Neuronas y músculos
La Consulta del Especialista
A pesar de todos los avances médicos y tecnológicos seguimos sin saber su funcionamiento al 100% y por lo tanto tampoco podemos curar muchos de los problemas que asolan a este órgano
El cerebro humano es como un jeroglífico. A pesar de todos los avances médicos y tecnológicos seguimos sin saber su funcionamiento al 100% y por lo tanto tampoco podemos curar muchos de los problemas que asolan a este órgano. Alzheimer, ELA, Parkinson o Esclerosis múltiple son los ejemplos más devastadores, sin cura a la vista y con tratamientos poco efectivo suponen un reto para el personal sanitario, los propios pacientes y sus familias.
La esclerosis múltiple (EM) en particular es una enfermedad del sistema nervioso central en la que una anormal respuesta del sistema inmunitario provoca un ataque de éste contra la mielina. Dicha mielina es la capa que envuelve las fibras nerviosas protegiéndolas, aislándolas y mejorando la conexión entre ellas haciendo que el impulso nervioso se transmita de la forma correcta. La esclerosis ataca a la mielina y a las células que la producen como son los oligodendrocitos. Parece ser que hay ciertos factores medioambientales que provocan que las células T del sistema inmunitario ataquen a la mielina y a las propias fibras nerviosas provocando el daño. Hay otras enfermedades autoinmunes como son Chron, Artritis reumatoide o el lupus donde el objetivo del sistema inmune del paciente es otro pero al fin y al cabo, se daña el propio paciente a sí mismo.
La sintomatología típica de la EM se caracteriza por:
-Fatiga: afecta al 65% de los pacientes y es uno de los síntomas más incapacitantes de la enfermedad. Empeora a lo largo del día y con el calor y humedad. No se conoce la causa con exactitud pero parece que se debe a la afectación del estímulo nervioso que llega a los músculos proveniente de los nervios.
-Debilidad muscular: Es otro de los síntomas más invalidantes al impedir caminar con normalidad o realizar las tareas básicas. Esto provoca atrofia e incapacidad por parte del músculo de generar su propia energía.
-Depresión y alteración del estado del ánimo: la enfermedad provoca cambios neuroendocrinos que dan como resultado una labilidad emocional. No es solo provocada por la propia limitación física del paciente.
-Espasticidad: es el exceso de tensión muscular que provoca que la fibra muscular no pueda estirarse con normalidad lo que conlleva a su acortamiento. Por ejemplo el tendón de Aquiles puede acortarse y que el paciente camine de puntillas.
-Mala coordinación: un exceso de tono muscular en algunas partes del cuerpo, debilidad en otras provoca que haya un riesgo hasta 4 veces mayor de sufrir una fractura por una caída en estos pacientes que en la población general. Además, el uso de corticoides sobre todo en los brotes de la enfermedad puede provocar la osteoporosis inducida por dichos corticoides lo que conlleva una mayor fragilidad ósea. Con una caída pequeña se puede producir una fractura importante.
-Otros: problemas respiratorios debido a la debilidad de los músculos lo que puede provocar neumonías. Pérdidas de orina. Obesidad e incremento del riesgo de sufrir diabetes o infartos debido a la inmovilidad.
Sin embargo y a pesar de toda la información anterior que puede dar miedo, hay cosas que, independientemente de la medicación y el seguimiento médico se puede hacer para combatir la enfermedad y es con ejercicio físico.
¿Cómo afecta el deporte?
Prácticamente se pueden mejorar todas las alteraciones producidas por la enfermedad:
-Mejora la fuerza muscular y la coordinación reduciendo la posibilidad de sufrir una caída.
-Reduce niveles de colesterol.
-Mejora la espasticidad.
El ejercicio debe ser supervisado por especialistas y personalizado atendiendo a las necesidades individuales de cada paciente. En pacientes con poca resistencia se recomiendan ciclos cortos de ejercicios sin llegar a producir fatiga. Entre los tipos de ejercicios más recomendados están:
-Ejercicios de estimulación respiratoria y cardíaca: Se suelen realizar en bicicleta si el paciente tiene dificultad para caminar en la cinta. El pico máximo de intensidad se deberá valorar de forma individual atendiendo al consumo máximo de oxígeno y a la respuesta cardíaca al ejercicio. De esta manera reduciremos el riesgo de neumonía y de eventos cardiovasculares. Se deben realizar en ambientes frescos evitando épocas de calor.
-Ejercicios acuáticos: La temperatura del agua ayuda a evitar la sensación de quemazón que tienen la mayoría de estos pacientes. Al no haber gravedad, no hay riesgo de sufrir caídas y se produce una importante ganancia de la movilidad articular. El aumento de temperatura corporal que provoca el ejercicio y que es perjudicial en estos pacientes se reduce hasta 25 veces cuando se realiza dentro del agua. Se recomienda al menos durante 30 minutos y al 60% de capacidad.
-Ejercicios de fuerza y flexibilidad: Es básico para incrementar la fuerza muscular tan perjudicada por esta enfermedad. Dependiendo de la capacidad del paciente se puede trabajar con peso libre, banda elástica o poleas. Es importante personalizar el tipo de ejercicio y que éste se lleve a cabo un mínimo de dos días a la semana, nunca consecutivos para dar tiempo a recuperar, asimilar el trabajo y reducir el riesgo de sufrir lesiones.
Calentamiento e intensidad del ejercicio
El calentamiento corporal es menor en las sesiones de fuerza que en las de trabajo aeróbico como es la bicicleta. Se incrementará la fuerza muscular e indirectamente la calidad del hueso. Se debe incrementar la intensidad cada semana teniendo en cuenta como se asimila el trabajo muscular. Los estiramientos deben realizarse a diario, antes y después del ejercicio que toque ese día, ya sea de cardio o de fuerza. Se deben estirar los grupos musculares principales tanto de miembro superior como inferior, durante 20 a 60 segundos y nunca mediante un estiramiento doloroso. Masajes ligeros, meditación o yoga puede ayudar a mejorar la espasticidad muscular.
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