Vagabundo en el océano

El almeriense Juan Antonio Martín ha cruzado en su barco once veces el Atlántico en solitario

Juan Antonio lee el libro que él mismo ha escrito, 'Vagabundo, un sueño en el horizonte'.
Juan Antonio lee el libro que él mismo ha escrito, 'Vagabundo, un sueño en el horizonte'.
Jorge Peña

25 de octubre 2013 - 05:02

Rodeado de obenques y mástiles de lo más variopintos, se encuentra amarrado en el puerto deportivo de Aguadulce el Vagabundo S, un Beneteau de treinta y cuatro pies junto con su patrón, el almeriense Juan Antonio Martín. Un pequeño velero de apenas nueve metros y medio que pasa desapercibido entre sus vecinos de pantalán de mayor eslora. A la caída de la tarde nos recibe este marinero en su velero para relatarnos su fascinante historia.

En la década de los 80 se ve obligado a guardar reposo tras un accidente de moto. Entonces caen algunos libros de aventureros del mar que le despiertan grandes inquietudes. "Al igual que el montañismo, siempre me ha gustado el mar, ya que son ambientes muy parecidos. Aquí todo depende del viento y del oleaje, la sensación de libertad es total y siento gran pasión por la superación". En sus primeras andanzas por el mundo de la vela comienza a navegar en tabla de windsurf hasta que finalmente tuvo la oportunidad de poder adquirir un First 285 (8,5 metros de eslora) en el año 88. A partir de este momento Juan Antonio comienza a fundirse cada vez con el mar, con el viento y con su aroma a sal. Las ganas de aventuras y de navegar le llevan a participar en regatas costeras, como la de Alborán hasta que con el paso de los años, en los que conoce a la perfección a su barco, el Vagabundo, decide lanzarse a la aventura con su primera navegación de altura, con rumbo a las islas Canarias. "La navegación en solitario no es cuestión de entrenamiento o de preparación, simplemente es una forma de ser, es cuestión del carácter de cada uno. Un sueño cumplido, haber llegado a Canarias, pero si llego a Canarias ¿Por qué no cruzar el Atlántico?".

En ese preciso momento empieza toda la singladura del Vagabundo. En el año 92, con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América, se celebra el América 500, una regata en la que los participantes recorren la misma ruta de Cristobal Colón hasta llegar a las aguas del mar Caribe. Juan Antonio, con el barco más pequeño de la flota y en solitario, toma salida desde Huelva para hacer escala en Madeira, Las Palmas y la Gomera para llegar finalmente a San Salvador. Aproximadamente un mes de travesía que le llevó a completar su primera travesía transoceánica. Desde entonces son ya once veces las que nuestro paisano ha cruzado el Atlántico, aventurándose en las inmensidades del océano.

No cabe duda que a Juan Antonio le sobra valor y ni las malas experiencias le doblegan en su afán por seguir acumulando millas navegadas. En el año 2003 un temporal desarboló su pequeño velero, estando a la deriva unas horas hasta que consiguió cortar la jarcia y arrancar el motor que le llevaría in extremis a la costa gaditana. Una vez comprobada la integridad del barco, con gran merito y habilidad, consiguió llegar a Almería montando un aparejo de fortuna con el juego de velas sobrante y con la botavara que consiguió recuperar de la desarboladura.

A día de hoy, Juan Antonio sigue con su ilusión de cruzar el Atlántico, y tanto es así que actualmente está preparando su barco para realizar una nueva ruta: tomará la salida el día 4 desde Canarias con llegada a Colombia en la regata del Grand Prix del Atlántico.

A la vista de cualquier lector puede parecer un modo de vida romántico, pero nada más lejos de la realidad. Es un modus vivendi duro y exigente, donde a parte de la experiencia, la preparación es digna de cualquier deportista de alto nivel. "La vida a bordo durante la travesía es bastante intensa. Mi consumo de agua dulce es de 1,5 litros por día y la comida la tengo medida y estibada a bordo para ir consumiendo los alimentos por orden de caducidad. Suelo llevar barritas energéticas en el bolsillo por si me hicieran falta. Para dormir, dado que tengo que estar alerta, lo hago en intervalos de 15 minutos a lo largo de las 24 horas del día. Es duro, pero después de una semana el cuerpo se habitúa. A bordo llevo dos juegos de velas, ropa polar y ligera. El poco tiempo libre que me queda lo empleo en leer, escribir y hablar con amigos y radioaficionados a través de la rueda de los navegantes". Juan Antonio lleva en total más de dos vueltas al mundo en millas náuticas desde que empezó a surcar los mares. Y lo que le queda. Buen viento y buena mar.

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