federativa, que sigo con el UEFA B. Estaba en Almería en esas fechas por el coronavirus, no pude volver a China. Parecía que se acababa el mundo y me salió esto. Hice el primer campus en Madrid. Era un sueño para mí volver a estar dentro del Real Madrid y hasta que hice tierra solo se lo había contado a Juan, presidente del Aguadulce, porque estaba con ellos y tenía que dejar a los chicos con otro entrenador. Además hice una amistad maravillosa con él y me dio confianza".

Este verano desarrolla un 'summer camp' en Kardamaina, una bella población de la isla griega de Cos: "Es mi tercer verano en Grecia. La Fundación pone su infraestructura para que los chicos de un hotel, ayudando también a que los del pueblo con menos recursos puedan acceder, vengan a entrenar. Es un sitio precioso con gente muy acogedora. Los europeos, para bien o para mal, siempre tienen mejores recursos técnicos porque el fútbol está muy avanzado. En Grecia la posibilidad es que vayan a Atenas, donde están los clubes grandes, pero en las islas pequeñas no tienen esa facilidad de que vayan los agentes a ver a los jugadores. Siempre es bueno venir y verlos con la ilusión que entrenan, es una bestialidad ver cómo se entregan. Saben que vengo un mes y medio y se preparan para estos entrenamientos porque para ellos tener una mínima posibilidad de que pueda trasladar esto a Madrid y que uno de ellos saliera de aquí sería convertirse en un ídolo".

Chupe disfruta entrenando a los pequeños / D.A.

Casado hace poco más de un año con una pacense, Chupe tiene en mente formar una familia y no piensa volver por Almería a corto plazo: "En ello estamos, a ver si hay suerte y Dios nos manda un par de almas para abajo (sonríe). La idea de volver a Almería no la veo salvo que se trate de un proyecto jugoso. En principio quiero estar fuera más tiempo. Ahora hemos terminado el proyecto de Catar, donde estuve un año y medio genial, a la espera de que salga otro y, si no, estaré en Badajoz con mi mujer. También estudio otras cosas aparte del fútbol. En el fútbol ganas dos partidos y eres un rey, pero pierdes uno y te transformas en villano. Hay que estar preparado por otro lado para seguir obteniendo ingresos".

El fútbol, que le ha dado todo, también le impidió poder despedirse de su padre, fallecido durante su periplo por China, y antes de despedirse recuerda sus años almerienses y el buen trato que Guillermo Blanes siempre tuvo con su familia: "Cuando mi padre falleció me pilló en China y no pude volver ni a despedirme. Mi madre va mucho a Guinea y vuelve. Se ha jubilado bien tras toda una vida de trabajo y viaja mucho a Italia también, porque tiene una amiga desde pequeña que es embajadora allí. Mi hermano Juan está en Bélgica muy contento. Venimos de familia de albañiles, que está muy bien, pero ahora a nuestros descendientes les inculcamos la formación. Y Gregorio sigue en Blanes, yo creo que Guillermo le dará una parte en herencia del tiempo que lleva ahí, es su hijo (risas). Guillermo despidió a mi padre cuando murió, fue quien nos vendió las primeras botas y nos regalaba esos calcetines y camisetas de Blanes. También nos aconsejaba, es el mayor fenómeno de Almería".

No hay comentarios
Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último