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UD ALMERÍA
Almería/A principios de agosto de 2019 el discurso de la nueva propiedad era que llegaban con un proyecto deportivo para regresar a Primera a tres años vista. Dos meses después, a finales de septiembre, el máximo mandatario ya hablaba de subir en su primera campaña debido a los buenos resultados de las primeras jornadas.
Desde aquel momento la presión fue ‘in crescendo’. Que la paciencia no era una de las virtudes del jeque saudí quedó demostrado cuando después de catorce jornadas ligueras prescindía de Pedro Emanuel, el técnico que había traído relegando a Óscar Fernández sin ni tan siquiera haberlo dejado debutar al ser una contratación de Alfonso García.
De repente la buena gestión de vestuario que había acometido el preparador luso cogiendo un vestuario deshilachado por las altas y bajas precipitadas en plena pretemporada no tenía valor ninguno. En la primera crisis deportiva la reacción fue acudir a un perfil mediático para dar un golpe de efecto.
Entonces llegó Guti. El escepticismo de no pocos seguidores quedó aplacado cuando el equipo parecía recuperar una senda positiva de juego y resultados. Era un espejismo que el ego de Gutiérrez se encargó de echar por tierra pronto, cuando tras un empate en Los Pajaritos en el que el equipo no había firmado su peor actuación, acometía contra el vestuario sin mucho sentido.
Quizá sin saberlo, aquel 2 de febrero el preparador madrileño había cavado su propia fosa. Aguantó unos meses más, confinamiento mediante, si bien antes de ser encerrados el club movió ficha para haberlo destituido, entonces sin éxito porque el límite salarial lo impidió. Hubo negociación con su agente, Juanma López, camuflada en la adquisición en propiedad de Lazo.
La irregular trayectoria del equipo tras la reanudación liguera forzaba la destitución de Guti a falta de siete jornadas para el final de la competición (duró 21 partidos de Liga y uno de Copa, con eliminación ante el modesto Tamaraceite canario) y la ocurrencia entonces fue situar al frente del banquillo al director de la cantera, el portugués Mario Silva, que se prestó con avidez a ello pese a no poseer la necesaria homologación de su título.
La solución entonces, más propia de un club de regional, fue tirar del carné de Nandinho, técnico del filial que se prestó a formar un interesado tándem con su compatriota durante siete jornadas en las que el equipo no pudo consolidar el ascenso directo y echaba por tierra la tercera plaza en la última jornada con una alineación que pocos aficionados entendieron a sabiendas de que se había suspendido previamente el Deportivo-Fuenlabrada.
Aquel desliz acabó con su corta experiencia y en un nuevo giro de timón Mohamed El Assy, CEO de la entidad, recurría a otro portugués, José Gomes, para intentar lograr el objetivo en el play-off de ascenso sin atender al escaso margen para intentar inculcarle sus conceptos al grupo, arriesgándose de nuevo a tropezar con la misma piedra.
Gomes es el quinto técnico de la era Al-Sheikh, quedándose el ministro saudí a una sola destitución de igualar el triste récord de Jesús Gil y Gil al frente del Atlético de Madrid, que en la temporada 1993-1994 quemó hasta seis técnicos: Jair Pereira, Cacho Heredia, Emilio Cruz, José Luis Romero, Iselín Santos Ovejero y Jorge D’Alessandro.
Ha igualado ya a su predecesor, Alfonso García, cuando el triste curso 15-16, intentando evitar el pozo de Segunda B, hizo desfilar a otros cinco técnicos: Sergi, Rivera, Carrillo, Gorosito y Soriano. Una peculiar gestión del banquillo que, entre otras cosas, ha provocado una manifiesta inestabilidad en el vestuario, pasando factura en lo deportivo.
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