Matías Pérez: Adiós al campo de La Cañada injustamente olvidado

Fútbol

Las máquinas demolieron los sueños de muchos futbolistas almerienses formados en el Campo Federativo

Durante más de una década fue un insalubre de gente que nada tenía que ver con el balón

Guarida de drogas y sexo en el viejo campo de fútbol de La Cañada

La Cañada estrena su complejo deportivo tras 40 años de espera

Grada situada frente a la tribuna principal, aún en pie pese a que se haya demolido el campo. / PLR

Una pala acabó con el último templo del Mikasa de Almería capital, de uno de sus barrios más futboleros. El Campo Federativo Matías Pérez, una reliquia de cuando los jóvenes futbolistas almerienses se formaban sobre albero, ya no está en pie. Un enorme solar, de 110x75 metros, en el que solo la grada que había frente a la tribuna principal recuerda las grandes mañana de fútbol dominicales.

Eran otros tiempos cuando el vetusto campo vivía su época dorada. La época de otros clásicos, como el Seminario o el antiguo campo de Los Ángeles, en los que se sollaban rodillas a la misma velocidad que las figuras del balompié de los 80 y 90 forjaban un carácter y una clase de fútbol barrio que hoy se echa de menos. Medio siglo de pipas, de palmas, de almohadillas para acomodarse en el cemento de graderío, de fútbol provincial inolvidable, hasta que virtualmente se cerraron sus puertas un 11 de agosto de 2008 para que La Cañada se mudara a la actual Ciudad Deportiva y las selecciones provinciales se quedaran sin casa propia.

Virtualmente porque el pórtico de hierro donde siempre había colocado un miembro del club para cobrar la entrada, duró colocada en su marco de cemento lo mismo que se mantenían las equipaciones blancas cuando el árbitro pitaba el saque inicial y el balón comenzaba a rodar sobre la dura tierra.

En apenas unos meses, los tacos dejaron paso sobre el albero a hierbajos que lo convirtieron en guarida de gente que nada tenía que ver con el deporte. Un grupo de drogradictos ha usado durante años la instalación para mancillar las buenas prácticas y los valores que durante décadas el fútbol trató de inculcar a los más pequeños.

Imagen de un La Cañada-Huércal jugado en el Matías Pérez en 2008, último año en pie. / José Luis Laynez

Mal que bien, el escudo federativo se mantenía en la fachada. Orgulloso, recordaba otros tiempos, mientras que el fútbol se había mudado unas manzanas más abajo. Hasta que las máquinas convirtieron en escombros, en polvo, el último vestigio de un balompié sin tatuajes, pero con las cicatrices que dejaban las grandes tardes. El terreno, de momento, sigue siendo federativo, no hay proyecto que entierre en cemento el centro del campo. La grada que sigue en pie, como ocurre con el antiguo Insular de Las Palmas, recuerda que allí un día se jugó, y muy bien, al fútbol.

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