Transpirenaica: el tour de cuatro almerienses
Cicloturismo
Emulan a los grandes del pelotón por puertos míticos como el Tourmalet, Portillón, Aspín...
Seis etapas de ida y tres de vuelta, con un enlace en tren por el confinamiento del Segriá
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Postales del verano hay muchas, quizás éste menos que otras por culpa del dichoso bicho que no quiere irse. El moreno playero, el habón producido por un infernal mosquito, la frente impregnada de sudor por el caldero en el que se convierten las calles, la cabezada con el aire acondicionado puesto mientras escuchas a Carlos de Andrés en TVE retransmitiendo el Tour de Francia... “Un verano sin Tour, no es verano”, hemos dicho todos en conversaciones deportivas. El coronavirus nos ha demostrado que no es así, que la naturaleza prosigue su curso, mientras el ser humano se repliega pese a creerse el dueño de la creación.
Pocos españolitos de a pie no habrán cambiado sus horas de siesta por tener el rabillo del ojo puesto en la tele viendo las grandes gestas de Perico Delgado, Miguel Indurain o Alberto Contador. Los más expertos en la materia también saben que Óscar Pereiro (aupado a lo más alto del cajón por la descalificación por dopaje de Floyd Landis) y Carlos Sastre hicieron sonar el Himno Nacional en los Parques Elíseos. Y los que tuvieron el privilegio de haber disfrutado con Bahamontes y Ocaña, no dudan en recordar cada vez que pueden qué pasó en aquel verano de 1959, la primera victoria española en París.
Marío y Manuel Martínez, José María Torres y Francisco Vicente, cuatro almerienses veteranos, pero de gran tesón, no tienen esa capacidad para realizar demarrajes ni tiran de riñón como el Águila de Toledo, pero también han coronado el Tourmalet. Y el Portillón. Y el Col de Aspín. Y La Mongie... Y para llegar a esos puertos mitificados por el Tour, también han pasado por otros picos tan bellos como duros, como son Envalira, Bonaigua, Aubisque o San Jean Pied de Port, el histórico paso de Francia a España para los peregrinos del Camino de Santiago.
Precisamente los pasos seguidos por el Apóstol fueron los primeros retos de estos cicloturistas, por sus diferentes caminos hacia Santiago: francés, norte, Vía de la Plata, portugués, primitivo, sanabrés... Posteriormente se lanzaron a realizar la Transandalus, recorriendo de este a oeste y vuelta al este, todas las provincias andaluzas. En 2019 rindieron homenaje a por otro personaje histórico como fue Rodrigo Díaz de Vivar, y unieron Burgos y Alicante a través del Camino del Cid.
Ya sólo les quedaba una locura sobre dos ruedas, para completar las cuatro grandes rutas cicloturistas hispanas: la Transpirenaica. 1250 kilómetros para salir de Gerona, atravesar los Pirineos, tomarse un buen txakoli en Irún y regresar a tierras gerundeses, desafiando los primeros rebrotes covídicos, por Aragón y la comarca del Segriá (Lérida). Tres países (España, Andorra y Francia), cuatro comunidades autónomas (Cataluña, País Vasco, Navarra y Aragón) y cinco departamentos franceses (Pirineo Oriental, Ariége, Alyo Garona, Pirineos Centrales y Pirineos Atlánticos). Nueve etapas, tres puertos de montaña diarios y muchas, muchas ganas de “viajar, que no de correr”.
Así lo explica Mario, alma mater de este reto. “Me parecía un proyecto imposible, creía que era vereda para senderista, pero buscando atajos y estudiándome bien los mapas comprobé que había una ruta para motoristas. Era dura y pensé que ya a mi edad era este año o nunca. Pues lo hemos hecho, ha sido superdura, pero superbonita, preciosa”, indica este profesor jubilado, delgado y fibroso como el mejor gregario del Tour.
