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Unicaja Almería comete los mismos errores contra un imparable CV Manacor (0-3)
Fútbol | División de Honor Juvenil
Almería/El 11 de marzo de 2023 podría parecer un día más como otro cualquiera, pero no para los integrantes de un equipo que dejó grabada su huella. Hace justo un año, 366 días atrás, que el Almería juvenil escribió en León una de las páginas más grandes de su historia, siendo una fecha que ya permanece para siempre en el recuerdo. Aquel día los rojiblancos lograron proclamarse por primera vez subcampeones de la Copa del Rey Juvenil en un camino en el que solo el Real Madrid pudo evitar que el conjunto indálico acabara levantando el trofeo.
Los pupilos de Alberto Lasarte, quien entonces dirigía a los juveniles rojiblancos, dieron por finalizado un sueño del que fue prácticamente imposible hacerles despertar. Después de superar a Elche, Alavés, Las Palmas y Deportivo de La Coruña los almerienses se plantaban en la final en la que era tan solo la segunda ocasión que pisaban el torneo copero. Un hito que muy pocos hubieran podido imaginar cuando a comienzos de septiembre del 2022 la temporada echó a andar en la División de Honor Juvenil. Tampoco hubiera podido ser posible sin el gol de Juanjo Linares que en los últimos minutos del encuentro ante Las Palmas que metió a los unionistas en una histórica Final Four.
Para nada era fácil el reto que los almerienses tenían que afrontar hace justo un año. Enfrente los rojiblancos tenían a uno de los colosos del fútbol español, que defendía título, y que por aquel entonces viajaba a León sin conocer la derrota en ninguna de sus competiciones. El sueño del conjunto indálico frente a la obligación de los madrileños de sumar otro trofeo más a su vitrina. Los blancos no tardaron en golpear primero, y por partida doble, cuando apenas se había superado el primer cuarto de hora. Pero fue Rachad, quién si no, el que acabó reavivando el sueño recortando distancias.
Tan solo tres días más tarde, el hispanomarroquí, quien había marcado el gol que colocaba a los almerienses ante su último escollo en un apoteósico final con ese tanto en el descuento frente al Deportivo de La Coruña, volvía a aparecer una vez más. Como si la historia ya estuviese escrita. Un tanto que permitía a los rojiblancos seguir creyendo en la gran gesta y le colocaba con cinco tantos como el máximo goleador del trofeo copero en aquella edición.
Bruno Iribarne, Juan Carlos, Edu Plá, Paco Sanz, Iker Martínez, Álex Varó, Leal, Álex Torres, Álvaro García, Marcos Peña, Joan, Jorge, Marsu, Valen, Juanjo Linares, Younes, Fede Oliva, Rober, Marciano y Rachad Fettal. Esos son los nombres de quienes conformaron una plantilla histórica y que aún a día de hoy difícilmente sea olvidada tras protagonizar una de las mayores gestas en la historia del conjunto rojiblanco.
La generación de oro juvenil no se puede entender sin la épica con la que afrontaron cada encuentro. A pesar de ser unos imberbes, el carácter mostrado en cada cita no se correspondió nunca con su edad. El equipo comenzó a acostumbrarse a las remontadas imposibles, a los goles en los últimos minutos y no rendirse como forma de entender el fútbol.
León se convirtió en el lugar elegido para afrontar un título copero en el que las semifinales cruzaban a los rojiblancos contra el Deportivo de la Coruña. Durante todo el curso, se habló de la posibilidad de incorporar a Marciano al equipo de Alberto Lasarte. En último año juvenil, el bisauguineano se convirtió en el mejor futbolista del filial, por lo su ‘fichaje’ era la guinda del pastel.
El atacante se incorporó con el resto de sus compañeros a una aventura desconocida para los indálicos: hasta ese año, no habían superado ninguna ronda de la Copa. En los primeros entrenamientos en tierras leonesas, el nombre de Marciano comenzó a sobresalir. “Es impresionante”, destacaron los futbolistas aquellos días de marzo. Una anécdota, por encima de todas, fue su gol de chilena en una de las sesiones, que dejó a los jóvenes jugadores con la boca abierta.
No solo dejó su huella en los campos de entrenamientos, sino que en las semifinales contra los coruñeses, en una jugada individual de muchos quilates, acabó convirtiendo en el empate tras el tanto inicial de los de Manuel Pablo. No obstante, no solo fue Marciano el protagonista. El trabajo coral del grupo siempre destacó por encima de las individualidades.
En un duelo en el que ninguno de los dos equipos se dio por vencido, Alberto Lasarte tocó la pieza que hizo sonar la sinfonía. Fede Oliva, extremo de aquel equipo, entró en el campo sustituyendo a un interior como Marsu. Cambio arriesgado, pero certero. El Almería acabó volcándose y Rachad, con la marca registrada de la épica, acabó marcando un gol para la historia. Un tiburón siempre acaba apareciendo.
El pase a la final se pudo entender como el premio, pero este equipo siempre aceptó una última batalla. “Ahora al hotel, unas natillas para cenar y a la cama”, dijeron los futbolistas tras acabar el encuentro. Nada de euforia. Cabeza fría y mentalizados desde la salida del estadio que en pocas horas llegaba la traca defnitiva.
Puñetazos en una puerta. Nerviosismo a pocos minutos de empezar el último encuentro de la Copa del Rey juvenil. Álvaro Arbeloa, entrenador del Real Madrid, no aceptó que el césped no fuese regado antes del choque, a pesar de que había llovido durante toda esa jornada. La decisión tenía que ser tomada por los dos equipos y Alberto Lasarte, veterano de guerra en esto del fútbol, sabe que los partidos se juegan mucho antes del pitido inicial.
Los blancos se adelantaron en el marcador con un dos a cero que pareció insalvable. Una medalla de plata que estaba sobre los hombros de los rojiblancos ante de llegar al descanso. Pero no den a este grupo por muerto. Rachad fue el encargado de demostrarlo. El delantero aprovechó un error del guardameta madridista y recortó diferencias. No iba ser tan sencillo. Los almerienses forzaron hasta el final a un equipo que empezó a dudar de sí mismo.
Paco Sanz, central unionista, acabó el encuentro con una importante lesión de rodilla. Nada importó aquel día. No había un mañana. El zaguero arriesgó su físico por los suyos en un duelo sensacional, al igual que otros como Marcos Peña, Bruno Iribarne o Álex Varó. El título finalmente fue para los madrileños, pero el esfuerzo, la entrega y el honor fue rojiblanco aquel día.
Álvaro Arbeloa, en una muestra de antideportividad, ni siquiera aplaudió a los subcampeones en la entrega de las medallas. Todavía siguió dándole vueltas al incidente del césped. La caballerosidad quedó relegada para los futbolistas blancos, que felicitaron a los unionistas por su partido.
Las lágrimas de aquel día en León, un año después, se convierte en un recuerdo imborrable de un equipo que ilusionó a una afición apagada en lo referido a las categorías inferiores. La llama de esperanza de una generación que es el futuro del club. La quinta de Rachad. Aquellos que se enfrentaron a las adversidades y acabaron demostrando que la palabra imposible no entra en sus diccionarios.
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