Los Gazzaniga, puro ADN de arqueros
FÚTBOL | REPORTAJE
Daniel, cancerbero de los veteranos de Zapillo Atlético y Arenas, es padre de los también porteros Paulo, del Tottenham, y Gianfranco, de la SD Ponferradina
Almería/Humildad, sacrificio y dedicación. Esas son las tres palabras que se quedaron grabadas en la mente de Daniel Omar al verlas escritas con tiza sobre una vieja pizarra del vestuario de River Plate, equipo en el que dio el salto al fútbol profesional en la década de los ochenta. Nacido en la localidad santaferina de Murphy (Argentina) un 13 de enero de 1966, es de la segunda generación de porteros de la familia Gazzaniga, una saga de arqueros que se inició con su padre, conocido como el Cholo.
"Mi padre no jugó profesionalmente, nunca quiso dejar su lugar de origen, extrañaba a los suyos, pero se retiró con 44 años. Fue el precursor de todo", comenta Daniel, que actualmente, a sus 53 años de edad, juega con los equipos veteranos de Zapillo Atlético y Arenas. El argentino, que colgó los guantes de forma profesional a los 38, en el CD San José de Oruro, equipo boliviano con el que jugaba a 4.100 metros de altura, empezó en el balompié cuando era un crío en el Sportsman Carmelense, dando el salto a los 17 a River Plate, con el que celebró importantes títulos durante los cuatro años que vistió la elástica de la banda roja cruzada.
"Para ser arquero hay que estar un poco loco, si no tienes un grado de locura no puedes estar bajo los palos", asegura Daniel Gazzaniga, que tras su paso por la histórica entidad de Buenos Aires, militó también, antes de marcharse de Argentina, en Instituto Córdoba, Maipú Mendoza, Central Norte y Colón de Santa Fe. Fue guardameta en equipos de Ecuador, Bolivia, Perú e incluso en la República Eslovaca, pero terminaría jugando, aunque ya no de forma profesional, en su Murphy natal, hasta los 41 años.
"En Ecuador me tiraban orina desde la grada, también huevos, entre otras muchas cosas. Tienes que tener la mente fría. A mí me motivaba jugar siempre el segundo tiempo en la tribuna de la afición contraria en Argentina, Bolivia, Ecuador... Me hacía más fuerte todo lo que me decían", recuerda Daniel, que es el mejor consejero que pueden tener sus hijos Paulo y Gianfranco, que han seguido los pasos de su padre y también se pusieron los guantes para seguir con la tradición de los Gazzaniga, una estirpe de arqueros que ya va por su tercera generación. El mayor de los dos Paulo, es segundo portero del Tottenham, y el pequeño, que pasó por la cantera de la UD Almería, club del que tuvo una polémica salida, y la temporada pasada vistió el celeste del CD El Ejido, juega en la SD Ponferradina.
Daniel Gazzaniga tenía claro que el futuro futbolístico de sus hijos estaba en Europa y en 2005 viaja a España con Paulo y Gianfranco, que tenían 15 y 13 años respectivamente. Llegaron a Valencia, donde estaba Fede Cartabia, jugador al que Daniel le había hecho varias gestiones para llevarlo a la liga española. Allí, los Gazzaniga empezaron de cero. El Torrelevante le contrata como entrenador de porteros y a su hijo pequeño, jugando con la selección valenciana, le hace una oferta la UDA. "Cuando les dije a mis hijos de venir a España, me dijeron que sí. En cuatro meses ya estábamos viajando. Quería que ellos pudieran desarrollarse futbolísticamente y humanamente en Europa. En mi ciudad quedé como el loco que se fue a Europa con dos criaturas, pero ellos sabían lo que yo de mis hijos. Ahora ya no soy tan loco para los que me lo llamaban", confiesa.
Para nada fue un camino de rosas. Daniel Gazzaniga regentó dos restaurantes en Valencia, lo que describe como "la peor experiencia" de su vida. Invirtió todo su dinero en dicho negocio, pero lo perdió durante la crisis económica. "Quedé a cero en el banco. No tenía ni para ir al cine. Gianfranco estaba en la cantera de la UD Almería y Paulo en el División de Honor del Valencia", recuerda. Por suerte, todo cambió a mejor para la familia cuando Paulo fue a probar suerte a Inglaterra, al Gillingham FC. “Se montó al avión con sólo 50 euros en el bolsillo", confiesa su padre, que en una semana estará en Madrid viendo al equipo donde milita su hijo mayor ahora, el Tottenham (después de pasar por Southampton y Rayo Vallecano), con el que luchará por levantar una Champions.
"En la vida hay que saber espera", esta es una de las muchas lecciones que Daniel ha dado y sigue dando a sus hijos, que siempre han sido su prioridad. Asegura que "soñaba con tener a mis tres hijos (tiene también una hija mayor, Jessica, de 29 años) en Europa y aquí están" y siempre les inculca "que no pierdan la humildad, que tengan respeto". Él llevó a rajatabla las consignas que se escribían en la pizarra del vestuario de River, palabras como humildad, sacrificio y dedicación, que grabó en los genes que han heredado sus hijos, a los que está viendo crecer en el mundo del fútbol, desde una ciudad de Almería en la que ya tiene su vida el padre (e hijo) de una saga que espera que no termine. "Mis hijos tienen la asignatura pendiente de darme nietos, pero eso ya no depende de mí [risas]", dice Daniel, un argentino con las ideas muy claras que no se arrepiente de las decisiones tomadas en su vida, ya que "todo lo que tuvo que pasar pasó y pasó para que hoy día viva este presente".
Con la mente puesta en la final de la 'Champions League'
"Estuve en Amsterdam. Este año fue casi perfecto para Paulo. Quedó fuera de la convocatoria de la Copa América con Argentina, pero la Champions puede ser la guinda del pastel. Se lo merecen por todo lo que ha pasado el equipo", comenta Daniel, que estará en el Wanda Metropolitano el próximo día 1 de junio para ver el Tottenham-Liverpool. El argentino admite que "prefiero jugar a verles jugar. Sufro mucho. Sueles escuchar cosas de tus hijos a veces en la grada que no te gustan y te pones nervioso". Espera que el pequeño, Gianfranco, pueda asistir también a la gran final, "pero juega play off de ascenso con su equipo y no sabemos si le darán permiso para ir a Madrid".
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