Precisamente por esos bosque en galería y por esas empinadísimas rampas del entre 8 y 13% ha transitado esta peculiar serpiente multicolor, que con orgullo lucía el indalo en sus maillot. “Hemos atravesado auténticos paraísos. Me quedo con el Puerto de Bonaigua, que empezaba con un zig zag de los que por la tele crees que es imposible que se suba, pero lo haces y cuando estás arriba, hay un bosque de abetos increíble. Lo único malo es que después de subirlo te quedaban todavía dos más”, recuerda en un bar de Roquetas, donde veranea, con doscientas pulsaciones menos que mientras imprimía potencia para que su bici y sus alforjas no cedieran a la ley de la gravedad.
La pregunta del millón era fácil, no hacía falta estudiar Periodismo para formularla: ¿Qué se siente escalando y coronando el Tourmalet? “La sensanción es increíble, estás subiendo una de las carreteras con más historia del ciclismo. No soy de emocionarme mucho, la verdad, pero la satisfacción fue enorme”, dice con una sensación de que ese día le faltó algo:“Nos hizo el clásico día de niebla del Tour y pierde un poco de encanto. Eso sí, te digo una cosa: no creo que estas subidas tengan mucho que enviarle en cuanto a dureza a Calar Alto, Velefique, la subida a Enix... Hay zonas de más desnivel, pero la televisión también hace mucho, lo engrandece todo”, apunta con la sabia veteranía de quien ha ido dejando atrás kilómetros y kilómetros, con el disfrute como única meta.
“Nosotros somos un grupo diésel, vamos a nuestro ritmo y no tenemos prisa. Nos levantábamos a las seis de la mañana, desayunábamos en la propia habitación, salíamos a las siete y a media mañana nos hacíamos unos bocadillos con viandas que habíamos comprado. Somos de viajar, no de correr. Siempre vamos atentos a la reserva, porque en carreteras que no conoces, no sabes lo que te queda. Además, cuando llegamos y nos duchamos, nos gusta hacer turismo por el pueblo”, costumbre muy de peregrino que tantas veces ha abrazado a Santiago.
Mario Martínez, cicloturista
"Ha sido un reto superduro, pero superbonito, por nuestra edad era este año o nunca”
Y si el Tour de Francia profesional ha tenido que retrasarse por el maldito coronavirus, el entrañable Tour de estos cuatro almerienses también se ha visto afectado. “No íbamos asustados, en todo momento hemos cumplido las normas de seguridad y llevábamos las mascarillas. Pero es cierto que muchos alojamientos nos han cogido cerrados, además de tener que cambiar a la vuelta el trayecto, puesto que la comarca del Segriá estaba confinada y no hemos podido pasar por allí. Tuvimos que montar las bicis en el tren en Huesca y con algún transbordo, llegar a Barcelona”. Desde allí a Gerona. Ni maillot amarillo ni medallas. Sólo una bendita sensación de que siempre hay gasolina en su cuerpo para superar otro reto.
Del confinamiento a entrenar seis días a la semana
Desde la noche que vuelve a dormir con su almohada después del reto, Mario está ya pensando en el siguiente. Así, todavía estaba paladeando el Camino del Cid de 2019, mientras se le vino a la mente la idea de hacer la Transpirenaica. “Un año por delante para prepararse”, pensaba en julio del año pasado. Contaba con algún tirón, alguna molesta sobrecarga o la dichosa tendinitis de la rodilla que le interrumpiera algún entrenamiento, pero ni en la peor de sus pesadillas había un virus que los iba a tener dos meses sin subir en bicicleta. Marzo y abril empollándose la ruta, deseando con todas sus fuerzas para que la situación se calmara y conforme arrancó el desconfinamiento, a entrenar seis días de siete semanales. “En tres semanas estábamos como jabatos”. Hay que estarlo, esos puertos no se suben sólo a base de pedalear los fines de semana por el Paseo Marítimo.
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